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El oficial Jong Sungguk pensó que esa tarde de lluvia sería como cualquiera: otra inspección de rutina en un vecindario de clase media de la ciudad de Daegu, Corea del Sur. Nunca imaginó que dentro de una casa a...
Lo recordó inclinado sobre él en el medio del pasillo. Un dedo sobre su boca sonriente pedía silencio. Su cabello oscuro y ondulado orbitaba su rostro que, por esos años, no se asemejaría en nada a la infantil expresión de Moon Daehyun.
—Este será nuestro pequeño secreto —dijo enseñando una barra de chocolate en la mano.
Esa misma cabeza oscura inclinada hacia Dae mientras le indicaba cómo llegar al parque, la misma que meses más tarde se inclinaría hacia su abuela prestándole atención a algo que Moon Daehyun era incapaz de escuchar. Entonces, esa mirada opaca encontrándose con la de Dae por sobre la coronilla de su abuela.
Un gatito diminuto en su regazo, su abuela otra vez frente al hombre cuando Moon Daehyun se suponía dormía.
Arrodillado a un costado de su cama, una vez más pidiéndole silencio. En sus manos un pompón oscuro que dejaría a su lado sin preguntar. Sus labios formando una simple oración que Daehyun recordaría en lo esencial.
—Su nombre es Moonmon.
Y años después, detenido a un costado de la cocina observando a su abuela retorcerse en el suelo por el dolor. Su rostro, ahora tan semejante al suyo, inclinado hacia él.
—Nadie lo sabrá —dijo mientras Moon Daehyun intentaba aferrarse a un cuerpo sin vida—. ¿No es esto lo que querías?
Todas esas veces, su papá.
Y por eso Moon Daehyun no pudo entenderlo.
Jalándose el cabello con Roko ladrándole a los pies, él fue incapaz de entenderlo.
No pudo.
Simplemente no pudo.
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