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Fue una brillante pero fría tarde de febrero cuando Namsoo se puso frente a todos interrumpiendo la película. El primero en reaccionar fue Eunjin, quien le lanzó una almohada a la cabeza y se quejó para que se apartase. El segundo fue Sungguk, preguntando qué sucedía. Finalmente, Dae se enderezó en el asiento con la mano en su vientre redondo de cinco meses y medio. Era una bonita curvatura que quedaba escondida tras las camisetas anchas que había comenzado a robarle a Sungguk.
—Regreso a mi ciudad —contó, la película ahora solo era un ruido de fondo—. Mi residencia finalizó hace ya un tiempo, es el momento de regresar a mi casa.
Nadie se movió hasta que Dae se puso de pie con dificultad. Fue hacia Namsoo y lo abrazó con tanta fuerza que solo la curvatura de su estómago interrumpió el contacto entre ambos cuerpos. Namsoo se quedó observando a Sungguk anonadado y luego le devolvió el gesto.
Eunjin no tardó en imitar a Dae y se unió a ellos, seguido rápidamente por Sungguk. Los cuatro se abrazaron en medio de la sala de estar que dentro de nada se volvería más tranquila y menos transitada.
Pero estaba bien.
Despedirse de gente, dejar que emprendiesen su propio camino, era parte de lo bonito de la vida. Querer y dejar, ambos sentimientos estaban tan atados que debían considerarse uno solo. A la semana de aquel abrazo, el cuarto de Namsoo quedó vacío. El silencio poco a poco comenzaba a apoderarse de la casa. Bastó solo otra semana para que Eunjin también tomase una decisión. Al golpear la puerta del cuarto y asomar la cabeza, Sungguk entendió lo que estaba por suceder.
—Osito nacerá en menos de dos meses —dijo sentándose a los pies de la cama— y serán una familia. Creo que es el momento de que yo también parta.
—No tienes que irte.
Eunjin le sonrió con tristeza a Sungguk, no obstante, su respuesta fue para Dae.
—Creo que mi habitación debería ser la de Osito —tocó un pie de Daehyun por sobre las mantas—. No he olvidado que prometí ayudarte a pintarla.
Y salió del cuarto con la misma tranquilidad con la que ingresó.
Sungguk se dejó caer contra las almohadas con un sentimiento pesado y tirante en el pecho, porque esos cambios implicaban dejar ir una etapa que duró años. Algunas cosas estaban llegando a su fin, mientras otras recién empezaban.
De igual forma, no sabía cómo sentirse.
Tras la partida de Eunjin, Sungguk intentó no prestar atención a lo vacía que se sentía la casa ahora. Con Dae decidieron, entonces, centrarse en lo bonito y pensar en que pronto esas cuatro paredes volverían a llenarse de caos y comidas a las tres de la mañana.
Sin embargo, tal vez ambos se estaban tomado con demasiada tranquilidad la llegada de Osito, postergando las compras esenciales hasta que llegaron al sexto mes de embarazo. Pero el tiempo transcurría rápido y Sungguk no lo entendió hasta que Minki se le acercó en la comisaría y apoyó ambas manos sobre su escritorio.
—Mira, Jong Sungguk —dijo con un tono que rozaba la irritación—, ¿no crees que he sido lo suficientemente paciente?
Extrañado, Sungguk atinó a levantar la vista del papeleo que intentaba completar.
—Hoy mercurio retrógrado debe estar lejos porque no te leo los pensamientos, Minki.
—¿Mercurio-qué?
Le restó importancia con un movimiento de muñeca.
—Es algo que dice Dae. No me mires así que yo tampoco lo entiendo.
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Still with you/me (Novela)
RomanceSe encuentra a la venta en librerías El oficial Jong Sungguk pensó que esa tarde de lluvia sería como cualquiera: otra inspección de rutina en un vecindario de clase media de la ciudad de Daegu, Corea del Sur. Nunca imaginó que dentro de una casa a...