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Victoria se ha quedado dormida en mi pecho tras un largo rato en silencio, así que la tumbo con cuidado en la almohada y me levanto saliendo al pasillo.
Las palabras de mi padre no son ciertas y sé que solo hay una razón para que las haya pronunciado aunque no creyese en ellas. Porque todo su mundo se ha reducido a mi madre desde que la conoció. Porque no dejaría que nadie, ni siquiera su propia hija, la hiciese daño como lo estoy haciendo yo. Eso ha sido lo único verdadero de su discurso: no soportar la idea de que mi madre esté sufriendo por mí, porque todo el daño que dice que he causado es solo a cómo se siente ella, a su miedo constante por un futuro que no debe temer.
-Emma- mi abuelo sonríe acercándose y yo me detengo en seco-. Me alegra ver que estás mejor, nos tenías muy preocupados tras tu caída en el bosque.
Abro los ojos por no recordar y por pensar que mi padre quería contármelo y yo se lo he negado en rotundo.
-Sí- me fuerzo a sonreír apoyando una mano en la pared al notar que las piernas me fallan-. Ya me encuentro bien e iba a buscar a mi madre para decírselo.
Su expresión cambia de pronto entre el miedo y la preocupación.
-No creo que sea necesario- musita agarrando mi brazo con suavidad-. Ya te verá durante la cena y, además, Emily y yo queremos hablar contigo de un asunto importante.
Frunzo el ceño negándome a caminar cuando él lo hace, pero tira de mí sin apenas fuerza y me obliga a hacerlo de todos modos.
Mi abuela sonríe tras su escritorio al verme entrar y se levanta para recibirnos. Hace un gesto con la cabeza hacia una de las sillas frente a mí y yo me siento despacio mientras mi abuelo se coloca a su lado.
-¿Puedo dar yo la noticia?- le escucho susurrar emocionado.
Ella ríe por lo bajo y acaricia su mano de forma sutil.
—Puedes hacerlo— contesta juntando ambos labios apenas unos segundos.
Sonríen de nuevo al separarse, sin querer hacerlo todavía, volviendo a centrar su atención en mí.
—Tenías razón. Tus padres no pueden gobernar, menos Ashley, ya que ha pasado 15 años alejada de su reino y, ya que Eric no podrá hacerlo sin ella, Valerie y tú seréis las siguientes cuando Emily y yo abdiquemos de aquí a unos años.
—Papá dijo que no estaríais dispuestos a seguir gobernando hasta que cumpliese los 21, que estabais cansados y os gustaría delegar vuestro cargo a mi madre y a él cuando el pueblo nos conozca a Vicky y a mí como sus Princesas.
Se miran hablando en silencio y es mi abuelo quien vuelve a contestar.
—En principio íbamos a hacerlo, sí. Pero creemos que es mejor para Ashley centrarse solo en el bebé, tanto ahora con el embarazo como con su cuidado cuando nazca. Y obviamente Eric querrá ayudarla en todo lo que pueda, así que no podemos pedirle que la obligue a aceptar un cargo tan grande como lo es gobernar.
—Eso solo es una excusa— digo en una carcajada, cruzándome de brazos—. No queréis que mi madre gobierne porque sabéis cuánto teme hacerlo y por fin habéis cedido a sus súplicas. Y si no se hubiesen marchado tal vez habría sido igual: habríais descubierto su embarazo y me hubieseis educado a mí como la siguiente heredera en lugar de a ella.
—¿Qué te hace pensar eso?— inquiere mi abuelo imitando mi gesto y alzando una ceja.
Respiro hondo antes de volver a hablar, pero de pronto me doy cuenta de mis palabras y solo un sollozo sale de mi garganta. Porque no es mi madre quién me odia, soy yo. A ella, a mí, a mi padre... A todos los que me rodean ahora y los que lo han hecho en toda mi vida. Odio a mis padres por mentirme, odio a Victoria por su exceso de entusiasmo ante cualquier nueva situación, odio a los padres de Valerie por no permitir que su hija sea verdaderamente feliz y la odio a ella por siempre excusarse en su Corona en lo relacionado a nosotras.
Una mano se posa en mi hombro y me aferro a ella con desesperación.
—Quizá deberías seguir descansando hasta mañana— susurra mi abuelo con suavidad.
Respiro hondo y asiento despacio, a lo que él me ayuda a levantarme para regresar a mi habitación.
Mis padres salen de la suya al tiempo que llegamos a la puerta y ambos me miran preocupados.
—¿Te encuentras mejor?— pregunta mi madre acercándose.
Desvío la mirada al suelo cuando está junto a mí y aprieto levemente el brazo de mi abuelo.
—Iba a acostarse de nuevo— aclara soltando mi agarre despacio y atrayéndome hacia él—. No podemos permitir que ocurra un imprevisto durante su fiesta de mañana, así que seguirá descansando hasta entonces para encontrarse totalmente recuperada cuando llegue la hora.
—Por supuesto— ella me mira forzando una pequeña sonrisa y apretando los puños—. Es lo mejor si no queremos que también arruine cada una de las fiestas que dais.
—No quería decir eso, cariño.
Mi madre alza las cejas y se aleja para encerrarse de nuevo en su habitación.
Observo a mi padre respirar hondo y acercarse a la puerta para intentar consolarla, así que le hago un gesto a mi abuelo para que nos adentramos en mi cuarto y me acueste en la cama como si volviese a ser pequeña.
—Si necesitas algo llama a las doncellas y acudirán enseguida— dice bajito acariciando mi mejilla con suavidad y sonriendo.
Asiento respondiendo a su gesto y deja un leve beso en mi frente, marchándose después.
—Emma— Vicky susurra a mi lado todavía adormilada y me acerco pegándome a ella— ¿Crees que mamá y papá querrán jugar con nosotras?
Frunzo el ceño entrelazando nuestras manos, acariciando su dorso con suavidad.
—Recuerda lo que ocurrió la última vez, cariño— cierro los ojos y vuelvo a respirar hondo—. Y mamá no se encuentra muy bien ahora, tampoco, así que mejor dejar los juegos para otro momento, ¿vale?
La pequeña aprieta los labios y sus ojos se humedecen al instante.
—Tengo una idea— sonrío apartando una lágrima que empieza a resbalar por su mejilla—. ¿Y si vamos tú y yo a la cocina para hacer una tarta que podamos comer después todos juntos?
—¿Y puede ser de chocolate?— pregunta en un leve sollozo aunque sonriendo.
Amplio mi gesto y dejo un largo beso en su mejilla.
—Podemos hacerla como tú quieras, del sabor que quieras y con todos los pisos que quieras.
Su risa inunda el lugar y no tarda en levantarse para correr hacia el pasillo.
—¡Vicky!— exclamo riendo también al seguirla.
Mi hermana se detiene en la puerta y agarro su mano para volver a correr hasta llegar a la cocina.



Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora