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-Eres una exagerada- sonrío acercándome a la cama y tumbándome junto a mi hermana-. Solo fue un rasguño, Vicky, deberías levantarte y volver a jugar como antes.
La pequeña me mira incorporándose y se cruza de brazos.
-No va a hacerlo hasta que la costra desaparezca- habla mi padre sentándose a su lado.
Ruedo los ojos sonriendo y me recuesto en el cabecero con las manos cruzadas sobre mi estómago, pero Victoria deshace ese agarre acurrucándose en mi pecho.
-No quiero que mamá vuelva a enfadarse conmigo- susurra bajito para que solo yo la escuche, aunque sé que mi padre también lo ha hecho.
-Cariño- rio incorporándome y haciendo que me mire-. Mamá solo estaba preocupada por tí, porque podrías haberte hecho mucho daño si hubieses conseguido subir tan alto.
Sus ojos se cristalizan por el miedo de imaginar la escena y se esconde en mi pecho negando con la cabeza.
-No lo volveré a hacer- solloza con la voz amortiguada.
-Vicky- mi padre llama su atención aunque la pequeña no responde, por lo que se acerca hasta ella para susurrarle en el oído-. Me preguntaba si querías ayudarme a terminar con unos dulces que hay en la cocina.
La niña se separa de golpe y se gira hacia él.
-Traelos aquí, todavía no quiero moverme.
Mis ojos se abren al darme cuenta de su problema y la rodeo con un brazo para atraerla de nuevo a mí.
-Mamá tampoco ha salido de su habitación éstos días- explico acariciando su cabello con suavidad-. Así que, ¿por qué no vas con papá a la cocina mientras yo voy a hablar con ella para procurar que no vuelva a gritarte la próxima vez que te hagas daño?
Victoria lo piensa por unos instantes separándose de nuevo y lanzándose riendo a los brazos de mi padre.
-¡Vamos a comer!- exclama mirándole desde abajo haciendo que ambos soltemos una carcajada.
La deja con cuidado en el suelo y la pequeña agarra su mano para caminar fuera de la habitación.
-Cariño, ¿por qué no van yendo hacia allí tú sola?- pregunta mi padre agachándose para quedar a su altura-. Voy a vigilar que tu hermana consiga convencer a mamá de lo que te ha dicho, ¿vale?
Ésta asiente y empieza a correr en dirección a las cocinas.
-Se ha olvidado de la herida por completo- río acercándome a mi padre-. ¿De verdad vas a vigilarnos?
-Quería hablar a solas contigo- murmura girándose hacia mí- ¿Qué te ha pasado antes, con el vestido de Valerie?
-Era mío. Es mío. Lo mandó hacer para mí- explico sintiendo un nudo en la garganta-. Pero no me lo merezco.
-¿Por qué?- pregunta con suavidad envolviendo mis manos con las suyas.
Desvío la vista al agarre y me encojo se hombros.
-No somos tan importantes.
El silencio, ésta vez incómodo, se instala entre nosotros.
-Vamos a ver a mamá- susurro cuando veo que quiere seguir preguntando.
Entramos despacio en su habitación y ella sonríe al vernos.
-Vicky ya se ha levantado- digo acercándome a ella con rapidez para alejarme de mi padre. Me siento al borde la la cama y agarro sus manos con suavidad-. La próxima vez que se caiga trata de no ser tan excéntrica porque la asustaste.
-Solo estaba preocupada- musita como si la estuviera regañando.
-Lo sé, pero es normal que a su edad se haga heridas así. Valerie y yo también las teníamos por pasar horas jugando en los jardines- le recuerdo con una sonrisa.
-Cuántas veces os curé por ello- exclama mi padre acercándose al otro lado de la cama.
Camina de rodillas sobre el colchón para besar a mi madre por unos segundos y después apoyarse en su pecho sin dejar de sonreír.
Ella le mira y luego a mí, suspirando.
-Emma, dile a tu padre que deje de tenerme encerrada hasta que nazca el bebé.
-Solo quiero asegurarme de que estáis bien- se queja alzando la cabeza para mirarla.
Mi madre gruñe y le aparta con brusquedad haciendo que quede a mi lado.
-Por última vez, a los dos: el bebé está bien, ya ha pasado más tiempo de cuando tuve el aborto antes de Víctoria.
-Pero eso no significa que...
-Eric, basta ya- le corta mi madre con una mirada asesina-. No quiero seguir teniendo éste tipo de conversación.
-¿Vicky no te estaba esperando en la cocina, papá?- hablo antes de que puedan seguir discutiendo.
Éste suspira y se levanta despacio dejándonos solas a mi madre y a mí.
-¿Por qué no vamos a pasear de nuevo?- pregunto tras unos segundos en silencio-. Hace demasiado buen tiempo como para estar encerradas.
Mi madre sonríe y se incorpora mientras yo me levanto para que ella pueda hacerlo.

-¿Te encuentras bien?- pregunta un rato después de estar caminando por los jardines-. He notado tensión entre tú y papá.
Recuerdo el vestido, su abrazo y cómo Valerie me miraba sin entender qué había hecho mal.
-Todo está bien- contesto en una media sonrisa con la vista fija en mis pies.
Mi madre se detiene y casi tropiezo de la impresión. Se coloca frente a mí y, aunque intento evitarlo, su mirada consigue clavarse en la mía.
—Sé que no, Emma— agarra mi brazo y lo aprieta con suavidad dándome a entender que puedo confiar en ella.
Suelto una carcajada liberandome y me alejo un poco.
"No puedo contarte algo que me duele recordar". Cierro los ojos y aprieto los puños con fuerza inspirando despacio.
—Todo está bien— repito volviendo a caminar sin rumbo sin dejar que me detenga de nuevo. Aunque lo hago yo misma unos segundos después antes de regresar a su lado —. Te lo contaré cuando tú hagas lo mismo.
Su mirada se ensombrece y empieza a temblar poco a poco, dejando que las lágrimas aneguen sus ojos y caigan segundos después.
—Tu collar— solloza mirando a mi cuello.
Envuelvo la piedra en mi mano observándola también.
—Me lo diste cuando cumplí 7 años— recuerdo sabiendo que es lo que quiere—. Me dijiste que era una joya especial y que por ello no debía quitármelo nunca.
—Y has cumplido tu palabra desde entonces— sonríe acariciando mi mano cerrada.
—Pero todavía no sé si era tuyo o si lo compraste para mí— hablo casi en un susurro—. Ni siquiera te vi llevarlo antes de dármelo, siempre llevas solo el que te dio papá hace mucho tiempo.
Mi madre esboza una pequeña sonrisa y envuelve el colgante de estrella con diamantes que descansa en su cuello con su mano libre.
—Era de mi madre— dice señalando el mío ligeramente con la cabeza.
—Nunca me has hablado de ellos— susurro frunciendo el ceño y la frase de hace unos días vuelve a mí—. ¿Es eso lo que te duele recordar? ¿A tu familia?
Mi madre respira profundo antes de contestar, pero puedo notar cómo su voz se rompe al hacerlo:
—Sí.
—Lo siento— digo abrazándome a su pecho con suavidad—. Debes de echarles mucho de menos.
Solloza y la aprieto más entre mis brazos.
—La comida está servida— dice mi padre en voz baja a nuestro lado, aunque parece que soy la única que se sobresalta por su presencia repentina.
Mi madre tan solo se separa de mí para pasar a los brazos de mi padre, quién acaricia su espalda con suavidad y deja pequeños besos en su cabeza.
—Te amo— la escucho susurra aún entre sollozos, pero mi padre mantiene sus ojos sobre los míos y no contesta de vuelta.
No con las mismas palabras, al menos.
—¿Por qué no te adelantas?— pregunta con suavidad separándola de su pecho—. Yo tengo que hablar un momento con Emma.
Ella asiente y me mira un instante antes de regresar sobre sus pasos.
Mi padre carraspea acercándose a mí y yo retrocedo por inercia.
—No vuelvas a hacer eso— habla cuando ya no escuchamos los pasos de mi madre— Sé que tu intención es buena, Emma, pero sabes que a tu madre no le gusta hablar de su pasado.
Suelto una carcajada y me cruzo de brazos.
—Nunca habla de su pasado. Y tú tampoco. Lo que me hace pensar que hay algo que tratáis de ocultarnos.
—No siempre tiene que haber secretos— casi susurra colocándose frente a mí—, pero a veces es mejor no sacar recuerdos a la luz.
—¿Crees que por decirme eso voy a preocuparme menos? ¿Que no voy a pensar en por qué nunca mencionaís nada de antes de que naciera?— noto mi voz romperse y guardo silencio por unos segundos— ¿Que voy a ignorar el echo de que parece que no empezasteis a vivir hasta que yo lo hice?
—Mi niña— su mano se coloca en mi hombro pero me aparto con brusquedad, alejándome de nuevo.
—No puedo, papá— sollozo en un hilo de voz—. Quiero conoceros, saber cómo erais antes de mí, antes de ésto.
Su ceño se frunce y su mano vuelve a mí, temblorosa.
—Soy lo bastante mayor como para darme cuenta de las cosas. Y os veo, a tí, a mamá; juntos, enamorados, felices. Y quiero saber cómo ese amor llegó hasta lo que es hoy. Quiero saber de su familia, de la tuya, de cómo os conocisteis y qué...
—Ya es suficiente— me corta apretando el agarre aunque sin ser consciente de ello—. Nos están esperando para comer, así que mejor deja esas historias para los libros.
Las lágrimas resbalan por mis mejillas y, por primera vez, él no hace nada por apartarlas. Tan solo se aleja en silencio para reunirse con mi madre a varios metros de nosotros, atenta a la conversación aunque no ha sido capaz de escucharla.
Le observo abrazarla, besarla y susurrarle al oído mientras se recuesta de nuevo en su pecho. Y puedo observar, sin querer aceptarlo, cómo mi padre la elegirá siempre primero a ella.


Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora