53
La primera noche que Jong Sungguk durmió solo tras la partida de Dae se sintió igual que en la mañana que su madre abandonó la casa. Acostado en la cama vacía, que de pronto se volvió enorme y helada, no hacía más que buscar a Daehyun bajo las sábanas. Lo extrañaba como no se lo había imaginado. Dae recién se había marchado y su ausencia ya se sentía insoportable.
Con una sensación pesada comiéndole el centro del pecho, agarró el celular bajo la almohada y buscó el contacto de su novio. Su pulgar jugueteó sobre su nombre. Quería llamarlo. Anhelaba tanto escuchar su voz.
Dae...
Volvió a guardar el teléfono, no podía hacerle eso, no podía sobrecargar emocionalmente a Dae con su propia tristeza cuando había partido llorando y apegando las manos al vidrio del tren en un afán desesperado por un último contacto. Dae tampoco había querido irse.
Pero había veces, como el mismo Minki le había dicho hacía un tiempo, que no queda más que alejarse de la persona que se ama. A Sungguk le había costado entenderlo. No es que Daehyun quisiese marcharse, debía hacerlo, esa era la diferencia. Tenía que continuar creciendo o terminaría estancado con las mismas carencias emocionales. Al igual que Sungguk, que muchas veces seguía sintiéndose como el niño que buscó a su madre por toda la casa.
Sungguk se estaba obligando a dormir, porque debía despertarse en dos horas para empezar su turno de madrugada, cuando su celular vibró bajo su almohada. Era una videollamada de Dae. El nudo de nervios se hizo más estrecho y se estiró para encender la luz de la mesita de noche.
Contestó.
El rostro de Dae apareció. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos como si hubiese llorado por mucho tiempo.
—Prometimos no llamarnos hoy.
Dae se pasó la mano por la nariz roja.
—Yo sé, solo...
—Nosotros también te extrañamos.
Los labios de Dae se fruncieron en tristeza. Estaba recostado sobre una almohada blanca, su cabello castaño desordenado en su frente.
—¿Te gusta Seúl? —preguntó Sungguk.
—No vi mucho, solo la estación y el camino a la residencia. Comí uno de los rámenes que me diste.
Ambos permanecieron en silencio escuchando la respiración del otro. La mirada de Dae volvió a bajar, continuó la conversación con un tono tímido.
—¿Y ustedes?
—Yo me comí un pedazo de pizza que estaba en el refrigerador.
—Llevaba una semana ahí, Sungguk.
—Demonios.
Eso le sacó una carcajada temblorosa a Dae.
—¿Y Jeonggyu?
—Su biberón.
La expresión de Dae brilló con anhelo.
—¿Lo hizo bien mi Osito?
—Lo hizo muy bien.
Daehyun se sorbió nuevamente la nariz. Pareció que iba a decir algo, su garganta subió y bajó. Se mordió el labio.
—Yo...
—No tengas miedo, dilo.
Su expresión se contrajo, inspiró jadeante.
—¿Y si Dae se equivocó?
Volvía a decir su nombre.
—No es un error, Dae.
—Pero...
—¿Sabes por qué no es un error? —Dae negó con suavidad—. Porque es algo que haces por ti.
—Osito solo tiene cuatro meses. Dae debería... yo debería estar con él.
—Estarás con él cuando regreses.
El pecho de Dae vibró.
—Quiero regresar —admitió.
—Lo sé, bebé.
—¿Por qué todo es tan difícil para mí?
—No seas tan duro contigo, Dae, lo estás haciendo de maravillas.
Por lo menos, iba mucho mejor que el propio Sungguk.
Daehyun soltó un bufido.
—Solo he llorado —confesó.
—Que sigas en Seúl a pesar de eso es lo importante.
—Seojun me dijo lo mismo. Él dice que estoy haciendo lo correcto.
Por su codependencia. Porque la partida de Daehyun muy poco tenía que ver con estudiar artes, pero todo tenía que ver consigo mismo.
Sungguk tomó asiento en la cama.
—¿Te gustaría ver a Osito?
—Por favor —pidió de inmediato.
No lo hizo esperar. Se dirigió sigiloso al cuarto. Llevándose un dedo a los labios, le pidió a Dae mantenerse en silencio. Empujó la puerta entreabierta de la habitación de Osito y cambió a la cámara trasera del celular. Su pantalla ahora enfocaba la cuna apenas iluminada por la luz tenue del espantacuco. El bebé dormía cubierto con uno de los trajes de tela que venía con gorro incluido. Las orejas de conejo blancas sobresalían sobre las mantas.
La noche era todavía cálida, por lo que Osito había encontrado la forma de destaparse. Se notaba que tendría tan mal dormir como Daehyun.
Sungguk volvió a cambiar la dirección de la cámara y se enfocó a sí mismo inclinándose sobre Jeonggyu para darle un beso, arriesgándose a despertarlo. Por fortuna, solo movió los pequeños labios que con el tiempo serían iguales a los de Sungguk.
Jeonggyu sería el perfecto rompecabezas entre ambos.
Al finalizar la llamada, Sungguk tomó asiento en el suelo del cuarto con su espalda apoyada contra la cuna. Unos instantes después, apareció Minki y se sentó a su lado afirmando sus piernas contra su pecho. Al parecer, ninguno la estaba pasando bien.
Se quedaron sin decirse nada por largos minutos, luego cada cual regresó a su cuarto. Minki se detuvo en la entrada del suyo.
—¿Sungguk?
Confundido, volteó a mirarlo.
—¿Pasa algo?
—Voy a regresar con Jaebyu.
Sungguk le sonrió.
—Tardaste en entenderlo.
Su amigo le regresó una sonrisa tímida.
—No, Jaebyu me hizo entenderlo. Él realmente... él realmente me ama.
A la otra mañana, el cuarto que Minki había estado utilizando durante casi dos meses volvió a quedar vacío.
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Still with you/me (Novela)
RomanceSe encuentra a la venta en librerías El oficial Jong Sungguk pensó que esa tarde de lluvia sería como cualquiera: otra inspección de rutina en un vecindario de clase media de la ciudad de Daegu, Corea del Sur. Nunca imaginó que dentro de una casa a...