Capítulo 40 "Miedo..."

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NARRADOR OMNISCIENTE

¿Miedo...? ¿Qué es el miedo? Se preguntó ella. Nunca antes había sentido algo como eso porque después de tanto tiempo dejó de sentirlo, hasta el punto en el que olvidó qué es el miedo y cómo se siente sobretodo. Miró a su alrededor y se dio cuenta de cuán sola estaba, nadie sabía cuán triste y sola era su vida, un año había pasado desde que fue rescatada y se habían cumplido ya cuatro años después del secuestro.

Había tanta melancolía en la habitación que ni la misma oscuridad podía opacarla, los segundos se convertían en minutos y estos convertían en horas. No sabía cuánto tiempo había pasado después del último episodio, y no deseaba saberlo, no quería saberlo. Cerró los ojos por momento y lanzó un largo y pesado suspiro.

Mantuvo los ojos cerrados tratando de olvidar su soledad, la aturdía el silencio que había, pero al mismo tiempo prefería estar en completo silencio sin nada ni nadie que la molestara. Después de unos minutos abrió los ojos y de ellos brotaban lágrimas que empapaban sus mejillas. Lanzó un grito desgarrador al no poder soportar el dolor que le provocaba el veneno, que recorría cada vena de su cuerpo, que le provocaba un dolor insoportable en el pecho, sentía cada músculo de su cuerpo tan pesado como un yunque.

Respiraba de manera profusa y con dificultad, pero sabía que era el veneno actuando, tratando de controlarla, no debía permitir que el veneno ganara porque si lo permitía se convertiría en algo peor que un monstruo, peor que un asesino serial que acaba de matar a su tercera víctima y busca a la siguiente. Tocó su pecho con la palma de su mano mientras lo apretaba con fuerza para liberar algo de presión en él, pero la presión aumentaba y sino hacia algo para evitar lo peor, entonces nada iba a detenerla.

Así que fue directamente a la ventana caminando con dificultad, sus piernas apenas tenían fuerza para mantenerse de pie y no caerse, eran sólo tres o dos metros y medio, y sentía que no podía continuar pero debía hacerlo, no podía rendirse, no debía ceder ante nada. Si debía arrastrarse por el suelo, entonces que así fuera porque no iba a detenerse hasta llegar a la ventana. Entonces por alguna extraña razón levantó su mano frente a ella y vio cómo esta cambiaba, las uñas eran más largas y afiladas como navajas relucientes y picudas, sus dedos eran más largos y se doblaban como ramas de árbol, o como las manos de un monstruo.

Se había sorprendido, no podía creer que el veneno le hubiese provocado aquel cambio tan brusco. Se había quedado sin palabras, no sabía si debía gritar o llorar, pero al final se quedó en silencio, no hizo nada. Sin embargo, pudo lograr llegar a la ventana y la abrió, salió de su habitación y cerró la ventana con cuidado, di un brinco y aterrizó de pie. Miró un momento a su alrededor y sintió alivio al ver que no había nadie a su alrededor.

Caminaba con cierta cautela evitando ser descubierta, pero al mismo tiempo iba rápido porque la dulce libertad y el aire fresco la habían invadido, se dejó llevar y se adentró en el bosque con el propósito de no herir a nadie y así no ser una amenaza.

Corrió tan rápido como sus pies descalzos y desnudos se lo permitieron hasta llegar a una cueva húmeda y oscura, entró en ella y pudo oír claramente el eco de sus pisadas, las gotas de agua que se filtraban por las grietas que había en el techo de la cueva. Aquella cueva era tan fría y húmeda, que le calaba hasta los huesos de lo frío que era estar dentro de la cueva. Pero pronto no pudo dar un paso más y cayó al suelo, lo último que vio fue oscuridad total.

Ella abrió los ojos y pensó que no había pasado mucho tiempo, pero al ver los rayos de sol asomándose por la cueva supo que había pasado mucho tiempo, se levantó del suelo y salió de la cueva caminando con algo de dificultad.

Pronto salió del bosque y se apresuró a llegar a casa, pese a que siempre quiere huir de ahí siempre regresaba porque era su hogar y era el único lugar en el que sentía algo de paz. Llegó a casa antes de que la descubrieran y nadie supo que había pasado la noche en una cueva y su mano había vuelto a la normalidad.

(***)

DAVID

Vi a Eliane entrar a casa desde la ventana de mi habitación que daba vista a la entrada de la casa, ella no se percató de ello simplemente siguió su camino y me quedé mirando como un simple espectador. Al principio cuando la oí gritar en la noche quise ir a verla pero pronto había recordado lo que mi Padre me había dicho hace un par de noches, y fue ahí que me detuve, pero mi hermana me preocupaba y no quería que sufriera.

No entendía por qué tenía tanto dolor, por más que traté de preguntar a mis Padres ellos en cambio desvían mi pregunta hablando de otra cosa, más que nada mi Mamá porque ella realmente estaba preocupada y al mismo cansada del comportamiento de mi hermana y era entendible.

Un año mi hermana había estado bien y después de eso comenzó todo de nuevo, tuvo ataques de pánico, se escapaba cada vez más seguido, no salía de su habitación y no quería hablar con nadie más que con sus amigos y nadie más.

Eliane, jamás me dirigía la palabra por más que traté de ganarme su confianza pero fue en vano y ninguna de mis ideas tenía el resultado que quería. Cada día mi hermana se volvía más callada y retraída, no hablaba mucho, en la escuela ella causaba terror y pánico en todos, incluso el director les había recomendado a mis Padres que lo mejor para Eliane era enviarla a un reformatorio. Pero mi Mamá se negó hacer eso, pasó tres años angustiada y deprimida por mi hermana, que enviar a Eliane a un reformatorio iba a hacer un infierno para ella. A mi hermana poca cosa le habría importado, mejor para ella porque así podía hacer lo que le diera en gana y sobretodo sería el paraíso para ella en todo sentido de la palabra.

Pero Papá, era otra historia. Él no quería enviarla pero al mismo sabía que era lo mejor para Eliane, sin embargo jamás se atrevió. No pudo hacerlo por más que lo intentó, no pudo.

La Cazadora De La Noche: Los Secretos De Un Traidor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora