Capítulo 31 "¿Vivir O Morir?"

18 4 0
                                    

MARY

Caminaba sin un rumbo fijo por la carretera, sin tener idea alguna de a donde me dirigía. Miré al cielo y me di cuenta de que era de noche, la luna estaba en su máximo esplendor, su luz iluminaba mi camino pero al mismo me bañaba con la pureza de su luz blanca. No había estrellas, nada que le hiciera compañía a la Luna.

Pronto llegó a mi mente el recuerdo de Klaus y de mis ojos brotaron lágrimas que empaparon mis mejillas, miré a la luna y dije:

—¡¿Por qué me lo quitaste?!—Jadeé, mientras lloraba.—¡¿Por qué?!—Comencé a gritar y oí como los murciélagos huían hace otra parte a causa de mis gritos.

Me dejé caer al suelo y seguí llorando, no podía con esta enorme tristeza en mi corazón, me culpaba por no haber ido a esa misión con él, no debí dejarlo ir solo. No debí...

Mi loba interior Sara aullaba de tristeza y de dolor, mientras que mi bruja interior Eva estaba llorando en silencio. Jamás había sentido este dolor, nunca creí que enamorarme traería consigo muchas cosas, entre ellas la desesperación. Estaba triste y desesperada por no saber nada de mi Mate, no sabía si él estaba vivo o muerto...

Cuando pensé en eso sentí el estómago revuelto, no quería pensar en esa posibilidad, realmente no quería, pero mi mente no dejaba de dar vueltas pensando en qué había pasado con él. Mi pecho dolía, no podía respirar de la desesperación y angustia, entonces creí que lo mejor era que yo muriera para estar con él, si estaba realmente muerto.

Así que caminé un poco más por la carretera y vi un letrero a lo lejos que decía con grandes letras rojas que decía:

"¿Desea acabar con su sufrimiento? Llame a este número"

Me acerqué al letrero y tomé una foto con mi teléfono pensando en que era la solución para mi pesar y tristeza. Seguir viviendo ya no servía de nada, además nadie podía detenerme ni siquiera la Diosa Luna podía detenerme. Entonces marqué al número pero nadie me contestaba así que borré el número de mi teléfono y lo guardé en mi bolsillo.

Seguí caminando y pronto sentí una fuerte brisa, me abracé a mí misma y continué caminando, pero luego de unos minutos volví a sentir esa brisa y fue entonces que me detuve.

Miré hacia el frente y vi a una mujer acercándose. Aquella mujer era muy pero muy blanca como la misma nieve o quizás más, tenía unos hermosos ojos grises como la plata, tenían un brillo único e inigualable, sus labios rosados tenían la forma perfecta de un corazón, su nariz era pequeña y su mentón también, su frente era amplia y sin arruga o imperfección alguna, sus cejas albinas eran apenas perceptibles, su cabello era plateado y rizado, largo hasta la cintura, su mirada era tranquila y transmitía mucha paz.

Ella lucía un hermoso vestido blanco largo hasta los tobillos, tenía un escote sencillo, no era vulgar, acentuaba su figura de reloj de arena, sobre su cabeza llevaba un velo que cubría su hermoso cabello, en su cuello portaba un collar con un dije con forma de media luna que era de cristal. Sus pies estaban desnudos y caminaba como cualquier otra persona normal.

No entendía quién era ella, pero de alguna manera sabía que ella no me haría daño alguno, pero tenía la sensación de que algo iba a suceder y no sabía si era bueno o malo lo que estaba sintiendo.

La mujer se detuvo justo frente a mí, no decía nada, sólo me miraba atentamente en busca de algo, entonces de la nada me sonrió y tomó mi mano con ambas manos que eran delicadas y tersas, y muy blancas, sus uñas eran largas y perfectas, eran naturales así como su belleza.

—Vive no existas...—Me dijo de la nada. Su voz me hacía sentir nerviosa y me hacía estremecer de nerviosismo.

—¿Quién eres?—Pregunté.

—Tengo muchos nombres, pero nadie me ha llamado por mi nombre verdadero desde hace un tiempo.

Ella curvó sus en una cálida sonrisa.

No entendía nada y entonces miré que la luna se veía distinta, no era la misma Luna que siempre veía, ahora lucía distinta pero no lograba ver qué era diferente en ella. Tal vez había perdido parte de su brillo o quizás no era tan brillante. La mujer se rió y negó con la cabeza.

—Soy la que elige y junta a todas las almas gemelas del mundo, soy aquella que vela por los sueños de otros, soy la que viaja en un carruaje de plata tirado por dos caballos alados, soy la que mide el tiempo entre los griegos. Soy...

—La Diosa Luna...—Ella asintió a mi respuesta.

—No temas... no vengo a hacerte daño, al contrario vengo a decirte que no debes morir. Él te necesita.

Negué con la cabeza. Klaus había desaparecido y no era seguro que estuviese vivo.

—Él puede estar muerto.

—Te equivocas, él vivirá siempre contigo.—Me dijo muy segura.

—¿Cómo estás tan segura de que él estará siempre conmigo?—Me señaló mi vientre.

—Él dejó su semilla plantada en ti. Volverá cuando llegue el momento, no desesperes.

Toqué mi vientre y sentí un suave movimiento dentro de mí. Estaba esperando un bebé. Un bebé de Klaus y mío...

Cuando miré para decir algo, la Diosa Luna se había ido, miré la luna y vi que había vuelto a la normalidad, la diosa había vuelto a su hogar.

Seguí caminando con la determinación de que tendría a este bebé, sin importar qué. Él sería mi luz y esperanza, la razón de mi existir, mi mundo entero.

Entonces me teletransporté a otro lugar, lejos de todo y de Stefan, donde tanto mi bebé como yo estaríamos a salvo un tiempo.

La Cazadora De La Noche: Los Secretos De Un Traidor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora