Ni siquiera llamo a la puerta antes de entrar al despacho de mi abuela, donde se encuentra junto a mi abuelo revisando unos papeles con otra persona desconocida para mí.
Me quedo observando muy quieta cómo trabajan por lo que parecen minutos eternos hasta que mi abuelo levanta la cabeza y me ve, haciendo que me encoja un poco. Susurra algo al hombre y este asiente cogiendo los papeles y dejándonos a solas a los tres.
-¿Victoria ya ha elegido cómo va a ser su vestido para la fiesta?- pregunta mi abuela rodeando el escritorio y apoyándose en el borde.
Asiento casi de forma inconsciente y siento el miedo del rechazo apoderarse de mí.
"Yo intenté cambiarlo. Intenté que cedieran mi lugar a mi hermano, pero no funcionó. Por qué debería ser diferente contigo".
Las últimas palabras de ese recuerdo son las que más hondo se me clavan y retrocedo hasta chocar con la puerta cerrada. Y soy consciente de su razón, de que si ni su propia hija consiguió que la dejasen abdicar mucho antes de gobernar, yo no soy nadie para intentarlo.
Busco a tientas el pomo de la puerta y lo giro despacio para volver a salir al pasillo. Y lo que ocurrió la primera noche que llegamos regresa también de inmediato, haciéndome dudar de lo que mi madre desea ahora en realidad.
Respiro todo lo hondo que mis pulmones me permiten y aprieto más mi espalda contra la madera.
Y sé que no es con mis abuelos con quien debo hablar.Encuentro a mi madre en la habitación de Victoria, tumbada junto a ella mientras la pequeña va quedándose dormida poco a poco.
Cuando se asegura de que lo está por completo, besa su cabeza con cariño, la arropa con las sábanas y se levanta despacio para salir, aunque se detiene de golpe al verme en la puerta, dando un respingo en el sitio por la impresión.
Le hago un gesto con la cabeza indicando que me siga y nos encerramos en silencio en mi habitación.
Es la primera en sentarse en la cama y quien me señala esta vez que lo haga a su lado. Vuelvo a respirar hondo, obedeciendo, y envuelvo sus manos en las mías con suavidad, dejando mis ojos fijos en ellas.
-¿Qué es lo que quieres?- murmuro casi en un hilo de voz.
Ella respira despacio y alza las manos para obligarme a seguirlas y mirarla por fin. Sus ojos brillan y sé que lucha por no derrumbarse de nuevo.
-Me equivoqué, Emma, igual que mis padres- sonríe y libera sus manos para acariciar mi mejilla con suavidad-. No debí marcharme, pero ellos tampoco debieron esperar que cumpliera sus expectativas: mantener a salvo el reino, en armonía los unos con los otros, como ellos han llevado desde hace años- cierra los ojos y una suave risa escapa de sus labios-. Cómo podían pensar que podría conseguirlo si sabían que yo era la única persona por la que me preocupaba.
-Eso no es verdad del todo.
Mi madre abre los ojos y ambas giramos la cabeza hacia la puerta, ahora abierta y con mi padre apoyado en el marco, los brazos cruzados sobre su pecho y una leve sonrisa en su rostro.
Se acerca a nosotras y se sienta detrás de mi madre, rodeándola con sus brazos y dejando un beso en su cuello que la hace reír de nuevo.
-Te preocupabas por mí, y por tus padres- susurra sin separarse del todo de su piel-. Y te preocupas por las niñas ahora.
-Pero nunca lo hice por el pueblo, Eric- solloza rozando el rostro en su cabello- ¿Quién podría querer a una reina que solo piensa en sí misma y su familia?
-Tal vez aprendieses con el tiempo- digo bajito volviendo a tomar una de sus manos-. Aunque tus prioridades fuesen tus seres queridos, quizá consiguieses saber ayudar a tu pueblo también.
Ambos se miran y mi madre apoya la frente contra la de mi padre, cerrando los ojos por unos segundos y centrándose después en mí.
-Me alegra que lo tengas más claro que yo- contesta sonriendo-. Pero no es a donde querías llegar con esta conversación, ¿verdad?
Aunque su expresión sigue siendo la misma, no puedo evitar encogerme un poco por saber lo que tengo que hacer. Por saber que debo preguntarle sobre qué quiere para su futuro y esperar que su elección sea la que más odia solo porque no puedo dejar de pensar en que, si no lo hace, Valerie terminará casada con el Príncipe de otro reino y yo no seré más que la chica a la que visitará por las noches.
No sé en qué momento he empezado a llorar. No sé en qué momento me he aferrado a mi madre con tanta fuerza que mis uñas se han clavado en su piel pero a ella no le ha importado, porque me ha apretado con más fuerza contra sí.
-Prometí intentar convencer a los abuelos para que papá y tú no tuvieses que gobernar- sollozo tras unos minutos en silencio, alzando la cabeza para mirarla entre lágrimas-. Pero tengo miedo de que lo rechacen como lo hicieron contigo y tu hermano, porque piensan de verdad que puedes gobernar cuando nunca te han preparado para ello y, además, has estado 15 años alejada del mundo de la realeza. Y también lo tengo con no saber si en verdad sí quieres hacerlo, como me dijiste la otra noche, o si quieres seguir con la vida que habéis tenido hasta ahora.
-Sería más fácil hacerlo para tí- susurra volviendo a acariciar mi mejilla al tiempo que aparta las lágrimas-, ya que has seguido los pasos de Valerie desde pequeña y conseguirás aprender más rápido sobre cómo funciona este reino- mira a mi padre y él roza su nariz con suavidad instándola a terminar. Ella cierra los ojos y se aferra a su camisa con fuerza, dejando que los nervios invadan su interior.
-Hablemos con ellos- sugiere mi padre mirándonos a las dos-. Vayamos a explicarles lo que ocurre y quizá decidan que la mejor opción es dejar a Emma y Valerie gobernar cuando abdiquen.
-Supongo que no perdemos nada por intentarlo- susurro levantándome despacio.
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Royal Secret (Reales III)
Romance*Historia sin corregir* Emma ha crecido rodeada de joyas, vestidos preciosos y tiaras. Pero ninguna de esas cosas le corresponde a ella o a su familia. Viviendo bajo un protocolo que no le incumbe pero que intenta seguir lo mejor posible, a sus 15 a...