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Valerie y yo nos miramos. Estamos tan cerca que podríamos besarnos, podríamos tocarnos y que todo lo que nos rodea dejara de existir. Pero no lo hacemos.
Suelta un suspiro pesado antes de alejarse y hacer que me tambalee un instante hacia delante.
-No puedo hacerlo- habla con firmeza en su voz, como siempre le han enseñado que debe hacer-. No puedo pedirle a mis padres que, si ambos bebés son varones, cancelen el matrimonio de mi hermano con Victoria solo para que también pueda tener una oportunidad de querer.
-No sería solo por ella- musito tratando de acariciar su mejilla, pero vuelve a apartarse de golpe-. Qué pasa si tu hermano tampoco llega a quererla jamás, ¿seríais capaces de condenarle a una vida sin amor solo para mantener a salvo vuestra Corona?
Alza una ceja y se cruza de brazos.
-Sabrá tan bien como yo cuál es su deber desde pequeño. Y estoy segura de que, con el tiempo, llegarán a quererse.
-Pero no tiene sentido si no ocurre desde el principio- sollozo sin darme cuenta-. No quiero privarles de que tengan una historia como la nuestra, como la de mis padres o la de mis abuelos.
Pestañea despacio, demasiado, y chasquea la lengua en un acto de desaprobación.
-Fuiste tú quien dijo que la Corona prevalece sobre la familia.
Se marcha sin darme tiempo a replicar, aunque tampoco puedo hacerlo debido a los sollozos que se atascan en mi garganta, los cuales salen de inmediato cuando me quedo sola en el pasillo.
Me apoyo en la pared respirando con dificultad y me deslizo hasta el suelo, encogiéndome.
Porque ya no quiero nada de esto. Porque solo quiero que todo vuelva a la normalidad. Pero sé que una cosa no puede existir sin la otra.
Enredo las manos en mi cabello y tiro de las hebras con fuerza hasta sentir que algunos mechones se sueltan.
La risa de mi hermana a lo lejos me distrae por un momento, seguida de la de mi madre. Pero ninguna es suficiente para hacerme olvidar el dolor. Uno que yo misma he causado tanto en mí como en la gente que me rodea.
Noto como alguien se sienta a mi lado y me hago un poco más pequeña.
-Está bien si quieres marcharte- susurra mi padre atrayéndome hacia él y yo me dejo hacer-. Sé que tus abuelos lo entenderán, porque no podrían dejar que su nieta sufriese de la misma forma que su hija.
Reprimo los sollozos que se siguen acumulando en mi pecho y me acomodo sobre su hombro.
-Pero ahora que Jared se ha ido, y que mamá no quiere gobernar, Vicky y yo somos...
-No todavía, Emma- alza un poco la voz obligándome a mirarle-. No hasta que tú y Valerie cumplaís 21- cierro los ojos para asestar mejor el golpe que voy a recibir-. Y no hasta que sepamos si uno de los dos bebés es un niño.
Y en el caso de que ninguno lo sea, Valerie y yo perderemos toda oportunidad para seguir juntas.
-No debí hacer nada- sollozo escondiendo la cabeza en su pecho-. Debí dejarlo todo como estaba; que Jared y Valerie contrayesen matrimonio y seguir siendo su...- ahogo la palabra en otro mar de lágrimas y me aferro a mi padre con fuerza- Lo siento- susurro apretando los párpados y sintiendo las mejillas cada vez más calientes.
Pero ya está hecho. Y ya no lo puedo arreglar.
Mi padre sonríe y deja un largo beso en mi cabeza.
-¿Quieres que hagamos algo hasta tu siguiente lección?- pregunta incorporándose despacio para que yo también lo haga.
Le miro y él seca mis mejillas con suavidad.
-¿Pueden venir también mamá y Vicky?- desvía la mirada pero yo agarro su mano con fuerza-. Por favor. Os necesito.
-No sé si tu madre querrá verme.
-Alguno tiene que dar el primer paso- hablo acercándome un poco más-. ¿O es que queréis estar enfadados para siempre? Porque eso es mucho tiempo.
Su semblante palidece al imaginar una vida alejados y sonrío por mi victoria.
-¿Puedes quedarte a mi lado mientras hablo con ella? Así tendré un hombro en el que llorar si me rechaza- bromea, en parte, y yo asiento besando su mejilla.
Respira hondo despacio antes de agarrar mi mano y caminar en busca de mi madre.

Una frase. Ocho palabras. Una risa cuando mi madre niega diciendo ser la culpable y mi padre hace lo mismo después. Un largo beso y un abrazo. Una caricia a su vientre. Una sonrisa sincera.
-Lo siento- repiten de nuevo, esta vez al unísono, con las frentes pegadas y los ojos cerrados.
-Y ahora que todo vuelve a estar bien, ¿podemos jugar ya?- inquiere la pequeña revolviéndose sobre mi regazo.
Pero mis padres no se separan. No hasta que hayan compensado el tiempo, aunque haya sido poco, lejos del otro.
-¡Emma!- vuelve a quejarse mi hermana, mirándome con seriedad.
Pero yo no puedo apartar la vista de ellos, de su amor tan puro. De su promesa en silencio para toda la eternidad.
Vicky se levanta de un salto brusco y se acerca para separarles.
-Es todo muy bonito, pero papá ha dicho que íbamos a jugar todos juntos cuando terminaseis de hablar y ya habéis acabado- recrimina cruzándose de brazos y pasando la vista de uno a otro-. Así que vamos a hacer lo que hemos venido a hacer.
Ambos sueltan una carcajada y se agachan a su altura.
Mi padre es el primero en actuar, abrazándola tan fuerte que creo que la pequeña se quedará sin respiración en segundos.
-No crezcas tan rápido, por favor- habla aún con la voz pastosa por las lágrimas de hace unos minutos.
Mi hermana balbucea algo que no somos capaces de entender ya que su rostro se encuentra contra el pecho de mi padre.
Otra carcajada por parte de mi madre, siendo su turno de intervenir. En cuanto mi padre suelta a Victoria, agarra su mano y acaricia su mejilla con suavidad, haciendo que la pequeña sonría. Pero ella tan solo deja un beso en su frente antes de volver a incorporarse.
-¿Qué queréis hacer?- pregunta mirándonos a los tres.

Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora