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El celular de Jong Sungguk vibraba sin parar en el bolsillo de su chaqueta mientras intentaba prestarle atención al reclamo del señor que tenía en frente; este se quejaba contra su vecino porque, a consideración de él, la casa de al lado tenía un jardín horrible y arruinaba la estética de todo el vecindario.

—Como le mencioné, señor —unas ya veinte veces, pensó Sungguk—, la policía no puede arrestar a su vecino por lo que me indica.

—Pero podrían ponerle una multa —insistió.

Minki y Sungguk se dieron una mirada exasperada.

—Tendría que ir al departamento de Aseo y Ornato de Daegu, esto escapa de nuestras funciones —continuó Minki con el último resto de amabilidad que le quedaba en el cuerpo.

—¿Y ellos podrán ponerle una multa? —quiso saber.

—Tendría que revisar con ellos si existe una Ordenanza que estipule aquello —explicó Minki—. Solo con eso tendría la potestad de obligar a un vecino a arreglar su jardín o multarlo de negarse a obedecer. Por lo mismo, y como le comentamos, eso debe verlo directo con el departamento de Aseo y Ornato.

Y para finalizar la conversación, Minki le escribió en un papel la dirección del departamento mientras el celular de Sungguk moría, ¿se le habría acabado la batería?

Se dirigieron hacia el automóvil.

—La gente cree que las multas son un juego de niños —refunfuñó su amigo.

Pero Sungguk no estaba escuchando, había sacado el celular para comprobarlo. Todas sus notificaciones venían de la misma persona: Moon Daehyun.

Hace una hora atrás, al dejarlo en el hospital para acudir al llamado policial, le había insistido que le escribiera todo lo que quisiera. Tal vez debió poner algunos límites. 57 mensajes no era algo normal.

Sungguk cliqueó la primera notificación y se abrió la aplicación de mensajería. Emojis mandando besos, saludando, riéndose, enojados, desconcertados y bailando se apoderaron de la pantalla. Moon Daehyun había encontrados los emojis y parecía decidido a ocuparlos todos. A Sungguk se le estrujó el corazón.

—¿Por qué te ríes? Te ves idiota y das miedo —dijo Minki, habían llegado hasta la patrulla de policía.

—Y tú te ves ridículo hablando todo el día de tu novio, pero nadie te dice nada.

—No es mi culpa que todo me lo recuerde a él.

Sungguk desbloqueó las puertas.

—Cuando me enamore espero no ser como tú —pidió Sungguk.

—Serás peor, créeme.

—Soy un hombre de ley, rudo y malote. No me pasará eso.

—Moon Daehyun me envió un mensaje —se burló Minki con voz aguda y batiendo las pestañas.

Sungguk lo ignoró y se concentró en la pantalla, cuestionándose qué podría decirle a alguien que no conocía de nada.

Sungguk: jejejeje.

Con eso bastaría. Guardó el celular. Después recordó que el chico posiblemente nunca hubiese leído una risa escrita y no sabría por qué le estaba mandando tantos «je» consecutivos.

Daehyun: no entiendo. ¿Se rompió tu celular?

Sungguk: los «jejejeje» significan que estoy riendo.

Daehyun: eres muy gracioso, Sungguk. Me gustas mucho. Haces que el corazón de Dae brinque.

Sungguk enrojeció de manera violenta y soltó un gemido agonizante. Su cabeza quedó recostada contra la cabecera del asiento, su mano con el celular sobre el volante. Minki, quién también escribía en el teléfono, alzó las cejas con extrañeza:

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora