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Horas antes de aquel beso robado, y ajeno a lo que ocurriría, Jong Sungguk pensaba en cuánto se había acostumbrado a visitar a Daehyun, más ahora que su compañero y amigo Lee Minki compartía habitación con él en el hospital. Sin embargo, al enterarse en sus inicios que ambos iban a compartir el mismo espacio, le pareció la peor idea del mundo. Pero no a Seojun, él estaba convencido de que ambos se harían bien. ¿Cómo? Sungguk aún no lo averiguaba porque Minki estaba deprimido y Daehyun era una cajita de relojería que en cualquier momento podía estallar.

Transcurrido ya unos días, Sungguk continuaba reticente, no dejaba de recordar a Daehyun escondido en el cuarto de aseo intentando encontrar en una caja al bebé perdido de Minki. Daehyun era tan inocente que a Sungguk le daba miedo, no porque fuese incapaz de aprender, más bien le aterrorizaba la idea de que alguien pudiese aprovecharse de esa inocencia. Dae necesitaba con urgencia que alguien le enseñase sobre el mundo.

Así que Sungguk se esforzó mucho más en sus clases de lengua de señas y de lectura de labios, creyendo que esa última sería la alternativa más viable a largo plazo. La noche anterior se había pasado dos horas completas viendo a una señora pronunciar palabras, pero simplemente no pudo entenderla. La señora pronunció «banco» y Sungguk comprendió «barco», después dijo «marco» y Sungguk siguió entendiendo «barco», la palabra cambió a «manto» pero para él otra vez decía «barco». Finalmente, cuando la señora dijo «barco», leyó «banco».

Tal como iban sus mediocres avances, a Sungguk no le quedaban muchas esperanzas de convertirse en la persona que ayudaría a Daehyun a descubrir el mundo. Era un fiasco, y por eso lo atacaba la culpa. La culpa por no tener la capacidad para aprender rápido como Namsoo, la culpa por haber dejado sordo a Dae, la culpa por no entenderlo ni poder ayudarlo.

Simplemente mucha culpa, pensó con las manos metidas en los bolsillos al subir las escaleras del hospital. Tuvo que frenar fuera del cuarto de Daehyun para reordenar sus pensamientos y eliminar aquella expresión que de seguro era triste y preocupada. Más recompuesto, ingresó. Dae estaba frente a la ventana con las palmas contra el vidrio. Su compañero de habitación no se divisaba por ningún lado.

Sungguk se acercó con precaución para no asustarlo. Una vez a su lado, notó que Dae observaba a unos niños jugar en el parque. El chico tardó unos segundos en percatarse de su presencia, volteando su barbilla hacia él. Sus mejillas se sonrojaron, la punta de sus orejas adquirió el mismo color.

—¿Espiando a alguien?

Daehyun se encogió de hombros, bajó los párpados en un ataque de vergüenza. Cuando volvió a alzarla, Sungguk preguntó:

—¿Por qué tanta timidez? ¿Es por lo de ayer?

Eso pareció avergonzarlo todavía más. Se cubrió el rostro con las manos y se dirigió a la camilla. A Dae le gustaba esconderse bajo las sábanas cuando no sabía cómo enfrentar un sentimiento nuevo.

Y mientras lo observaba, Sungguk sintió que una conversación se había perdido entre ambos porque no estaba entiendo la reacción tímida y esquiva de Dae. Y es que la tarde anterior lo que menos había sentido Dae fue vergüenza al pedirle su tarjeta de crédito. Pero la culpa de eso en realidad la tenía Seojun, él le estuvo explicando al chico el funcionamiento de las tarjetas utilizando Granjitas como ejemplo, ese juego del que Dae era algo adicto.

—Con una tarjeta de crédito podrías comprar muchas monedas. Y si tuvieras un millón de monedas, podrías adquirir ese molino y cosechar más rápido, porque venderías el trigo molido y eso te daría más moneditas para comprar más semillas.

Cuarenta minutos después de aquella explicación, Daehyun se dedicó a escribir un enorme testamento en el computador, pidiéndole (por favorcito, di que sí, Sungguk) que le comprarse un molino para Granjita con su tarjeta.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora