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Daehyun se quedó dormido en el camino de regreso. Alguien le acariciaba la mejilla. Luego le apartaron el cabello de la frente cuando se quejó e intentó volver a conciliar el sueño.

—Vamos, Dae, tienes que bañarte. Era Sungguk.

Al abrir los ojos, Dae se encontró con su rostro eclipsando el mundo. Desorientado, se restregó los párpados y notó que se encontraba en el sofá de la casa de Sungguk. No, se corrigió, casa no, este es nuestro hogar. De ambos.

Moonmon dormía sobre su estómago. Cuando Sungguk se levantó, Dae notó que Namsoo y Eunjin lo observaban con expresión extraña. La mirada se parecía a la que su abuela le dio cuando su perrito desapareció.

Se estiró en el sofá al bostezar. Agarró a Sungguk por el brazo para que se acurrucasen juntos, aunque este se escapó.

—No, no, debes ir a bañarte.

¿Era necesario? Dae entendía que necesitaba una ducha, pero quería un abrazo de Sungguk que le ayudase a olvidar las manos nerviosas de Moon Minho, como también sus palabras.

—No —Dae se quejó haciéndose un ovillo en el sofá. Accidentalmente, lanzó por los aires a Moonie.

Sungguk volvió a acariciarle la mejilla. Cerró los ojos inclinándose hacia él.

—Dae, necesitas bañarte. Tienes sangre y barro, además debo examinar esa herida en tu mano.

La herida, recordó Dae, la que se hizo al intentar cenar. Roko debió oler algo malo en él, porque no dejó de tirarle del pantalón hasta que sintió que el vaso estallaba en su mano. Solo entonces el dolor físico superó al emocional, y se dio cuenta de que no había probado bocado y que Roko aullaba a su lado.

—No —volvió a quejarse haciéndose chiquito.

—¿Acaso ahora tendré que bañarte?

Dae levantó de inmediato la cabeza, ahora totalmente despierto e interesado.

Namsoo-hyung se reía.

—Dice que lo bañes, Sungguk.

Dae acarició el sofá con vergüenza, porque definitivamente quería que Sungguk lo bañara como vio una vez en un dorama.

Al poco rato, Eunjin se marchó al segundo piso y Namsoo se fue a la cocina tras sonreírle a Dae. Una vez solos, Sungguk se puso en cuclillas al costado del sofá y tocó la cintura de Dae con cuidado.

—Seojun vendrá mañana temprano, hoy no quería abrumarte más —dijo—. Y me gustaría que hablases con él, Dae. Que le contases lo que pasó hoy. Seojun te puede ayudar, pero no puede hacerlo si no hablas con él.

Daehyun se quedó observándolo sin responder hasta que Sungguk dio un suspiro y se puso de pie.

—Debes bañarte —le recordó.

Estiró los brazos hacia él, y Sungguk entornó los ojos, aunque de igual forma se acercó para cargarlo. Sungguk se estaba inclinando para afirmarlo por debajo de las rodillas cuando Dae brincó afirmándose a su cadera y cuello con piernas y brazos.

Sungguk jadeó, sorprendido.

—Salvaje —dijo Namsoo a sus espaldas—. Y yo que pensé... bueno, no importa lo que pensé. Me alegro de que esté animado.

En respuesta, se aferró más a la cintura de Sungguk. Al llegar al baño, Dae dejó caer las piernas y se detuvo frente al lavamanos. Alzó los brazos con una sonrisa.

—¿Debo también desnudarte? —preguntó Sungguk.

—Bueno.

Con un largo suspiro, Sungguk le quitó la camiseta y aprovechó para examinarle la herida.

—¿Cómo te la hiciste?

Dae desvió la mirada hacia el cielo.

—Puedes contarme, te prometo que no le diré a nadie —insistió.

Sungguk lo observaba con la misma expresión con la que Moon Minho fingía no verlo cuando Dae recibió el dulce. ¿Tristeza tal vez? Él no terminaba de entender ese sentimiento.

—Vaso —contestó.

—Vi los vidrios en el comedor —respondió Sungguk—. ¿Te cortaste recogiendo los pedazos?

Dae negó con la cabeza, después apretó la mano sana en un puño.

—¿Te estalló en la mano?

Como Dae asintió, Sungguk pareció querer insistir con el tema. Sin embargo, Dae se quitó el audífono y lo dejó a un costado del lavamanos. Sungguk se quedó observando el aparato, sus labios fruncidos parecían tristes.

Tristeza.

Dae había hecho que Sungguk se sintiese triste.

De pronto no supo cómo manejar esa sensación que se le asentaba en el pecho. No pudo pensar mucho más en eso porque el dolor explotó nuevamente en su mano. Sungguk continuaba limpiando su herida: un chorro de agua eliminaba el polvo y la sangre seca que se había adherido a su piel.

—Luego la esterilizaré y vendaré —leyó en sus labios—. Ahora puedes bañarte.

Dae le tendió una pierna, pidiéndole en silencio que le sacase el zapato.

—¿Te puedo tener más consentido?

El calzado quedó en el piso junto a los calcetines. Los ojos de Sungguk recorrieron el cuello desnudo de Dae y bajaron por su clavícula, pasando por el centro del pecho hasta quedarse anidados en la pretina cerrada del pantalón. Sungguk bajó la vista al piso, la punta de sus orejas se tiñeron de escarlata.

Dae esperó a que Sungguk continuara, sin embargo, parecía no estar interesado en seguir con aquella tarea. Con un suspiro, Dae jugueteó con el cierre. Al bajarse los pantalones, notó los labios de Sungguk moverse. No entendió, así que se quitó la ropa y la lanzó lejos. Antes de que Sungguk alcanzase a voltear hacia la puerta, Dae vio que sus mejillas tenían la misma coloración que sus orejas. Intrigado, se le acercó por la espalda.

No supo si lo dijo bien o mal, pero lo llamó.

—S u n g... g u k.

Se volteó de inmediato hacia Dae sin percatarse de lo cerca que estaba. Sus narices rozaron, la estatura de ambos hacía que encajasen todos los puntos de sus cuerpos. De pronto, ¿por qué los ojos bonitos de Sungguk se veían tan oscuros?

Una sola advertencia:

—Te voy a besar, Dae.

—Te voy a besar, Dae

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Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora