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Provenientes del primer y segundo piso de la casa se escuchaban conversaciones pausadas, también una que otra puerta abriéndose y cerrando, pasos de aquí para allá. La luz de la sirena de uno de los autos había quedado encendida e iluminaba aquel oscuro rincón con tonos rojos y azules.

Por experiencia Sungguk intuía que estaban preparando la escena. Sabía, además, que serían solo unos pocos los que tendrían autorización para deambular por la casa, puesto que ahora pasaba a ser una escena del crimen y el chico, que se aferraba a él, podría convertirse en una posible víctima o en el principal sospechoso.

Minki tal vez estuviese fuera de la casa mientras los forenses tomaban muestras y buscaban evidencia; con mucha más posibilidad, tal vez incluso le habían permitido finalizar el turno para tener la dichosa cena de aniversario con su novio.

En cambio, Sungguk no se había movido en lo más mínimo por unos buenos minutos. El chico continuaba aferrándose a su brazo sin ánimo de querer soltarle, sus ojos no se despegaban de la trampilla abierta. Sungguk dio un largo suspiro y se dejó caer sobre su trasero, estirando las piernas delante suyo que hormigueaban por permanecer de cuclillas demasiado tiempo.

Con su mano libre se quitó el gorro y se desordenó el cabello, notando por el rabillo que el chico seguía sus movimientos con la cabeza ladeada.

No alcanzaba ni a llevar medio año de servicio y posiblemente fuese a ser dado de baja, porque esa noche había roto una larga lista de normas que el protocolo exigía no hacer con una víctima: hablarle, invadir su espacio personal y persuadirlo a que aceptase un regalo. Incluso lo alimentó. Y olvidaba lo más importante: la promesa.

Un oficial jamás debía prometerle algo a una víctima.

Si bien Sungguk no hizo una promesa grande, ofrecer su ayuda a una víctima psicológicamente inestable era condenarla a aferrarse a algo incierto.

Recién entonces, notó que había incumplido otra norma del protocolo.

Ni siquiera se presentó.

Maldición.

Iba a ser dado de baja.

Y tenía como diez meses en deudas.

—Mi nombre es Jong Sungguk —se presentó demasiado tarde—. Oficial Jong Sungguk.

Sin embargo, el muchacho no reaccionó, estaba atento a la entrada del tercer piso.

Frunciendo el ceño, Sungguk llamó su atención. Volvió a intentarlo:

—Lo siento, no me presenté —habló despacio—. Mi nombre es Jong Sungguk, oficial Jong.

El chico estuvo unos segundos concentrado en el rostro de Sungguk. Después, en un movimiento casi imperceptible, Sungguk notó que su boca se movía pronunciando dos palabras como si estuviese saboreándolas en su lengua: Jong Sungguk.

Entonces una risita oxidada y torpe escapó desde él, aunque murió tan rápido como llegó. La expresión del muchacho cambió, ahora se llevaba una mano a sus labios, cubriéndoselos, dándose un ligero golpe en ellos. Luego, volvió a concentrarse en la trampilla con las mejillas sonrojadas.

Dando un largo suspiro, Sungguk se movió para acomodarse mejor, presentía que su estancia se alargaría. De inmediato, la cabeza del chico se giró de nuevo hacia él y tiró del brazo de Sungguk hasta apoyarlo contra su pecho delgado y exaltado. A través de la ropa, Sungguk podía sentir los latidos de aquel corazón, que iba tan fuerte y acelerado que parecía incluso algo doloroso de presenciar.

Esperó a que el chico lo estuviese observando para hablar.

—No me iré a ningún lado —lo tranquilizó—. Solo necesito acomodarme.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora