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—¿Puedo pasar?— pregunto desde la puerta del despacho de mi padre.
Levanta la vista de los papeles desperdigados por la mesa y sonríe, haciendo un gesto con la cabeza para que me siente frente a él.
Se levanta en silencio y se acerca para apoyarse en el borde del escritorio y así estar más próximo a mí.
—¿Es por tu fiesta?— pregunta en un tono suave sin borrar la sonrisa de su rostro.
Yo bajo la vista a mi regazo, donde he empezado a jugar con mis manos, nerviosa.
—¿Y si no estoy lista aún?— murmuro cerrando los ojos.
Le siento agacharse y tomar mis manos, acariciando su dorso despacio para tranquilizarme.
—Te has estado preparando desde hace años, cariño— la mano libre se apoya en mi mejilla y yo la encierro entre esta y mi hombro—. Es normal que sientas miedo al ser una nueva etapa en tu vida, pero tu madre y yo sabemos que serás capaz de hacerlo bien, tal vez incluso mejor que nosotros.
Un sollozo escapa de mi garganta y me inclino hacia delante para abrazarle, escondiendo la cabeza en su pecho.
—Empezar a estudiar todo fue más fácil de lo que en un principio pensaba, porque el miedo no era tan real, pero... Sigo teniéndolo, papá. Más ahora que sé que todo el reino va a depender de mí, de cómo actúe en cada problema que surja, de las decisiones que tome para procurar que todo vaya a mejor. Y no sé si sabré.
—¿Recuerdas hace unos meses?— pregunta separándome para que le mire—. Tu madre estaba enferma y yo solo quería cuidarla, y entonces unos aldeanos vinieron para pedirnos ayuda— sonríe al recordar el momento, con la vista al frente, y yo frunzo un poco el ceño—. Te encargaste de ello, les acompañaste y regresaste unas horas después. Pero nunca te contamos qué ocurrió luego.
Niego con la cabeza y me siento en el suelo abrazando mis rodillas, como si estuviese a punto de escuchar un cuento.
Mi padre ensancha su sonrisa y vuelve a tomar mis manos. Sus ojos brillan de emoción, orgulloso, antes de acercase y dejar un leve beso en mi frente.
—Esos mismos aldeanos nos dijeron que serías una gran reina, y que no podían esperar para verte ejercer como tal, porque sabían que contigo estarían a salvo de la misma manera que con nosotros.
Muerdo mi labio inferior y desvío la vista al suelo.
—Sigo sin estar segura de...
—Ashley— me interrumpe, haciendo que vuelva a mirarle—. Lo estás, cariño, por mucho que tus miedos te digan lo contrario. Créeme.
Abro los ojos muy, muy despacio, como si todavía no quisiera despertar cuando sé que ya lo he hecho.
No me incorporo, no me muevo. Tan solo me quedo mirando la penumbra dentro del carruaje y las dos siluetas dormidas junto a mí.
O al menos una de ellas lo está, porque los ojos de mi padre relucen al ver los míos.
—¿Mal sueño?— susurra acariciando mi mejilla con los dedos.
—¿Me estabas mirando dormir?— pregunto volviendo a apoyar la cabeza en su pecho pero sin dejar de mirarle.
Él sonríe un poco y se encoge de hombros.
—Tan solo vigilaba.
—¿Lo haces también con mamá? ¿Cuidas de que sus pesadillas no le hagan más daño del necesario?
Creo que es consciente de que mi puño se ha apretado en su camisa con demasiada fuerza, pero no dice nada y alza mi barbilla para que nuestros ojos vuelvan a encontrarse.
—No— susurra de nuevo, apoyando su frente en la mía—. Nunca llego a tiempo para eso, pero me encargo de consolarla después cuando ocurre.
—Y a ella le encanta, por supuesto. Porque puede tenerte tan cerca como te necesite.
Mi padre se separa con un leve carraspeo habiendo entendido lo que quería decir.
—Tal vez por eso tenemos a Brandon, ¿no?
Vuelve a hacerlo, desviando la vista hacia el exterior, pero aún en la oscuridad puedo notar sus mejillas encenderse.
—Y a Victoria, muy probablemente.
Aunque ha sido un susurro apenas audible, se gira de nuevo hacia mí, con una expresión que no logro descifrar.
—Ninguno de sus embarazos fue planeado, ¿verdad?— bajo la cabeza para evitar su mirada, pero le escucho respirar hondo con lentitud—. Yo no lo fui, está claro— suelto en una carcajada amarga antes de abrazar mis rodillas—. Pero creo que Vicky y Brandon tampoco. Que, simplemente... ocurrió.
El silencio que aparece es tan tenso como sé que se encuentra mi padre ahora mismo.
Tal vez por eso se levanta de golpe. Tan vez por eso avisa al cochero para que se detenga y sale lo más deprisa que puede para alejarse de aquí, de mí y de esta conversación que no tiene ningún sentido.
Y yo respiro hondo, ahogando las lágrimas, antes de seguirle.
—Cállate— gruñe cuando casi he conseguido alcanzarle.
Se detiene, sentándose, y las lágrimas que yo lucho por controlar se deslizan de inmediato en sus mejillas.
Ríe entre sollozos de forma amarga y aprieta los puños alrededor de sus rodillas.
—Es curioso, ¿sabes? Cómo tu madre no quería casarse conmigo antes de marcharnos de allí, pero sin embargo quería seguir teniéndome a su lado porque decía que ya no era capaz de vivir sin mí. Que había dejado de saber lo que era estar sola desde que nos conocimos.
Y es curioso, también, cómo es capaz de decirme a mí todo lo que no se atreve a decirle a ella por miedo a herirla.
—Escuché lo que Jared te dijo aquella vez: que su hermana y yo nos acostábamos casi a diario apenas unos meses después de conocernos. Que le extrañaba que no se hubiera quedado embarazada durante esos primeros... encuentros— otra risa, ésta vez dolida—. Pero no habría sido posible, de todos modos, porque el único encuentro en el que llegamos a tanto fue la noche antes de irnos.
Sus ojos se cierran, probablemente sumidos en ese recuerdo, y yo aprovecho para acercarme un poco a él.
—He soñado con ella— digo sentándome despacio, sintiéndome muy pesada de pronto, por lo que cierro los ojos al llegar al suelo y respiro hondo antes de volver a mirarle—. Con mamá, solo que ella era yo. No yo, sino ella. Y le había llegado la hora de gobernar, y seguía teniendo miedo. Solo que tú no estabas a su lado, ni tampoco Vicky, Brandon ni yo. No te había conocido y su vida seguía siendo una pesadilla.
Mi padre me abraza cuando nota que estoy al borde de las lágrimas. Cuando tengo que tomar una gran bocanada de aire por haber hablado casi sin respirar. Cuando los sollozos inundan de nuevo la noche y me aferro a su abrigo clavando las uñas en la tela.








Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora