64

0 0 0
                                    

La carroza se detiene para que los caballos descansen tras horas de viaje.
Valerie y mi padre está dormidos, ella a mi lado y él frente a mí, así que me levanto despacio para no despertarles y salgo al exterior a dar un paseo para desentumecer mis piernas.
-Alteza, no debería adentrarse sola en el bosque, podría ser peligroso- escucho la voz del cochero y esbozo una pequeña sonrisa.
-No iré muy lejos- contesto dándole la espalda y sin dejar que me reproche nada más.
Aparto las ramas bajas de los árboles y tiro de la tela de mi vestido cuando se engancha en unos arbustos. Me siento sobre la hierba húmeda cuando llego a un pequeño claro y cierro los ojos para escuchar a mi alrededor.
El aleteo de los pájaros alzando el vuelo, el viento frío agitando los árboles con suavidad, el agua del arroyo que se encuentra a unos metros... Y pisadas acercándose a mí.
Me tenso abriendo los ojos de golpe y me levanto para volver al carruaje, pero me relajo al ver a mi padre sonreír por encontrarme.
-No vuelvas a marcharte sin avisar- dice acercándose.
Enarco una ceja y me cruzo de brazos, sabiendo lo irónico que es por su parte que me riña justo por eso.
Vuelvo a sentarme y él me imita segundos después, manteniendo una distancia que no he pedido pero no puedo evitar agradecer. Quizá así no me rompa tan fácil.
-Estamos perdiendo tiempo- digo poniéndome de nuevo de pie-. Deberíamos seguir para llegar a Alaria cuanto antes y asegurarnos de que Valerie puede ver a su madre.
Ignoro el nudo en mi garganta que provocan esas palabras y observo a mi padre por una respuesta, pero solo mantiene la vista al frente y abraza sus rodillas.
Comienzo a ponerme nerviosa y estoy a punto de obligarle a levantarse cuando su mirada choca con la mía.
Sé lo que espera con su silencio, y no se lo voy a permitir, así que aprieto los puños y me alejo de vuelta al carruaje.
Me aferro a Valerie cuando me adentro en él y escondo la cara en su pecho. No hace preguntas, solo me rodea con los brazos y me aprieta más contra sí.
Escucho a mi padre decirle al cochero que debemos continuar aun si los caballos no se han repuesto del todo, a lo que el hombre rechista pero termina aceptando.
Sube en silencio y se coloca en la esquina contaria a nosotras, con la vista perdida en el horizonte.
Yo le miro, todavía escondida, sin esperar que se dé cuenta. Pero lo hace, a los pocos segundos, girando la cabeza para que nuestros ojos se crucen. A propósito, porque sonríe cuando me hago más pequeña sobre el cuerpo de Valerie.
Creo que así es como me ve ahora mismo: una niña pequeña. Y creo que es como quiero que me vea, al menos por un tiempo.
Igual que mi madre.
Cierro los ojos y respiro hondo al haber encontrado sin quererlo otra similitud.
Siento a Valerie removerse incómoda y soy consciente de que me he apretado muy fuerte contra ella, así que me separo despacio tan solo apoyando la cabeza en su hombro.
La risa de mi padre inunda el espacio cuando el carruaje empieza a moverse.
—¿Qué es gracioso?— pregunto incorporándome y frunciendo el ceño.
—Emma— Valerie susurra a mi lado y aprieta mi mano con suavidad.
La miro, miro a mi padre, de nuevo a ella y de nuevo a él, alternando la vista tan rápido como lo hace mi respiración.
Otra vez cierro los ojos, otra vez cierro los puños y otra vez odio a mi madre, aunque ni siquiera esté aquí.
Porque todo es culpa suya.
No sé en qué momento he empezado a llorar. No sé cuándo mi padre se ha arrodillado frente a mí y ahora está acunando mi rostro con mimo, acariciándolo cada pocos segundos para borrar las lágrimas que surgen.
Me dejo caer a su lado y me aferro a su pecho con fuerza, igual que he hecho con Valerie minutos atrás.
—Tranquila, mi niña— susurra deslizando las manos por mi cabello y acunándome despacio de un lado a otro.
—Lo he hecho mal, papá— sollozo apretándome más contra él—. Lo he hecho mal desde el principio.
Sé que aprieta los labios, sé que está pensando que ya tuvimos esta conversación y, aún así, vuelve a consolarme.
—Tú no has hecho nada malo, Emma, ¿vale? Y quiero que lo entiendas, que lo entiendas de una vez— ahora son sus brazos los que me aprietan, para nada en sintonía con la suavidad de su voz—. Nada habría sido diferente de otra manera. Tú, tu hermana y tu hermano habríais tenido los Títulos correspondientes si nos hubiésemos quedado allí. Y tus abuelos nos habrían obligado a regresar porque lo que ocurrió con Jared fue lo único que no dependió de nosotros.
—Pero si yo no hubiese insistido en querer la Corona, mamá podría haberles convencido de que esa vida era mejor para ella.
Se hace un silencio en lo que tarda en comprender lo único que me importa.
—Mamá y yo hemos llevado siempre la misma vida, aunque con vosotras ya no formásemos parte de la realeza, porque seguíamos teniendo privilegios.
—¿Cuántos trabajadores del castillo mantienen consigo a sus familias?, ¿cuántos comen siempre junto a la familia real?— Valerie se agacha junto a mí y me envuelve en sus brazos despacio—. ¿Recuerdas cuando éramos pequeñas y nos preguntábamos por qué mis padres os trataban con tanta amabilidad cuando ni siquiera formábais parte de la nobleza?
Ser pequeñas de nuevo, eso me gustaría; creer que entiendo todo a mi alrededor cuando solo lo hago en parte o, incluso, en absoluto. Prefiero la segunda opción, prefiero no pensar en que Vicky está viviendo la primera.
Me aferro más a mi padre, si es que eso es posible, y cierro los ojos con fuerza dejando que las lágrimas caigan.
Él se levanta para sentarnos de nuevo y yo me quedo dormida a los pocos segundos.

Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora