045: QUE BENDICIÓN [+18]

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 -Alnitak-

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 -Alnitak-

Con las manos un poco temblorosas, Remus comienza a desabotonar mi camisa de una manera tan tortuosamente lenta, que me dan ganas de hacerlo yo mismo, pero me recuerdo que no estoy ni con el idiota de mi ex ni con Sirius, que íbamos a lo que íbamos.

Aquí y ahora debo tener paciencia. 

Cuando el ultimo botón se separa, Remus me aparta la camisa de la misma manera que la capa, de la misma manera que desabotono cada botón: lento. La yema de sus dedos roza mis hombros y brazos conforme va bajando. Y debo decir que me esta gustando esto, que se tome su tiempo. 

Sin apartar la mirada de mi torso, que solo queda cubierto por mi sostén, estira la mano para dejar la camisa en el sillón, el cual está como a medio metro de nosotros, por lo que la camisa termina en el suelo, pero ninguno de los dos le damos importancia. Él esta muy enfocado viéndome y yo viendo como me mira, como pasa saliva y estira su mano hacía mí, pero se detiene a escasos centímetros, alzando la mirada para verme a los ojos.

Pienso en tomar su mano y colocarla contra mi piel, pero me gana al volver a besarme. Mientras su lengua se encuentra con la mía de manera tímida, yo comienzo a desabotonar su camisa y cuando nos separamos un poco, yo sé la quitó, dejándola caer al suelo también y dejándolo solo en la playera se cintas que usa debajo.

Las cicatrices de sus brazos y parte del pecho quedan ante mi vista y puedo ver a Remus dudar, aunque algo que parece que acaba de despertar allá abajo me indica que no quiere parar.

Ahora soy yo la que le gana al besarlo para que no diga nada y, en medio del beso, lo hago girar y lo empujó para que se siente en la cama. Una vez que lo hace, yo también me siento a horcajadas en sus piernas, mi falda se sube y quedo justo arriba de su despierto amigo.

—No tengas miedo de tocarme, Remus —tomo su mano y la dejo en mi cintura—. Tu me dijiste en el lago la otra tarde que eras todo mío —dejo un beso en las cicatrices que tiene en el puente de la nariz—, pues ahora me toca decirte que soy toda tuya. Tienes todo el permiso de tocar lo que quieras —beso la cicatrices de su mandíbula y siento sus dedos subir cada vez más, yendo a mi espalda a la vez que acerco mi boca a su oreja y hago la voz lo más sensual que puedo—, de besar lo que quieras —otro beso en la cicatrices que tiene en el cuello y siento tanto su piel como la mía erizarse—, y hasta lamber o hasta morder lo que quieras.

Atrapó el lóbulo de su oreja entre mis dientes, tirando ligeramente de él y bajo mis besos por su cuello. Sus manos llegan al broche de mi sostén y me sorprende lo fácil y rápido que se deshace de la única prenda que me cubría de la cintura para arriba.

Esta vez, si que dejó que mi cuerpo reacciones por sí solo y mi cadera se comienza a mover mientras sigo dejando besos en su cuello, subiendo de nuevo para adueñarme de su boca en un beso que, definitivamente, a subido de tono.

𝘼𝙡𝙣𝙞𝙩𝙖𝙠 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠// É𝙥𝙤𝙘𝙖 𝙈𝙚𝙧𝙤𝙙𝙚𝙖𝙙𝙤𝙧𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora