Epílogo
El ligero olor a aceite fue lo que despertó a Daehyun aquella noche. Un tanto desorientado, abrió los ojos y se sentó en la cama, que le quedaba pequeña desde hacía años. Arrugando un poco la nariz, alzó la cabeza y cerró los ojos para intentar identificar el olor, porque, desde que perdió la audición a los seis años, había desarrollado el olfato como ninguno. Ahora su nariz le indicaba que su abuela estaba preparando algo, a pesar de que su reloj de mesa marcaba la una y veinte de la madrugada.
Se puso de pie y se movió por la habitación con suavidad, pisando despacio, como había aprendido. A pesar de que iba solo con una camiseta delgada para dormir, no se abrigó por miedo a meter algún ruido que sus oídos sordos no detectarían. Agarrando el pomo con ambas manos, lo fue girando con paciencia hasta que sintió la vibración en las palmas y la puerta se abrió. La empujó hasta la mitad, la luz del primer piso estaba encendida.
Se arrodilló y deslizó por el suelo de madera hasta llegar a la escalera. Sintió que las tablas bajo sus palmas crujían por su peso. Coló su cabeza entre la baranda y el último peldaño de la escalera.
Entonces, su mirada se encontró con la de un hombre.
La cuarta persona que conoció en su vida se llevó una mano a los labios para pedirle que guardara silencio.
Con el corazón acelerado, Daehyun volvió a esconderse en la seguridad del segundo piso. Cuando intentó regresar a su habitación, al alzar la vista se encontró con aquel hombre al pie de las escaleras.
Esta vez, otro gesto. Le pedía que bajase.
Afirmando el borde del último peldaño, tragó saliva mientras se escondía hasta que su barbilla estuvo contra el piso. Solo sus ojos quedaron visibles.
Otra vez le pidió que bajase. Negó y cerró los ojos.
¿Será hermano de mi papá?, pensó.
Dae no era ningún bobo. Sus libros de biología explicaban muy bien lo que era la genética. Y que ambos se pareciesen tanto le dejaba las cosas claras: eran parientes.
Tragó saliva.
Al asomarse nuevamente por la escalera, el hombre desapareció. Extrañado, Dae lo buscó en su limitado campo de visión.
El olor a comida continuaba picándole en la nariz.
Antes de arrepentirse, se puso de pie y pisó el último escalón. Tanteó la vibración bajo su talón, después bajó otro más. Y otro. Y entonces llegó a la entrada de la cocina; Dae encontró al hombre sentado en la mesa y a su abuela cocinando algo en un sartén.
Antes de que Lara pudiese reaccionar, Dae corrió hacia el hombre y se arrodilló frente a él, aferrándose a sus piernas mientras creía pronunciar palabras de auxilio con una lengua que no dejaba de enredarse en su boca.
—A y ú... d a m e.
El hombre se quedó paralizo observando a Dae llorar a sus pies.
—¿Ayuda? —leyó en sus labios—. ¿Quieres que te saque de aquí?
La abuela había dejado la cocina, estaba furiosa. Se aferró a los hombros de Dae y forcejó, a la vez que este continuaba sujetando las piernas delgadas del hombre.
—A y ú... d a m e —suplicó, mordiéndose su lengua sin querer.
Su boca supo a sangre.
Luchó contra su abuela para no ser arrastrado, a pesar de que su cuerpo débil ya sudaba por el esfuerzo.
Él no podía regresar al ático. No iba a regresar al ático.
No podía.
No quería.
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Still with you/me (Novela)
RomanceSe encuentra a la venta en librerías El oficial Jong Sungguk pensó que esa tarde de lluvia sería como cualquiera: otra inspección de rutina en un vecindario de clase media de la ciudad de Daegu, Corea del Sur. Nunca imaginó que dentro de una casa a...