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Sungguk esperaba que Daehyun no se quedase demasiado tiempo encerrado, después de todo su colchón continuaba en el suelo de su cuarto y no podía dormir sin mantas y sobre las tablas desnudas, ¿cierto? Cierto.

Tres horas después, no estaba seguro de que el chico saliera. Daehyun era perseverante y decidido cuando estaba enojado. O celoso, en este caso. Lo peor, es que ni siquiera podía golpearle la puerta y llamarlo para que hablasen, porque el audífono de Dae permanecía en la mesita de noche de Sungguk y el celular morado tirado en el sofá. Sentado frente a la entrada y todavía medio ebrio, Sungguk se cuestionó cómo lo haría para llamar a alguien sordo sin violentarlo emocionalmente.

Frustrado, dobló las rodillas y apoyó los codos sobre ellas.

Y ahí fue cuando se le ocurrió.

Gateó hasta su cuarto y agarró un cuaderno de la estantería. Iba a escribirle. No, no, mejor iba a dibujarle. Sí, eso, y luego colaría la hoja por la rendija bajo la puerta.

Sungguk era un gran dibujante aunque no uno muy dedicado y apasionado, además utilizaba sus dones en tonterías: como cuando hizo una caricatura de Minki cabezón y se lo pegó en la espalda mientras hacían una ronda por el centro de la ciudad. Sungguk todavía se reía al recordar a Minki girarse una y otra vez para comprobar por qué los niños se reían de él y lo llamaban «Oficial Bobo».

Sungguk bajó a la cocina. Cuando esperaba que el agua hirviera, se sentó en la mesa mordisqueando el lápiz de madera. ¿Qué podía dibujarle? Recordó su sonrisa simétrica mientras la lluvia le mojaba el cabello y la chaqueta roja colgaba de sus hombros.

El grafito se deslizó por la hoja y continuó incluso después de que el agua hirviera. Al finalizar, calentó de nuevo el agua y preparó dos rámenes, uno de ellos era para Dae. Sungguk tenía la esperanza que ese dibujo lo hiciese salir.

Arrugando su creación bajo el brazo, agarró ambos cuencos y volvió a subir. Cuando dejó los platos en el suelo, tuvo que reprender cinco veces a Roko para que no se los comiera. Con la bestia domada, se agachó para deslizar el dibujo por la rendija.

Entonces el pomo sonó bajito y unos ojos aparecieron por la rendija entreabierta. Sungguk le sonrió y apuntó la comida en el suelo. La escena era totalmente antihigiénica aunque hermosa en la misma proporción.

—¿Cenamos?

La puerta se abrió más, Daehyun salió con el dibujo apretado contra el pecho. Lloraba un poco, algo que Sungguk se acostumbró a aceptar como una reacción natural conectada más a la sorpresa que a la tristeza.

Daehyun se acomodó sobre sus piernas dobladas, la hoja todavía estaba arrugada contra su cuerpo. Sungguk notó que unas gotas habían corrido el grafito en el centro.

—¿Te gustó? —quiso saber, tendiéndole unos palillos y el ramen no picante porque entendía que no lo toleraba.

Daehyun asintió y dejó el dibujo a su lado, estirándolo con las manos y corriendo sin querer más el grafito. Lo continuó observando al agarrar la comida, al introducir los palillos, al absorber los noodle y al terminar de comer.

—Si quieres te puedo enseñar a dibujar —ofreció Sungguk, pero Dae no podía escucharlo.

Aún distraído, Daehyun apuntó el dibujo y después a sí mismo. Esta vez observó a Sungguk para captar su respuesta.

—Así es como yo te veo —informó. Si bien había hecho el retrato a toda velocidad, seguía siendo preciso en los detalles, acertando en los puntos importantes como ese único lunar en la punta de la nariz y en el diente que le sobresalía milimétricamente.

Daehyun agarró la hoja hecha un desastre y deslizó los brazos largos por el cuello de Sungguk para abrazarlo con fuerza. Fue tal el sentimiento que Sungguk se permitió cerrar los párpados para vivir el momento.

Se fueron a acostar.

Sungguk se acomodó en el colchón mientras Dae, casi colgando al borde de la cama, lo contemplaba.

—Buenas noches, Dae.

Y por tercera noche consecutiva, se despertó con Daehyun durmiendo a su lado.

Y por tercera noche consecutiva, se despertó con Daehyun durmiendo a su lado

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Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora