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Es curioso cómo un lugar que me ha sido familiar durante toda mi vida ahora se me antoje desconocido.
El pueblo, el camino al castillo y los guardias apostados en las verjas de éste, quienes hacen una reverencia para Valerie y nos dedican una sonrisa a mi padre y a mí.
—¿Dónde está mamá?— pregunta exaltada al encontrarnos con el rey al comienzo de las escaleras.
Sus ojos la recorren despacio y esboza una leve pero intensa sonrisa.
—No esperaba que fueras a traer compañía— habla mirándonos a mi padre y a mí—. Me alegro de veros, por supuesto, y estoy deseando que Eric me cuente todo sobre el nacimiento del bebé. Pero esperaba que todo fuera algo más.... familiar.
Observo a Valerie entornar los ojos y apretar los puños con fuerza, pero la detengo antes de que pueda hacer nada de lo que arrepentirse después.
—¿Cómo se encuentra la reina?— pregunto con suavidad acariciando el dorso de su mano, con la vista clavada en su padre—. Nos gustaría visitarla, si es posible.
El hombre vuelve a sonreír y gira en silencio para adentrarse en el castillo.
Todos le seguimos pero, de nuevo, Valerie se adelanta una vez que llegamos a las escaleras que conducen a sus habitaciones.
—¿Mamá?— su voz sale ahogada mientras se acerca despacio a la cama. Se arrodilla junto a ella del mismo modo y agarra sus manos apoyando en ellas la cabeza.
Está dormida y su respiración es pesada, pero Valerie sigue susurrando que no está lista para dejarla marchar. Que no puede hacerlo sin conocer a mi hermano, sin dejarla a ella conocer al suyo, sin vernos a ambas casarnos y gobernar.
Y de pronto el sueño vuelve: mi madre, los lamentos, los gritos de después. Todo hace que retroceda con brusquedad y me apoye en la pared cerrando los ojos con fuerza.
Los abro, y el rey y mi padre me están mirando. Uno preocupado y el otro confuso o, más bien, enfadado porque yo no soy quien debe importar ahora.
—Estamos cansados del viaje— habla volviendo a contemplar la escena del cuarto—. Si pudiese ofrecernos de nuevo nuestras antiguas habitaciones, llevaré a Emma a la suya para que duerma un poco.
El rey asiente y mi padre se acerca para tomarme del brazo, pero me zafo de su agarre alejándome un paso de él.
—Quiero quedarme con Valerie.
Su boca se abre para hablar, pero un gemido de dolor nos advierte del peligro y nos adentramos en la habitación.
Valerie se ha paralizado mientras la sábana empieza a teñirse de rojo, muy despacio, bajo el vientre abultado de la reina.
—Avisaré para que llamen al doctor— dice el rey dejándonos solos de inmediato.
Mi padre se acerca y la envuelve en su brazos en un intento de reconfortarla, y ella se derrumba cayendo al suelo de rodillas y encogiéndose sobre sí misma.
—Salgamos de aquí— susurra levantándose de nuevo y caminando hacia la puerta—. Dejemos a tu madre descansar y que el médico se ocupe cuando venga.
—No— solloza, pero se deja guiar por él sin siquiera revolverse.
El rey vuelve justo cuando salimos al pasillo y se encierra en silencio en el cuarto sin mirarnos.

Las horas pasan lentas, agonizantes, mientras esperamos en la salita a que el médico o alguna doncella venga a darnos noticias sobre el estado de la reina y el bebé.
Valerie sigue abrazada a mi padre, sentados en el sofá, y yo estoy en la mesa con una taza de té caliente en mis manos, mirando el contenido como si pudiese crear bajo el líquido un mundo donde todo vaya a ir bien.
—Alteza.
Todos alzamos la cabeza hacia la puerta, donde se encuentra uno de los criados con la vista fija en Valerie.
La observo por unos segundos y el corazón se me encoje al verla temblar, separando los labios pero sin ser capaz de pronunciar palabra.
—¿Cómo se encuentra la reina?— es mi padre quien hace la pregunta y el chico le mira apretando los labios.
—El rey quiere que informe a la Princesa de que su hermano está bien.
La taza se hace añicos alrededor de mis pies y el líquido moja mis zapatos y el bajo del vestido.
Mi padre respira hondo al mirar en mi dirección y hace un gesto de advertencia cuando el muchacho se acerca para limpiar el desastre.
—Yo me ocuparé— dice cogiendo su brazo para alejarlo de mí—. Por favor, acompaña a la Princesa y a mi hija al cuarto de la reina.
Me levanto como si la orden me la hubiese dado a mí y me acerco a Valerie para apoyarla en mi hombro y obligarla a caminar.
Su mano cae sobre el pomo de la puerta cerrada y lo único que se escucha al otro lado son los llantos del bebé. La siento respirar más rápido que nunca y sus piernas fallan haciendo que ambas caigamos al suelo cuando trato de sostenerla.
—Valerie— la voz del rey suena dolida, rota, al agacharse y tomar mi lugar en el abrazo a su hija—. Vamos a estar bien, ¿de acuerdo?— solloza acariciando sus cabellos con suavidad—. Vamos a estar bien.
Mis ojos se deslizan hasta el interior de la estancia, donde una doncella acuna al bebé y la reina descansa aún en la cama, en un plácido sueño del que no volverá a despertar.
Tomo aire con fuerza antes de levantarme y deshago el camino, de nuevo hacia la salita de té, para dejar intimidad a la familia.
Mi padre me abraza en cuanto me ve y yo me rompo al apoyarme en su pecho.







Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora