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El vestido se desliza sobre mi cuerpo y yo siento un escalofrío que trato de controlar. Creo que todo está yendo demasiado deprisa pero también sé que yo he hecho que lo sea, así que no es algo que pueda recriminar a nadie más que a mí misma.
-Ya estáis lista, Alteza- sonríe la doncella apartándose para que pueda verme en el espejo.
Me quedo quieta, observando mi reflejo, el cual parece más hermoso de lo que ha sido jamás. Sé que es por el vestido, sé que es por los lujos, sé que es por los privilegios que hasta ahora no se nos habían permitido vivir. Porque parece que empezamos a ser Princesas desde el primer momento en que mi hermana y yo pisamos este castillo, este reino, en vez de que se nos considere como tal tras la fiesta que está a punto de celebrarse.
-La ayudaré a peinarse- habla de nuevo la dama haciendo un gesto para que me siente frente al tocador.
Asiento caminando junto a ella y espera paciente a comenzar otra tarea.
-Yo me ocuparé.
Alzo la vista para mirar a mi madre a través del espejo, que se acerca despacio hasta colocarse a mi espalda.
-Como quiera, señorita- responde de nuevo la chica haciendo una reverencia y dejándonos a solas.
El silencio nos envuelve mientras ella estira su brazo para coger el cepillo, pero la detengo posando mi mano sobre él.
-No pude peinarte la última vez- habla con la vista fija en el objeto-. Deja que al menos lo haga en esta ocasión especial.
Me aparto del cepillo tras una larga inspiración, y ella sonríe como si hubiera conseguido el mejor de los regalos.
Unos segundos después devuelve el objeto a su sitio y comienza a trenzar mi cabello con mimo, como si temiese hacerme daño con algún tirón involuntario.
-Ya casi está.
Levanto la mirada para observarme en el espejo. Sonrío y ella también lo hace, contenta por cómo está quedando el peinado... Que luciré ante cientos de desconocidos, que solo habrán acudido a la fiesta por ser una petición real, qué tal vez ni siquiera les importe una nueva generación de Princesas, que exijan explicaciones a por qué ambas seremos herederas y no acepten nuestra respuesta.
Vuelvo a mirar a mi madre, asustada, temblorosa, queriendo pedirle consejo pero sin saber cómo hacerlo.
-Necesito aire- casi exclamo levantándome con rapidez, sin darle tiempo a replicar cuando una de las trenzas cae sobre mi espalda y se deshace conforme avanzo.
La escucho seguirme y envuelvo con fuerza la barandilla entre mis manos.
-También me ponía nerviosa al poco de una fiesta- habla bajito colocándose a mi lado y, aunque tengo los ojos cerrados, sé que sigue sonriendo. Quizá para calmarme o para hacerlo ella misma-. Pero mis padres siempre me decían que solo debía pensar que estaba rodeada de la gente que me quería.
Su mano se apoya en la mía y los temblores se suceden. Las lágrimas no tardan en salir, pero esta vez giro el rostro impidiendo que las vea.
"Nadie querrá nunca a una Princesa que fue concebida fuera del matrimonio".
Aprieto los puños, los labios, los párpados de nuevo. Todo mi cuerpo se tensa al recordar sus palabras, las que sé que me perseguirán hasta el fin de mi existencia; aquella que, si todo hubiese sido perfecto, no debería haber ocurrido.
Un sollozo desgarrado escapa de mi garganta al tiempo que mis piernas fallan y caigo al suelo de rodillas, encogiéndome todo lo posible sobre mí misma.
Pasos apresurados, abrazos que intentan ser reconfortantes, susurros recordándome que todo va a salir bien.
-No me aceptarán- sollozo aferrándome al pecho de mi padre, justo frente a mí-. Nadie de aquí me querrá por lo que hicisteis.
Él suelta una carcajada nerviosa y sé que mira a mi madre a mi espalda.
-No tienen por qué saberlo- habla bajito dejando un suave beso en mi cabeza-. Y es difícil calcular la edad exacta de una persona solo con verla.
-Pero es fácil crear historias- murmuro-. Que piensen que la razón por la que os marchasteis fue que descubristeis el embarazo y no queríais convertiros en una vergüenza para la familia.
De nuevo, se miran, esta vez en silencio, y siento a mi madre apartarse despacio con el mismo miedo que yo.
Observo a mi padre antes de asentir, dándole permiso para que vaya a socorrerla. Él no lo duda y al segundo sus brazos ya se encuentran envolviéndola con fuerza pero también con cariño.
-Quise hacerlo- la escucho sollozar escondida en su pecho-. Desde el principio y tú...
-Simplemente ocurrió, Ashley- susurra con los labios pegados en su cabeza, apretándola más contra sí.
-Habría sido una excusa... Una excusa perfecta para deshacerme de la Corona.
Mi corazón se convierte en un puño y mis pulmones me impiden respirar. Me habrían querido, me habrían protegido, pero no habrían podido reinar. Y yo tampoco, al igual que Victoria y todos lo hijos que tuviesen en adelante, como un castigo por la falta que cometieron. O tal vez sí, tal vez les hubiesen obligado a casarse de inmediato, habrían ocultado el embarazo fuera de los muros del castillo, al menos al principio, y habrían fingido no escuchar las habladurías de la gente cuando naciese antes de lo previsto, aunque fuesen solo unos días.
-Papi- la voz de mi hermana nos devuelve a todos a la realidad, ellos separándose y yo levantándome, no sin dificultad a causa del mareo que me provocan mis pensamientos.
La pequeña nos mira a los tres, sonriendo, y él se acerca para agacharse hasta quedar a su altura.
-Pero mírate- exclama sonriendo, cogiendo una de sus manos y haciéndola girar sobre sí misma-. Estás preciosa, cariño. Como toda una princesa.
Su risa infantil relaja un poco el ambiente y de pronto sus ojos se posan en mí, ampliando más su sonrisa. Mirando a mi madre y corriendo hacia ella para abrazarla.
-Te dije que Emma sí usaría tu vestido- casi chilla en la oscuridad.
Sin saber por qué, yo también sonrío, girándome despacio sin soltar la barandilla.
-Deberías terminar de peinarme si no queremos llegar tarde- consigo formular en un hilo de voz, a lo que mi madre asiente y suelta a mi hermana para volver a centrar en mí su atención.
-Vicky- habla de nuevo mi padre aún con la sonrisa en su rostro-. ¿Por qué no esperamos afuera? No creo que tarden mucho y entonces podremos ir juntos al Salón de baile.
Ella vuelve a mirarnos y asiente con decisión, corriendo de nuevo a su lado.
-Solo necesitaré un par de minutos para arreglar el recogido- explica mi madre pasando uno de mis mechones sueltos tras mi oreja, dejando una leve caricia en mi mejilla al apartar la mano.
Cierro los ojos y respiro profundo escuchando como mi padre y mi hermana se alejan hasta salir de la habitación.
Me adentro despacio volviendo a sentarme en el tocador y mi madre se acerca un instante después, pero ninguna vuelve a hablar en esos minutos.









Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora