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Victoria corre por el campo saltando entre las piedras y deteniéndose de vez en cuando para coger las flores que ve. Mi madre y yo la observamos varios metros por detrás, caminando tranquilamente y disfrutando del buen tiempo.
No hemos vuelto a hablar desde que hemos salido a los jardines.
-¡Mami, Emma, mirad!- exclama viniendo hacia nosotras sin dejar de sonreír.
Extiende sus pequeñas manos mientras mi madre y yo nos agachamos para mostrarnos una de las cosas que ha encontrado.
-Es un corazón- sonrío rozando la piedra grisácea con mis dedos.
-Es igual que tu collar- dice colocándola al lado de la piedra azul que se balancea despacio en el aire.
-Entonces ésta puedes quedártela tú- carraspea mi madre cerrando la mano de mi hermana alrededor del objeto.
Victoria permanece pensativa unos segundos y vuelve a mostrar la piedra, ésta vez solo a mi madre.
-Para tí- responde ampliando más su sonrisa.
-Gracias, cariño. Es preciosa.
Su voz tiembla al hablar, al igual que su mano cuando la piedra cae sobre su palma y al cerrar el puño con fuerza sobre ella.
-¡Ten cuidado, mami, o la romperás!- exclama la pequeña intentando que relaje su agarre aunque sin conseguirlo.
Coloco una mano en su hombro y su vista, aterrorizada, se clava en mí como pequeños cuchillos.
-¿Y si descansamos un poco?- propongo sonriendo.
Mi madre se agacha despacio hasta sentarse en la hierba y la observo hundir los dedos en la tierra con fuerza, pero no diga nada y me siento a su lado abrazando mis rodillas.
-Yo quiero seguir buscando cosas bonitas, ¿puedo?- Victoria mira a mi madre ansiosa por que su respuesta sea positiva, pero ella parece estar sumida en sus propios pensamientos y no la escucha.
-Claro que puedes, Vicky- respondo en su lugar-. Pero no te alejes demasiado, ¿vale?
Mi hermana asiente con energía y se aleja de nuevo para seguir con sus juegos.
Me tumbo cerrando los ojos con la esperanza de que mi madre vuelva a reaccionar, pero sigue inmóvil y todo su cuerpo tiembla de nuevo.
-Mamá- la llamo incorporándome y colocando una mano en su hombro.
Ella se sobresalta y se gira despacio para mirarme aunque sé que todavía sigue lejos de aquí.
-¿Te encuentras bien?- pregunto bajito empezando a preocuparme de verdad.
Aún sin hablar, niega con la cabeza mientras las lágrimas resbalan por sus mejillas y solloza antes de apoyar su cabeza en mi pecho, abrazándome con tanta fuerza que siento que dejo de respirar.
Cuando la miro, sus ojos están fijos en mi collar entre una mezcla de miedo y añoranza.
—No puedo contarte algo que me duele recordar— murmura apretándose de nuevo contra mí.
Acaricio su cabello rubio cobrizo con suavidad y la acuno de la misma forma que mi padre.
—No necesitas hacerlo— susurro besando su cabeza—. Siento haber preguntado por ello.
Sus ojos grises se clavan en los míos y se acerca despacio para dejar un largo beso en mi frente.
—Gracias por estar conmigo— sonríe pegando su frente a la mía con los ojos cerrados—. Echaba de menos éstos momentos, como cuando eras pequeña y te tenía solo para mí.
Pongo la mano sobre su mejilla y la aprieto con suavidad.
—Aún me tienes— susurro.
Ella niega con la cabeza separándose y vuelve la vista al frente.
—No de la misma forma.
El tiempo pasa el silencio, ella jugando con las briznas de hierba y acariciando su vientre y yo mirando al infinito, hasta que escuchamos a Victoria gritar a los lejos. Ambas nos miramos asustadas y nos levantamos sin pensar para correr hasta donde está la pequeña.
—¡Vicky!— exclama mi madre al verla encogida en el suelo con las manos sobre su rodilla.
Se agacha junto a ella y la coloca en su regazo para inspeccionarla.
—¿Qué ha pasado, cielo?— pregunto poniéndome frente a ella y acariciando su mejilla.
Mi hermana me mira sollozando y se aprieta a mi madre antes de contestar.
—Solo quería coger la flor que había en ese árbol— señala con el dedo una rama que está a varios metros de altura.
—¿Has trepado por él tú sola?— pregunta mi madre tratando de controlar su enfado y la pequeña se encoge en sus brazos— ¿Sabes lo que podría haber pasado sí...
—Mamá, deberíamos ir a limpiarle la herida, ¿no crees?— la corto antes de que diga algo que asuste más a mi hermana.
Ésta suspira y se levanta con Victoria en brazos para volver al interior del castillo. Me mantengo a su lado en todo momento, nuestras manos enlazadas con fuerza, hasta que llegamos a la cocina y mi madre pide que traigan lo necesario para atender a la pequeña.
La gente, a pesar de que no es la reina, la obedece, tal vez por no soportar ver llorar a una niña.
Me acuclillo junto a ella cuando está sentada en una silla y apoya la cabeza en mi hombro sin dejar de sollozar.
—Seguro que solo ha sido un rasguño— sonrío mientras mi madre levanta la falda de su vestido, que tiene un pequeño círculo rojo, para encontrándonos con una herida apenas profunda pero sí algo grande.
—¡Me va a doler, mami, no quiero!— llora intentando alejarse cuando ve que un empleado deja unos trapos limpios y un cuenco con agua sobre la mesa.
—Solo serán unos minutos— dice relajada mientras moja uno de los trapos y después lo escurre antes de acercarlo a su rodilla, dando pequeños toques con suavidad limpiando la sangre que empieza a secarse en su piel.
La pequeña cierra los ojos apretando más mi agarre y escondiéndose en mi cuello hasta que escucha a mi madre decir que ha terminado.
—¿No ha sido para tanto, verdad?— pregunta vendado la herida con el trapo seco.
Victoria hace un ruidito en respuesta sin separarse de mí mientras mi madre se levanta para devolver las cosas a su sitio.
—Y ni siquiera he conseguido coger la flor— suspira provocando que suelte una carcajada.
—La próxima vez ven a pedirnos ayuda, ¿de acuerdo?— digo sonriendo acariciando su cabello.
Ella asiente aún escondida y, tras unos segundos, la siento acurrucarse entre bostezos, así que me levanto con cuidado y camino hasta su habitación para acostarla en su cama.
—¿El paseo no ha sido tan placentero como esperabas?— escucho la voz de Valerie desde la puerta y sonrío mientras termino de arropar a mi hermana.
La observo acercase con rapidez y fundir sus labios con los míos haciéndome retroceder. Sus manos se apoyan en mis hombros con fuerza y sonríe al verme atrapada en la pared.
—Aquí no, Valerie— susurro mientras sus labios se deslizan por mi cuello—. Vicky podría despertarse y descubrirnos.
Su aliento me hace cosquillas al separarse y su mirada, lujuriosa, se encuentra con la mía.
—En tu cuarto, entonces— susurra tirando de mí para llegar a él cuanto antes.
Me atrapa de nuevo tras cerrar la puerta a su espalda y sus manos no tardan en recorrerme dándome placer.
—Mi momento favorito es cuando estoy contigo— murmura llevándonos hasta la cama.
Ambos vestidos no tardan en desaparecer de nuestros cuerpos y sus manos se enredan en mi cabello mientras ahora son las mías las que recorren su piel.









Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora