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Devuelvo el libro a la estantería tras no concentrarme en la lectura y veo a mi madre observarme por encima de su caballete.
-¿Quieres ayudarme?- pregunta sonriendo.
Respiro hondo y camino de nuevo al asiento junto a la ventana.
-Pintar es tu trabajo, no el mio- contesto apoyando la espalda en la pared y abrazando mis rodillas con la vista en el exterior.
Al poco tiempo diviso un carruaje acercarse y me levanto de golpe para correr a su recibimiento, ignorando el reproche de mi madre por mis malos modales y sin dejar de sonreír. Bajo las escaleras tan deprisa que tropiezo con las últimas, pero me recompongo enseguida y sigo avanzado.
Salgo al aire libre al tiempo que los caballos se detienen a unos metros de la gran escalera que da a la entrada.
—Emma— escucho una voz a mi lado y me fuerzo por controlar mi entusiasmo y no correr, de nuevo, hacia el carruaje, quedándome en el sitio y suspirando de felicidad.
Espero impaciente a que las dos personas pisen el suelo de tierra y se acerquen despacio a nosotros.
—Majestad, Alteza— saluda mi padre inclinándose levemente y me mira para que haga lo mismo.
Pongo los ojos en blanco apenas un segundo, en el que nadie me ve, y realizo una pequeña reverencia hacia Valerie y su padre.
Éstos sonríen y el rey se acerca a mi padre para charlar como si fueran viejos amigos cuando, en realidad, sé que apenas se conocen el uno al otro.
Aprieto los puños contra mi vestido por ese pensamiento pero los relajo al ver a Valerie frente a mí, sonriendo.
Estira sus manos para coger las mías y elevarlas al centro de ambas, acariciándolas mientras siento su mensaje en ellas.
—Valerie— su padre interrumpe nuestro contacto y retrocede para girarse hacia él—. Vamos, hija, tu madre estará ansiosa porque le cuentes las buenas noticias— habla sonriendo empezando a caminar al interior.
Observo como ahora ella rehuye mi mirada y avanza deprisa hasta dejarme sola con mi padre.
—¿Por qué siempre hacen eso?— pregunto a la nada mirando por donde se han ido.
Mi padre se dispone a contestar, pero unos pequeños pasos corriendo hacia nosotros le interrumpen.
—¿Dónde está Valerie?— pregunta mi hermana sofocada por la carrera.
Suelto una carcajada y me agacho a su lado.
—Ya habrías podido verla si no pasases el tiempo robando dulces de la cocina— contesto sonriendo dándole un suave toque en la punta de su nariz.
La niña levanta la vista hacia nuestro padre y éste se cruza de brazos agachándose también.
Antes de hablar, apoya una mano en su frente y suspira.
—Victoria, ¿cuántas veces te hemos dicho que no puedes hacer eso?
—Tú eres el jefe, puedes hacer más— responde encogiéndose de hombros.
Mi padre me mira sin saber qué contestar.
—A lo que papá se refiere— hablo tomándola por los hombros para que vuelva a mirarme—. Es que si comes tanto sabes que luego te duele la tripa y que no tienes ganas para cenar.
La pequeña ladea la cabeza confusa pero sé que lo ha entendido, así que me incorporo de nuevo y agarro su mano para también pasar al interior del castillo.

Me encuentro con Valerie en uno de los pasillos un par de horas después y no dudamos en abrazarnos con fuerza.
—Te he echado de menos— digo dejando un suave beso en su cuello antes de separarse. Miro a ambos lados antes coger sus manos y caminar juntas hasta llegar a su habitación, donde nos encerramos para pasar tiempo a solas.
—Emma— la escucho en un hilo de voz mientras me acerco a ella de nuevo.
Poso un dedo en sus labios y los repaso con suavidad antes de juntar los míos con fuerza.
—No es momento para ésto, Emma— habla intentando alejarme.
Me detengo y la miro frunciendo el ceño.
—Llevamos sin vernos un mes— digo acariciando su mano—. Creo que ya ha pasado bastante tiempo desde que...
—No podemos seguir con ésto— me interrumpe con lágrimas en los ojos.
Parpadeo varias veces y me siento despacio en la cama.
—¿Por qué?— pregunto mientras ella se coloca a unos metros de mí, guardando las distancias. Intento ignorar el dolor que su gesto me produce y la miro directamente— Podemos seguir mientras mantengamos el secreto, como llevamos haciendo hasta ahora.
Valerie niega con la cabeza y las lágrimas resbalan por sus mejillas.
—No puede haber más secreto— solloza en un susurro. Cierra los ojos y aprieta la tela de su vestido con fuerza.
Despacio, como si quisiera que entendiese las palabras a la perfección, anuncia:
—Estoy comprometida.

Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora