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Delante de la mayor parte de alumnos de Hogwarts, viendo aquellas dos profesoras, una sollozaba y la otra parecía disfrutar aquello.

Amaris sintiendo la mano de Rosier, rodando su cintura, miraba con seriedad aquel escenario, sabía perfectamente que el ministerio estaba metiéndose en el colegio más de lo que debería.

—Llevo dieciséis años dando clases y viviendo, aquí. Hogwarts es mi hogar. – le decía entre sollozos.

Theo miró con una ceja alzada a Rosier, este le empujo y paso su brazo por los hombros de su amiga.

— Por favor...– suplicaba con su tono chillón, mirando a su alrededor sin mucho detalle. — No puede hacerlo...

— De echo, ya lo hice. – decía con un tono de satisfacción que irritaba a Amaris, viendo a la mujer levantando un pergamino enrrollado. Si de algo estaba agradecida la pelinegra, era que la de rosa le estaba dando la espalda y no tenía que verle el rostro.

Entonces fue cuando entro la profesora McGonagall caminando hacia la profesora de adivinación. Abrazando a esta en manera de consoló, mirando con molesta a la mujer chaparra que sonreía.

— ¿Quieres decir algo, querida? – preguntaba con un tono burlón.

— Hay demasiadas cosas que querría decirle. – le respondió con irritación y molestia. — Tranquila. – la mujer descuidada permanecía sollozando mientras la profesora de transformaciones le seguía abrazando.

Atrás de Amaris sobraron las puertas, la chica ni siquiera se movió ni hizo por mirar, pero no tardó en ver a el anciano director caminar con firmeza hacia donde se encontraban las tres profesoras.

— Profesora McGonagall, ¿Puedo pedirle que escolte a Sybil de vuelta al castillo? – hablo el anciano mirando hacia las mujeres.

A la de ojos azules le basto con escuchar la voz de Dumbledore, para saber que no le agradaba nada de lo que sucedía, y era de entenderse, si al final del año terminaban muertos, sería por culpa del ministro y el ministerio.

La mujer que aún sollozaba le agradecía al hombre tratando de abrazarle, este no se negó, más sin embargo solo le tomo la mano en señal de apoyo para estar marcharse acompañada de Minerva McGonagall.

— Dumbledore, le recuerdo que según los estatus del Decreto Educacional No. 23, dictado por el ministro....

— Tiene derecho a despedir a mis maestros. – el corto el barbón mientras que los alumnos miraban muy atentos a lo que sucedía. — Lo que no tiene es la autoridad para desterrarlos de aquí. Ese poder sigue siendo del director.

— Y tampoco tiene dignidad, eh. – se burló Amaris, no solía hablar alto, pero con el silencio sepulcral fue lo único que se escuchó, causando algunas risas silenciosas. Dumbledore identificó de inmediato aquella voz, soportando las ganas de rodar los ojos por el comportamiento que últimamente tenía la chica, pero sabía exactamente a qué se debía el comentario y también se esforzó por no sonreír, al saber que solía hacer hasta malos chistes sabiendo que Umbridge se molestaría por ello, por más malo que fuera.

𝓐𝓵𝓮𝔁𝓲𝓽𝓲𝓶𝓲𝓪 [ʜᴇʀᴍɪᴏɴᴇ ɢʀᴀɴɢᴇʀ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora