9
Se sentía demasiado liviano en sus brazos, a pesar de lo alto que era debía pesar menos de sesenta kilos. Pudo palpar sus huesos a través de la camiseta cuando logró afirmarlo por la cintura y parte posterior de las rodillas. Esperó a que el chico lo mirase para hablarle.
—Rodea mi cuello con tus brazos.
El muchacho asintió, llevando las manos por detrás de la nuca de Sungguk. Le contempló de cerca el rostro, después se escondió en el hueco existente entre su cuello y hombro, enterrando aquella nariz helada justo en el límite de piel que quedaba al descubierto sobre la camisa azul.
Apegándolo más a su cuerpo, Sungguk se dirigió a la escalera y comenzó a bajar. Yeo Eunjin estaba esperándolos en el segundo piso. Portaba otra manta que extendió apenas su colega pisó el último escalón.
Sungguk notó que el muchacho levantaba el rostro con curiosidad hacia Eunjin. Bastó que la mirada de ambos se encontrase, para que volviese a esconderse.
Eunjin colocó la manta sobre la cabeza del chico, cubriéndolo por completo de los ojos ajenos.
—Alguien le avisó a la televisión —explicó Eunjin.
—¿Cómo llegaron tan rápido?
—Estuviste casi dos horas allá arriba, Sungguk.
Alzó las cejas.
Uno al lado del otro, bajaron al primer piso donde se paseaban personas vestidas con enteros de plástico blanco, tomando huellas y evidencias que pudieran recolectar. Sungguk saludó con la cabeza al verlos detenerse para comprobar el bulto plateado que cargaba.
—¿Está muy mal? —quiso saber Eunjin antes de llegar a la puerta—. Creo que lloré un poquito cuando me enteré de lo que ocurría.
Ese lado de la ciudad, un tanto aislado de la metrópolis que era Daegu, era pequeño y tranquilo, nunca pasaba nada pero de ocurrir, venían dos o tres de golpe. Esa noche era una de esas, había sucedido un posible asesinato, y pocos minutos después él había encontrado a un chico en el ático. Sungguk solo esperaba que no hubiera más sorpresas.
—¿Sabes? —dijo Sungguk, de pronto sintió un extraño ardor en la boca del estómago—. Viví hasta los dieciocho años a unas siete calles de aquí y nunca... ¿cómo nunca me di cuenta de esto?
—Sungguk.
—Digo, de pequeño venía bastante al parque de la vuelta a alimentar a perros. Debí haber visto algo.
—Eras un niño, ¿en serio estamos teniendo esta conversación?
—Es que, hyung —la voz de Sungguk se perdió.
—Vas a necesitar atención tras este caso —informó Eunjin con tristeza—, ¿lo entiendes, cierto?
Sungguk apenas pudo asentir, sentía que partes de su cerebro ya empezaban a fragmentarse por el venidero colapso nervioso. Con posibilidad al finalizar la jornada llegaría a su habitación y se dormiría llorando porque, si bien desde los seis años que deseaba ser policía, nadie lo preparó para acarrear esos sentimientos.
—Hay mucha gente afuera —advirtió Eunjin antes de abrir la puerta.
Sungguk notó que aún estaba lloviendo, la llovizna mojaba a los vecinos curiosos que repletaban el antejardín de la casa ese aburrido domingo. Alcanzó a dar unos pasos cuando la luz de una cámara de televisión lo encegueció, perdiendo el equilibrio en los escalones del porche. Eunjin alcanzó a afirmarlo por la espalda, a la misma vez que los dedos del chico se enterraban en su cabello.
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Still with you/me (Novela)
RomanceSe encuentra a la venta en librerías El oficial Jong Sungguk pensó que esa tarde de lluvia sería como cualquiera: otra inspección de rutina en un vecindario de clase media de la ciudad de Daegu, Corea del Sur. Nunca imaginó que dentro de una casa a...