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Antes de ir a dormir, su abuela siempre le contaba alguna historia. Esa noche, mientras le ordenaba las cobijas alrededor suyo y le pedía que leyese sus labios, comenzó a contarle sobre cómo el cielo estaba compuesto por una serie de reinos que vivían en armonía. Hasta que un día el rey de las tinieblas, conocido como el reino de Gamangnara, se aburrió de la oscuridad y envió a uno de sus perros de fuego llamados Bulgae a que atrapase al sol. Pero cuando el Bulgae logró alcanzarlo y morderlo para llevárselo a su amo, terminó con unas quemaduras terribles en el hocico.

—Unas de tercer grado —agregó la abuela tras una pausa.

Así que cuando el rey se enteró, se puso furiosísimo y mandó a otro de sus Bulgae a cazar esta vez a la luna. Pero la luna era demasiado fría y el pobre perrito de fuego terminó sufriendo unos dolores horribles de muela.

—Como cuando Daehyun come demasiado rápido su helado —la abuela rio.

Sin poder aceptar su derrota, el rey de Gamangnara envió a otro de sus Bulgae. Y a otro. Y así durante siglos completos sin rendirse y sin ser capaz de poseer lo que tanto anhelaba. 

—Por eso cuando un Bulgae logra morder al sol o la luna, se le llama eclipse —finalizó su abuela el relato—. Pero la enseñanza de esta historia, bonito, no es la de intentar alcanzar lo que deseamos, es aceptar que no debemos codiciar algo que no podemos tener.

¿Entonces por qué el rey de Gamangnara no escuchaba a la abuela y se rendía?, pensaba Dae ese 22 de julio de 2009, mientras en la televisión anunciaban que acababa de iniciar el único eclipse solar que habría ese año.

Bulgae, pensó Dae observando a su pequeño perrito Moonmon correteando entre sus piernas.

Tal vez lo incorrecto no era que el rey de Gamangnara no debiese codiciar algo que no le perteneciese, tal vez solo necesitaba ayuda para lograr cumplir sus sueños. 

Ayuda.

Él solo necesitaba ayuda como Daehyun.

Con su abuela distraída en la cocina preparando el desayuno, Dae arrastró una silla hasta el patio trasero y la ubicó debajo de ese rectángulo donde ingresaba un haz de luz. Sin embargo, al subir con Moonie en brazos, con la idea de ir a ayudar al Bulgae a cazar el sol, le faltó por lo menos un metro para llegar al techo.

Frustrado, se bajó de la silla y recorrió el jardín trasero con la mirada. Y así encontró una escalera metálica que su abuela estuvo utilizando el día anterior para pintar unos fierros del tejado.

Dejando a Moon en el suelo, jadeando y sudando por el esfuerzo, logró arrastrar la escalera hasta debajo del agujero. Volvió a subir los escalones con Moonmon en brazos, y al llegar hasta el borde y asomar la cabeza fuera del techo, se encontró con un mundo increíble en el cual podía divisar hasta la casa vecina. ¡Y tenía una piscina! ¿Podría Daehyun pedirle a su abuela que lo dejase ir a bañarse en ella?

Esperen, ¿y si el niño del parque vivía ahí? Podría llamarlo.

¿Y para qué?, pensó Dae con tristeza. Él ya no podía hablar y mucho menos escuchar, de nada serviría volver a verlo.

Por la potencia del sol que comenzaba a mostrar la mordedura del Bulgae, Daehyun no se percató que su abuela se había acercado con pánico. Solo sintió el tirón en el tobillo que lo hizo chillar. Sosteniendo a Moonmon contra su pecho, Dae perdió el equilibrio.

Sintió los dedos desesperados de su abuela jalando de su ropa para evitar la caída. El dolor de tobillo apareció a la misma vez que Dae chocaba contra el suelo. Moonmon se resbaló de sus brazos.

Sin aliento, Daehyun observó a su abuela mover los brazos alterada. Parecía estarle gritando algo, pero sus labios se movían con tanta rapidez que Daehyun no podía leerlos.

Como castigo, se quedó sin videojuegos durante una semana completa. ¡Y eso que estaba en cama con el tobillo vendado! Sin embargo, ni ese dolor ni el aburrimiento se sintieron tan horribles como saber que no volvería a jugar nunca más con el niño en el parque.

Porque, en definitiva, querer salir de esa casa era semejante a la misión interminable de los Bulgae.

Era estúpido y sin esperanzas.

—Sungguk —moduló con tristeza.

Y esa fue la penúltima vez que Dae musitó aquel nombre en esa casa. La última, cuando unos ojitos bonitos se asomaron por la trampilla del tercer piso.

 La última, cuando unos ojitos bonitos se asomaron por la trampilla del tercer piso

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Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora