061: EMPEZARIA SU VIDA LIBRE

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La mansión Meadowes se encontraba en el habitual silencio, muchos podrían decir que hasta se encontraba abandonada, solo se veían a los elfos domésticos que se dedicaban a mantenerla limpia

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La mansión Meadowes se encontraba en el habitual silencio, muchos podrían decir que hasta se encontraba abandonada, solo se veían a los elfos domésticos que se dedicaban a mantenerla limpia.

Dorcas se encontraba en su habitación, hace una semana que habían salido de Hogwarts y en esa semana no había podido mandar ninguna carta a sus amigos, a su novia, su padre la había encerrado en la mansión.

Literal, no podía salir ni a los jardines, había confiscado su lechuza y ni siquiera la había dejado ir a ver la academia de aurores como Dorcas quería. Las cartas que le habían llegado habían sido arrojadas a la chimenea sin abrir.

Y Dorcas sabía que eso lo hacía para que no escapara, para que cumpliera con su compromiso.

Las discusiones eran pan de cada día, y ese día, oh, ese día sería uno muy pesado, porque los Rosier irían para terminar de planear la boda. Ese día Evan le entregaría el anillo y tomarían las fotos necesarias para ser publicadas al día siguiente en el Profeta, incluso podía ver el encabezado: La unión de dos grandes familias gracias a sus herederos; Evan Rosier y Dorcas Meadowes.

Dorcas quería gritar, quería prender fuego a toda la mansión aún si ella quedará atrapada entre las llamas. No quería. Se negaba a aceptarlo.

«No me quiero casar con alguien que se convertirá en un asesino» Pensaba ella sabiendo que eso es lo que Evan iba a hacer, si es que no lo hizo ya, unirse a ese mago tenebroso.

—Dorcas —la voz de su padre desde el otro lado de su habitación la hizo salir de sus pensamientos. Miró la puerta como si estuviera viendo algún dementor—, no tardan en llegar, así que apresúrate. Te quiero en la sala en cinco minutos.

No contestó, se quedó sentada en su cama, sintiendo como la respiración se le aceleraba, pero cerró los ojos, respiró profundo, tenía que controlarse. Abrió de nuevo los ojos y bajó la mirada al cuaderno que mantenía abierto frente a ella. Era la última opción que le quedaba.

Esa semana, después de enterarse del hechizo que su padre puso, Dorcas no descansó hasta encontrar el contra hechizo, entró a la oficina privada de su padre para buscar notas, apuntes, pero no encontró nada más que el hechizo que utilizo, por lo que no le quedó de otra que inventar su propio contra hechizo. Era la primera vez que cerraba uno y no sabía si serviría, pero tenía fe de que así sería.

Se puso de pie, tomó su varita y se acercó a la ventana. Miró hacia el bosque, era temprano, pero el día estaba nublado y frío, el bosque la esperaba si lo lograba. 

—Por favor, no falles —murmuro aparentando con fuerza su varita— Aperio liberum.

Dijo con voz clara y firme, y por un momento pensó que no había servido, porque no vio ni sintió nada, pero entonces se acercó, estiró la mano y pudo sentir la invisible pared que le impedía salir, la energía le envolvió la mano, pero pudo traspasarla.

𝘼𝙡𝙣𝙞𝙩𝙖𝙠 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠// É𝙥𝙤𝙘𝙖 𝙈𝙚𝙧𝙤𝙙𝙚𝙖𝙙𝙤𝙧𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora