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El espejo me devuelve el rostro de alguien a quien me cuesta reconocer.
A pesar de que solo han pasado un par días desde que llegamos, siento que llevamos desde siempre en esta vida.
-Estás preciosa, Princesa- mi padre sonríe apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho.
Y me giro despacio para mirarle, y me acerco a él de igual manera, rompiéndome de nuevo como la última vez.
-No puedo hacerlo, papá- sollozo escondiendo la cara en su pecho.
Él deja un suave beso en mi cabeza y me abraza con más fuerza, pero le escucho respirar hondo, agotado.
-¿Te refieres a la fiesta o a gobernar?- pregunta sin expresión alguna apoyando la barbilla en mí-. Porque te recuerdo que todo esto fue idea tuya. Que tu madre y yo queríamos para vosotras una vida alejada de aquí y tú lo has... Arruinado.
Me separo para mirarle aún con lágrimas en los ojos y una sonrisa maligna se curva en sus labios.
Y ya no es mi padre a quién tengo delante, si no a Jared, el cual me aparta de un empujón haciendo que tropiece y caiga al suelo.
-La pequeña bastarda no podía conformarse con su vida- gruñe acercándose de nuevo al tiempo que yo retrocedo asustada.
Con un movimiento rápido y sin que pueda evitarlo, me levanta agarrándome por el cuello y apretando con fuerza.
-Solo tenías que quedarte allí, Emma. Dejarlo todo como estaba. Pero tú siempre tienes que conseguir lo que quieres, ¿verdad?
El aire comienza a faltarme y sus ojos llenos de odio son lo último que consigo ver.
No grito ni me incorporo asustada cuando despierto, tan solo me quedo tumbada con la vista fija en el techo mientras me centro en calmar mi respiración.
Pero alguien llama a la puerta y me obliga a levantarme.
Mi madre se encuentra frente a mí, todavía claramente asustada, y avanza en silencio al interior de la habitación sin que le haya dado permiso para hacerlo.
-¿Qué es tan importante para que vengas a verme a estas horas?- pregunto cerrando de nuevo la puerta en un tono más borde del que pretendo.
Ella sigue ignorándome y camina hasta salir al balcón, apoyándose en la barandilla con la vista fija en el oscuro cielo.
-Apenas hay estrellas- susurra cuando me coloco a su lado.
Frunzo el ceño y observo que sus dedos están apretados con demasiada fuerza a la piedra, por lo que estiro la mano y envuelvo la suya en un intento de relajarla. Sonrío al ver que funciona.
-A veces me sentaba y las contemplaba por horas, sobre todo cuando no quería dormir para que las pesadillas no me atacasen.
-¿Y funcionaba?- pregunto en su mismo tono de voz acercándome un poco más.
Ella me mira esbozando una leve sonrisa.
-Pocas veces- respira hondo y se gira de nuevo para regresar al interior-. Entonces salía de la habitación e iba a mi sala particular para pintar hasta que todo miedo se esfumara.
-¿Es ahí donde has estado todo el día?- pregunto mientras se sienta en la cama.
Asiente y se tumba en el colchón cerrando los ojos con un suspiro.
-Es la primera vez que los colores no consiguen liberarme del dolor.
La imito despacio y me giro hacia ella para mirarla en la oscuridad, obsevando cómo las lágrimas se deslizan por sus mejillas.
-Quizá sea porque no es solo tuyo- susurro entrelazando nuestras manos con suavidad.
Abre los ojos y yo los cierro como si así pudiera evitar que me viese.
-Creo que todos somos egoístas- hablo en un hilo de voz, apretando tanto el agarre como mis párpados-. Tus padres, Jared, tú, yo... Seguro que hasta papá y Vicky lo han sido o lo serán alguna vez.
Mi madre suelta una carcajada y la siento incorporarse.
-Somos esa clase de familia entonces- musita suspirando-. La que solo se preocupa por ellos mismos sin tener en cuenta a los demás.
Quiero decirle que no me refiero a eso, pero me estaría mintiendo a mí misma, así que solo la miro de nuevo dejando que el silencio se haga presente entre las dos.
Salvo que, cuando quiero volver a hablar, no me salen las palabras ni ningún otro sonido, porque la mano de Jared se encuentra de nuevo en mi cuello, apretando con fuerza hasta conseguir librarse de mí.
Mi madre me mira asustada cuando me incorporo de golpe consiguiendo volver a respirar. Agarra mis manos despacio y nos levanta para salir de la habitación, ambas todavía nerviosas.
Respira profundo al llegar a un gran salón de baile y me hace un gesto para que la imite.
-Tu fiesta se aproxima- habla bajito apretando los puños en la tela de su camisón-. Y creo que es mi deber como madre enseñarte a bailar...
-Ya sé hacerlo- la interrumpo recibiendo una mirada de reproche.
-... Como una Princesa.
Trago saliva al pensar en mi sueño y por un momento pienso en salir corriendo de allí.
-¿Qué diferencia hay a cómo lo hago ahora?
Ella se encoge de hombros, sonriendo, y toma de nuevo mis manos para arrastrarme al centro de la sala.
-Quiero enseñarte lo único que apreciaba de mi posición- susurra colocando una mano en mi espalda y la otra entrelazada con la suya en el aire.
Sonrío, asintiendo, y empezamos a movernos por la estancia.
-¿Era lo único que te gustaba como Princesa?- pregunto tras unos minutos concentrada en los pasos- ¿Bailar durante las fiestas organizadas por tus padres?
-Más o menos- desvía la vista y frunce los labios-. Me gustaban los bailes, sí. Pero no que toda la gente se me quedase mirando solo por ser...
De pronto se detiene y me suelta con brusquedad, sus ojos inundados en lágrimas.
-¿No te gustaba ser el centro de atención solo por ser la heredera?- pregunto bajito acercándome despacio a ella.
Niega con la cabeza sin mirarme dejando que las lágrimas empapen de nuevo su rostro.
-Es irónico, ¿no?- solloza en una carcajada-. Querer buscar mi propio camino en la vida cuando ya lo tenía desde niña.
-Pero dijiste que no lo querías. Que tenías miedo de nunca poder...
-¡Porque me negaba a verlo!- grita alejándose de nuevo. Su mirada se ensombrece provocando que me encoja un poco-. ¡Mis padres me lo repetían, constantemente! ¡Me decían que no debía intentar imitarles en su reinado, que podía gobernar a mi manera y la gente me seguiría queriendo igual!- su voz se rompe y se agacha despacio hasta sentarse en el suelo, escondiendo la cabeza entre las piernas-. Pero no quise enfrentarlo y preferí escapar.
Quiero acercarme y decirle que nunca fue culpa suya, quiero abrazarla y consolarla igual que ella hizo conmigo la última vez. Pero no soy capaz de moverme ni de articular palabra.
-¿Qué ha pasado?
Mis ojos se desvían de inmediato a los de mi padre, que camina apresurado hacia nosotras, hacia mi madre, para agacharse a su lado y envolverla en sus brazos.
-Fue culpa mía, Eric- solloza apretándose contra su pecho.
Él la intenta tranquilizar acariciando su espalda y su cabello con suavidad, pero solo parece causar el efecto contrario.
Y yo consigo moverme, consigo reaccionar, consigo ser consciente de todo antes de salir corriendo al exterior ignorando la voz preocupada de mi padre llamándome; porque sé que se quedará con ella.
Cuando levanto la vista al cielo al apoyarme en la barandilla, un millar de estrellas brillan sobre él.






Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora