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Juro que voy a matar a mi padre cuando menos se lo espere.
—Tendré un hermano— susurra Valerie sonriendo sin poder contener la emoción.
Victoria la mira de las misma manera y yo solo las observo tumbada en mi cama junto a ellas.
—Y ésta vez él será el pequeño— ríe Vicky incorporándose entre nosotras.
—¿Como estás tan segura de que también será un niño?— pregunta dándole un golpecito en la punta de su nariz.
La pequeña se encoje de hombros y se deja caer en sus brazos.
—Porque me niego a no seguir siendo la pequeña.
Valerie me mira y soltamos una carcajada que hace que Vicky se cruce de brazos y nos lance a las dos una mirada asesina.
—¿Y si te equivocas y el bebé que espera mamá es una niña al final?— pregunto sentándome.
—¡No!— grita poniéndose de pie sobre el colchón antes de salir corriendo de la habitación.
—No deberías romperle las esperanzas— escucho a Valerie acercarse a mí y me tenso por un instante.
—¿Como yo he hecho con las tuyas?— pregunto cerrando los ojos.
Su mano se entrelaza con la mía y tira con suavidad hasta que consigue apoyarme en su pecho.
—Estamos empatadas si crees que lo has hecho— sonríe contra mi cabello.
—Lo siento— susurro acariciando nuestro agarre.
Ella besa mi mano y la apoya en su mejilla encerrándola en su cuello.
—Creo que tienes tus motivos, igual que yo tenía los míos para no querer contarlo— sonríe acercándose y besándome con suavidad.

Vicky se esconde tras mi madre cuando me ve haciendo que el libro de sus rodillas caiga al suelo.
—Necesito hablar contigo— exijo ignorando el comportamiento de la pequeña, ya que sé que es otra de sus rabietas por enfadarse conmigo.
Mi madre se levanta despacio recogiendo el libro para devolverlo a la estantería y mira a Victoria con cariño.
—Ve a jugar a tu habitación, iré contigo cuando termine con tu hermana.
La niña asiente despacio y se levanta obediente, evitando pasar a mi lado al salir.
—¿Qué es tan importante para que Vicky tenga que dejar su lectura diaria?— pregunta sentándose junto a la ventana.
Aunque su tono ha sido dulce y solo por curiosidad, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago que me hace encogerme un poco antes de avanzar hacia ella.
Me siento despacio a su lado, temblorosa, y respiro hondo cerrando los ojos preparando las palabras en mi cabeza a pesar de que lo llevo haciendo desde que Valerie ha asistido a su primera lección del día.
Pero no puedo hacerlo, no puedo obligarla a tomar esa decisión cuando huyó de ella hace mucho tiempo, por lo que me incorporo de golpe y salgo de allí avanzando deprisa para llegar de nuevo a mí habitación.

—Érase un vez una Princesa que se enamoró de un campesino— mi madre se sienta a mi lado y yo me aprieto más bajo las sábanas—. Aunque sabían que no debían estar juntos, porque ella debía cumplir con sus deberes hacia la Corona: casarse con un Príncipe al que no quería para unir ambos reinos y que pudiesen prosperar en todos los aspectos.
La escucho tumbarse y acariciar con lentitud la sábana que me cubre por completo.
—Pero la Princesa y el campesino estaban tan enamorados que no les importaba deshonrar a su propia Corona si así podían vivir felices para siempre — sigue hablando aunque no muestro ninguna reacción—. Y lo consiguieron— agarra la sábana tirando de ella con suavidad lo suficiente para que mis ojos queden al descubierto y pueda verla sonreír—. Se casaron y tuvieron dos hijos cuyo amor por ambos solo era superado por el que sentían entre ellos.
Observo sus ojos cristalizar y salgo de mi escondite para apoyarme en su pecho y abrazarla.
—¿Qué pasó después?— pregunto en un susurro mirándola desde abajo.
Ella besa mi cabeza con cariño antes de respirar hondo y continuar.
—La hija mayor tenía miedo de su futuro. Era la heredera y sus padres, aunque decidieron darle toda la libertad que su madre no había tenido de pequeña, no dejaban de recordarle a menudo lo que eso significaba.
—¿A qué te refieres con "libertad"?— cuestiono frunciendo el ceño.
—La alejaron de toda responsabilidad real hasta que cumpliera los 20. Una edad, según ellos, razonable para empezar a educarse como futura reina— sonríe aunque puedo notar el nerviosismo en sus palabras—. Pero la niña tenía mucho miedo de que ese día llegara porque sentía que no estaría lo suficientemente preparada como para enfrentar lo que su vida supondría en adelante, por mucho que sus padres insistieran en que no abdicarian hasta que fuera así.
—Creo que la niña tenía razón— hablo sentándome y llevando mis rodillas al pecho—. Nunca estaría preparada por mucho tiempo que sus padres siguiesen en el Trono, porque por mucho que lo quisieran no podían pretender enseñarle todo lo necesario para reinar esperando que lo entendiera cuando, por muy mayor que fuese, sería nuevo para ella.
Mi madre toma mi mano para ser quien se apoye en mi pecho.
—Yo también pienso así, pero la niña se dió cuenta demasiado tarde, cuando ya había crecido lo suficiente como para poder seguir negando la realidad.
Su voz se rompe en sollozos y sé que los recuerdos de esa vida son los responsables, así que la aprieto contra mí y acaricio su cabello con suavidad.
—Seguro que Vicky te está esperando impaciente por jugar— hablo bajito cambiando de tema para intentar tranquilizarla—. ¿Y si vamos ya con ella? Creo que he tenido suficiente cuento por hoy.
Se separa despacio para mirarme y esbozo una leve sonrisa antes de ayudarla a levantarse.
—¿Puedes llevarme a mi habitación?— pregunta en un hilo de voz apenas habiendo avanzado unos metros—. Creo que el bebé no se encuentra bien. Necesito descansar.
Sonrío de nuevo y dejo un pequeño beso en su cabeza.
—Claro— respondo con dulzura abriendo la puerta.
La ayudo a tumbarse en su cama y la arropo con las sábanas con todo el cuidado el puedo, besando su frente cuando termino y apretando su mano con suavidad antes de caminar otra vez hacia el pasillo.
—Avísame si necesitas algo— hablo desde la puerta.
Espero a que asienta para salir por completo de allí y dirigirme al cuarto de mi hermana.















Royal Secret (Reales III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora