Mi madre me odia y, aún así, sé que el vestido verde esmeralda que descansa sobre mi cama es cosa suya; igual de elegante que el que Valerie mandó hacer para mí.
"Sus dos colores favoritos" es el argumento que usaría para convencer a mi padre de tener otro vestido para el baile.
Me siento al lado de la tela y la rozo con suavidad, cerrando los ojos y volviendo a sollozar en silencio.
Podría buscarla. Podría exigirle que me diga qué es lo quiere de verdad aunque no me gustase la respuesta. Aunque ninguna de las dos me gustaría: la primera por saber que estoy arruinando el resto de su existencia y la segunda, por hacérmelo ella a mí. Porque estábamos felices pretendiendo ser una familia normal alojada en el castillo por motivos que desconocía, ya que solo mi padre tendría derecho a vivir en él por ser el cocinero real mientras mi madre nos cuidaba en una de las casas del pueblo.
Aprieto los párpados dejando las lágrimas salir de nuevo. Quizá así hubiese sido más fácil. Quizá, si mi padre hubiese sido el único alojado en el castillo, Valerie y yo no nos habríamos conocido, no nos habríamos querido y no... Sacudo la cabeza para dejar de pensar en algo que nunca ocurrió.
-No puedes cambiar el pasado- me digo a mí misma y también a las palabras de mi madre-. Como tampoco puedes obsesionarte con qué podrías haber hecho diferente cuando lo que hiciste en ese momento era lo que creías correcto.
Respiro hondo, levantándome y guardando el vestido junto a los demás, apretando la mano en la puerta del armario antes de cerrarla de golpe y apoyar la frente en la madera.
-¿Eso crees que hace?- la voz suave de mi padre me hace erguirme despacio y mirarle aún con lágrimas en los ojos. Se acerca y apoya las manos en mis hombros-. No creo que tu madre quiera cambiar nada de su vida ahora, Emma- sonríe y me atrae hacia él para abrazarme, pero me tenso y abandona la idea. Vuelve a mirarme-. Nos tiene a nosotros, a tí, a mí y a tu hermana, al bebé... Ha pasado 15 años pudiendo disfrutar de su familia y de haber convertido su mayor pasión en su trabajo, algo que no podría haber hecho si hubiésemos sido Reyes.
Su discurso, en vez de animarme, me hace odiarme más por lo que estoy haciendo. Su voz, clara e ilusionada, como si también hablase de su vida, hace que un nudo se forme en mi garganta.
-Y yo he arruinado esa felicidad- murmuro deslizándome por la puerta del armario hasta llegar al suelo, donde abrazo mis rodillas y escondo en ellas la cabeza-. Tiene todo el derecho de estar odiándome por ello. Y tú también.
Su brazo rodea mi espalda y le siento dudar de si intentar acercarme a él de nuevo, así que soy yo quien lo hace; me apoyo despacio en su pecho y vuelvo a cerrar los ojos.
-No lo hacemos, mi niña- susurra dejando un largo beso en mi cabeza.
-Seguro que ya lo hacía- sollozo en una carcajada ignorando su respuesta, separándome y volviendo a mi postura anterior-. Antes de venir aquí, de obligaros. Seguro que empezó a odiarme cuando comencé a hindagar en su pasado- las lágrimas caen seguidas y me aprieto más contra mis piernas-. Y tú me dijiste que parase, que lo dejase estar porque solo la estaba haciendo daño, pero no te escuché. Y ella también me lo dijo: que no podía contarme aquello que le dolía recordar.
Noto mi cuerpo helado aunque afuera hace demasiado calor y el silencio que mi padre no rompe tan solo lo empeora.
-Pensaba que habías venido a buscar a Emma.
Alzo la cabeza, muy despacio, hacia mi madre apoyada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada clavada en mi padre. Él pasa la vista a ambas varias veces y se levanta avanzando hasta ella. Le susurra algo al oído y después besa su mejilla con cariño haciendo que se marche de nuevo.
-Tus abuelos esperan por tí en el salón principal- me anuncia volviendo a girarse hacia mí-. Así que será mejor que vayamos antes de que sean ellos quienes vengan a buscarte.
-Intuyo que era lo que ibas a decirme en un principio- murmuro levantándome.
Sonríe y se acerca para dejar otro beso en mi frente.
-Y en su lugar hemos tenido una agradable charla padre e hija.
Alzo una ceja pero me mantengo en silencio ante su sarcasmo.
-Vamos- digo adelantándome a salir al pasillo.
Caminamos en silencio, uno al lado del otro, pero me detengo en seco frente a la puerta cerrada.
-¿Está ahí dentro también?- pregunto en un hilo de voz con la vista clavada en las tallas de la madera.
-Tus abuelos querían que nos reuniésemos todos- contesta sonriendo y cierro los ojos respirando profundo.
Su mano vuelve a colocarse en mi hombro con suavidad y la aprieta un poco ante mi nerviosismo.
-Se equivocaba, papá- sollozo encogiéndome y apretando los puños-. No eras tú quien debía preocuparse por si llegaba a odiarme. Era ella.
-Mi niña, ya te he dicho que...
-¡¿Y entonces por qué lleva evitándome desde que ayer se marchó mientras jugábamos?!- exclamo separándome con brusquedad- ¡¿Por qué no me dirige una palabra o una mirada desde entonces, y por qué rehuye éstas cuando nuestros ojos se chocan sin querer?!
Respira despacio y se acerca de nuevo.
-Te está dando tu espacio, Emma, y...
-Pues no lo quiero- sollozo como una niña pequeña enfadada-. Quiero que se preocupe por mí, quiero tenerla a mi lado y poder recurrir a ella cuando tenga un problema sin pensar si va a dolerle o no- cierro los ojos de nuevo y él me envuelve entre sus brazos, donde me aferro con necesidad-. Quiero que todo sea como antes.
Las puertas del salón se abren y yo hundo más la cabeza en su pecho.
Vuelve a haber silencio, ahora con varios ojos puestos sobre mí.
Sería el momento perfecto para contar todo lo que me abruma, pero no hago más que sollozar de nuevo y dejar que mi padre me tranquilice meciéndome con suavidad.
-Tal vez sea un buen momento para contar todo- susurra mi padre con los labios apretados en mi cabello.
Me separo para mirarle y él aprovecha para limpiar las lágrimas de mi rostro.
-La quiero, papá- sollozo con la voz entrecortada-. Quiero que esté aquí, con nosotros. No a miles de kilómetros sin poder saber si está pensando en mí o si me echa tanto de menos como yo.
Observo en su expresión que no es lo que esperaba escuchar, pero sé que ésto es mejor que seguir haciendo daño a mi madre; al menos de momento.
Ella avanza hacia nosotros, despacio, temerosa, y alarga el brazo para posarlo en mi hombro con extremada delicadeza, casi como si temiese romperme si ejerce una mínima presión sobre mí.
-Lo sabe, mi niña- susurra suavemente-. Sabe que la quieres y sabe que la echas de menos- una leve sonrisa aparece en su rostro y yo me alivio por un instante-. Y sé que desea tanto como tú que llegue el día en el volváis a encontraros- cierra los ojos por un momento y respira hondo despacio-. Pero eso no ocurrirá hasta que aprendas tus deberes como heredera.
Mi padre no tarda en dejar de ser mi refugio para convertirse en el suyo, porque está temblando, aunque apenas se perciba, y su voz ha sonado tan rota como la mía.
"¿Qué es lo que quiero?" la pregunta que le hice a Valerie, y a mí misma, el día que mis abuelos me conocieron regresa para hundirme de nuevo.
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Royal Secret (Reales III)
Romance*Historia sin corregir* Emma ha crecido rodeada de joyas, vestidos preciosos y tiaras. Pero ninguna de esas cosas le corresponde a ella o a su familia. Viviendo bajo un protocolo que no le incumbe pero que intenta seguir lo mejor posible, a sus 15 a...