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Los meses de soledad pasaron bastante rápido, la primera Navidad de Jeonggyu estaba a solo unos días de ocurrir. Y con siete meses y medio de vida, Sungguk había comenzado a alimentarlo con papilla de verduras que su padre le había enseñado a preparar. El problema era que a Jeonggyu no le gustaba mucho y lo utilizaba como arma de ataque en vez de alimento. El bebé se reía feliz lanzando la comida, mostrándole a Sungguk la punta de una de las paletas que había comenzado a crecerle en el último mes. Parecía un ogro pequeño.

—Jeonggyu, necesitas comer.

Su hijo se rio feliz y golpeó su plato lanzándolo al suelo.

Roko, ni tonto ni perezoso, lamió los restos.

Sungguk suspiró armándose de paciencia.

—Eres un diablillo.

Tal vez se debía a que estaba enormemente cansado, pero juró que Osito soltaba un claro «no» como respuesta. No, como la palabra favorita de Daehyun.

—¿Hablaste?

Por supuesto que no, con menos de ocho meses era imposible que Jeonggyu pudiese hablar. De todas formas, Sungguk sacó el celular para grabarle el momento a Dae.

—Te prometo que acabo de escucharle decir a Osito «no» —relató para la cámara—. ¿Cierto, Jeonggyu, que acabas de hablar?

Podría jurar que Daehyun iba a poner los ojos en blanco al ver el video y que después le enviaría un audio extenso explicándole por qué era imposible que eso sucediera. Sungguk seguía extrañando a su novio don literal.

—Vamos, Osito, di de nuevo esa palabra mágica para que tu papá Dae pueda escucharla o se va a poner muy triste.

Jeonggyu continuó jugando con los restos de comida que quedaban en su silla de bebé. Llevaba, además, el cabello desordenado porque se había despertado de la siesta y Sungguk no era un estilista experto; lo que no solucionaba con un poco de agua, se quedaba como se quedaba. La vida era así.

—Bien —continuó Sungguk cuando su hijo siguió ignorándolo—, Jeonggyu es algo tímido con las cámaras.

Al escuchar su nombre, Osito soltó una carcajada y dio un aplauso, la papilla verde que tenía en las palmas salió disparada directo a la mejilla de Sungguk.

La vida de padre, cuánta maravilla, pensó con ironía.

—¿Y si mejor intentas decir «pa-pá»? No, no, mejor di Dae. Pa-pá De-De.

El rostro de Jeonggyu se frunció concentrado y eructó. Sí, una vida maravillosa.

Los calendarios marcaban un frío 23 de diciembre, a tres meses de la partida de Dae, cuando Sungguk tomó el tren que lo llevaría a la capital. Al bajarse del vagón, sujetando con un brazo el coche y con el otro a Jeonggyu, el aire helado le congeló las mejillas. Al movilizarse por la estación atestada de gente y ruido, que distaba de la tranquilidad de Daegu, comenzó a ponerse ansioso. Había decidido parar y armar el coche para dejar a Jeonggyu, cuando escuchó su nombre.

—¡Sungguk!

Daehyun venía corriendo hacia él, afirmándose la boina para que no se le volase. Su abrigo largo y oscuro revoloteaba entre sus piernas, que se movían rápido. Y así, con esa simple visión, cada pequeño temor de Sungguk se esfumó con un suspiro.

Porque Moon Daehyun todavía lo quería. Todavía lo buscaba emocionado.

Todavía sonreía mientras esquivaba a las personas para alcanzarlo.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora