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Un castillo diferente. Un reino diferente. Todo nuevo y a la vez tan familiar.
Algunas personas miran asombradas hacia el carruaje mientras avanza despacio por las calles del pueblo, como si quisiera resaltar que su Princesa sigue viva; que ha regresado para darles a todos un futuro igual o mejor de lo que tienen ahora.
Pero yo sé que no lo hará y no solo por sus temblores más que evidentes.
-Casi estamos en casa- sonríe mi abuelo mirando a mis padres.
Él imita su gesto, ella vuelve a esconderse en su pecho y puedo sentir su dolor desde la poca distancia que nos separa.
-No estamos aquí por tí, si no por Emma- susurra mi padre contra su cabello con suavidad-. Ésta vez no serás a quién la gente mire cuando...
-¿Cómo no te cansas?- interrumpe mi abuelo y mi padre alza una ceja al mirarle.
-La quiero.
-Y yo- carraspea acomodándose en el asiento, provocando que mi madre se encoja más sobre sí misma-. Pero no por ello vamos a engañarla toda su vida.
Alarga la mano hasta alcanzar la suya y tira con suavidad obligándola a que le mire.
-Cuando lleguemos al castillo saldremos a saludar- pronuncia despacio las palabras al tiempo que los ojos de mi madre se inundan-. Y tú y Eric estaréis a nuestros lado como los siguientes herederos al Trono que sois.
Me mira y noto cómo el aire escapa de sus pulmones.
-Emma no podrá gobernar ahora por mucho que lo quiera, Ashley. No hasta que cumpla los 21.
Ambas fruncimos el ceño y él suelta una carcajada.
-No pensaréis que vamos a cometer el mismo error dos veces, ¿verdad?
De pronto pienso en Valerie y en todo lo que ha tenido que soportar desde que era una niña de no más edad que Víctoria. Y en como mi madre, en cambio, pudo disfrutar de su niñez por completo; sin responsabilidades de las que preocuparse hasta que subiera al Trono.

Las trompetas nos reciben y los guardia forman una fila a modo de pasillo en las escaleras.
Bajamos despacio: yo primero, después mis abuelos y, por último, mi padre, que se gira de nuevo hacia el interior para coger con cuidado a Victoria en brazos ya que lleva dormida todo el camino.
Mis abuelos miran a mi madre, que permanece sentada con la mirada perdida y las manos apretando el vestido.
-La gente espera por nosotros- escucho a mi abuelo y, en efecto, una multitud se encuentra tras las puertas cerradas a varios metros de aquí-. Están esperando por tí, Ashley.
Se levanta muy despacio saliendo de la misma forma, como si se estuviese obligando a hacerlo y, en parte, así es.
Comienza a avanzar más rápido cuando ambos pies tocan el suelo, pero mi abuelo la detiene antes de que pueda subir las escaleras.
-Deja ya de comportarte como una cría- murmura enfadado apretando el agarre en su brazo-. Sabías que tendrías que hacer ésto. Lo sabías todo aunque no llegases a ponerlo en práctica porque decidiste que era mejor escaparte que luchar.
-¿Luchar?- repite en una carcajada que termina en un sollozo. Se aparta de él y le mira desafiante-. Yo nunca quise luchar y lo sabíais desde el principio.
La expresión del hombre parece relajarse ante el evidente dolor de su hija. Mira de nuevo a la multitud y cierra los ojos unos segundos.
-Solo tendrás que saludar desde lejos- explica sonriendo.
Pero mi madre vuelve a negar, y vuelve a alejarse, corriendo hacia el interior del castillo sin que nadie más se lo impida.
-Creo que todos estamos cansados del viaje- interviene mi abuela con suavidad, posando una mano en el hombro de su marido-. Tal vez debamos centrarnos en nosotros antes de dejar que la gente nos vea.
-Pero ya lo han hecho, Emily.
Ella sonríe y le obliga a mirarla, tomando sus mejillas y dejando un leve beso en sus labios.
-Sabes a qué me refiero.
Mi abuelo cierra los ojos y respira hondo.
—Decidles que se vayan— ordena a los guardias con amabilidad—. Que les recibiremos en la fiesta de  presentación de las niñas al final de la semana.
Los hombres asienten y marchan en silencio hacia la gente que ansía poder ver a su familia real.
Salvo que ya no somos una familia, no completa al menos, desde que Jared se fue al descubrir cómo sus padres le utilizaron.
Sacudo la cabeza y aprieto los labios ya que no tendría que preocuparme por alguien que no lo hace conmigo; pero no puedo evitar pensar, de nuevo, que si mis padres no se hubiesen marchado su odio hacia mí tal vez nunca existiría.
—Emma— la voz suave de mi abuela me devuelve a la realidad—. Vamos, cariño, os llevaremos a vuestras habitaciones para que podáis descansar hasta la cena.
Esbozo una pequeña sonrisa y sigo a todos en silencio aunque los pensamientos, tanto buenos como malos, sigan amontonándose dentro de mi cabeza.

Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora