Epílogo

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Han pasado dos meses desde que todos los schiavus fueron liberados.

Durante los primeros días, todo el reino fue un completo desastre. La gente hacía todo lo posible por sobrevivir o esconderse, mientras que una gran cantidad de schiavus invadía viviendas y saboteaba tiendas con tal de tener algo que comer y donde vivir. Muchos no sobrevivían por las heridas, otros solo querían venganza.

Tras unas semanas, todo se tranquilizó un poco, principalmente porque la cantidad de muertos había aumentado drásticamente, y los que quedaban con vida se habían asentado en viviendas que se negaban a abandonar por temor a ser atacados.

No obstante, parecía que poco a poco nadie buscaba agredir a otras personas; todo lo contrario. Ya no tenían porqué hacerlo.

Tras más de un mes y visto el poco progreso que se había hecho, muchas personas intentaron cambiar la situación. Aunque todavía había alimento de sobra, tarde o temprano necesitarían cazar animales, encargarse de los cultivos e implicarse en muchas de las otras profesiones esenciales para una buena vida.

Sabían que eran libres. Todos los nobles que tenían el dominio total del reino habían sido asesinados. Si querían salir adelante, todo dependía de ellos.

Por otro lado, en el bosque donde Midoriya y los demás habían decidido quedarse, la situación era mejor de lo que esperaban.

Himiko se ofreció a encargarse de Stain. No dijo dónde se lo llevaría ni qué haría con él, pero no podían quedárselo, y mucho menos soltarlo por ahí sabiendo que, aunque hubiera perdido la visión, no dudaría en intentar asesinarles de nuevo.

Al principio tuvieron algunos problemas para encontrar comida, principalmente porque eran diez personas y Kirishima todavía necesitaba recuperarse. Sin embargo, gracias a Tsuyu, que se encargó de enseñarles a todos cómo cazar animales, pescar y qué plantas o insectos eran comestibles, poco a poco pudieron mantener una alimentación diaria bastante buena... Aunque Kaminari siempre lograba escaquearse con la excusa de que debía de cuidar de Kirishima y, aunque esto fuese en parte cierto, lo hacía principalmente para poder estar a solas con su querido pelirrojo.

—No recuerdo la última vez que comí tan bien... —murmuraba Izuku con algunas lágrimas de felicidad tras hincarle el diente a un delicioso trozo de carne de ciervo.

La relación entre Midoriya y Bakugou había progresado... a su manera.

Era muy difícil encontrar momentos en los que pudieran estar completamente a solas, y si se daba el caso de que podían estar solos durante un rato, la situación terminaba siendo demasiado vergonzosa para ambos y al final no hacían nada.

Izuku podía notar lo inexperto que era Katsuki en esos temas, y lo peor era que él mismo también tenía nula experiencia en relaciones amorosas.

Ambos eran conscientes de que ahora había algo más entre ellos, y aquel beso lo había confirmado. Pero, quizás, necesitarían más privacidad; sobre todo si Izuku esperaba ver más del lado dulce de Katsuki.

Kirishima, cuando se recuperó lo suficiente como para poder caminar sin ayuda de nadie, decidió que lo mejor sería empezar a construir otra pequeña choza. Eran muchos, y le sabía mal que el resto tuviera que dormir en el suelo todas las noches, sobre todo cuando hacía mucho frío. Aún así, a estos no les molestaba en absoluto ya que utilizaban las pieles de los animales que atrapaban para abrigarse.

En cuanto a su relación con Kaminari, esta iba cada vez mejor. Aunque todavía no tenían toda la privacidad que les gustaría, dormían acurrucados todas las noches y, con el tiempo, dejó de importarles mostrar en público lo mucho que se querían con apodos muy cariñosos, besos y momentos bastante cursis.

Schiavus [Boku no Hero Academia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora