NARRADOR OMNISCIENTE
Estar atado a las cadenas del pasado lo volvió un ser cruel y despiadado, ver sangre no la inmutaba en absoluto es más le satisfacía ver la sangre derramada de otros; sus ataduras eran cada vez más fuertes y ajustadas, no había forma de romperlas o desatarlas, no eran nudos de cuerdas comunes que usamos para amarrar o atar cosas. Eran cadenas de plata que eran más fuertes que el mismo usuario, le carcomían literalmente la piel de las muñecas hasta el punto de dejarlas en carne viva, era un dolor y un ardor constante; le hacía gritar por las noches hasta el punto en que se quedaba dormido por el dolor que sentía.
Las cicatrices de sus muñecas se abrían y se infectaban todo el tiempo, era sorprendente de ver que no hubiese perdido las manos después de haber tenido más diez infecciones después de tantos años. Sin embargo aquellas cadenas no le impidieron ir tras la hija de la mujer que una vez amó, ni tampoco le impidió aliarse con los Cazadores más peligrosos del Continente. Sus ataduras eran el recuerdo constante de su pasado, su fracaso y deshonra.
Pese a ello, no se detuvo y mantuvo su mente enfocada en una sola cosa... Tener a Eliane para él. Eso era lo único que lo mantenía cuerdo, cada día y cada noche. Su Ángel, su Bonita, su todo. Estando en la oscuridad de su habitación podía ver las heridas de sus muñecas ensangrentadas e infladas por el roce de los grilletes que las apretaban con fuerza. El olor de su sangre aunque no le era nauseabundo de todas maneras no era algo que quisiera ver, pero ya estaba acostumbrado pese a ello.
Cerró los ojos un momento y lanzó un largo suspiro que retumbó sobre las paredes, era tan silencioso que cualquier ruido, el más mínimo podía ser escuchado incluso un insignificante suspiro era escuchado. No había nadie en el Cuartel, todos los Cazadores habían salido a patrullar con los novatos, mientras que él se quedó a cuidar el Fuerte como quien dice.
No podía pensar con claridad porque lo único que ocupaba su mente era esa niña que ahora seguramente tenía ya diez años, se preguntaba cómo sería ella cuando fuera toda una mujer; seguramente sería igual o más hermosa que su Madre. Eliane en definitiva era el mismo retrato de su Madre, los ojos, la sonrisa, todo lo había heredado de ella excepto la mirada. Tenía la mirada de ese Alpha que debió de haber matado desde el comienzo pero no lo hizo, ¿por qué? Ni él mismo lo sabía o había pensado.
Sin embargo; matar a ese Alpha le habría ahorrado muchas molestias, pero le habría causado otras, hasta incluso habría sido asesinado por Eliana sin duda alguna. Porque meterse con la pareja de una mujer lobo y sobretodo de una como Eliana, era la muerte sin duda alguna para él. Aunque pensándolo bien, no era mala idea. Pensó. Pero... a pesar de ello, fue recompensado con la llegada de la pequeña Eliane hace diez años. Unos años más y ella sería suya, definitivamente suya.
Finalmente el sueño le estaba ganando, pero antes de quedarse dormido dijo:
—Algún día, serás mía Eliane. Algún día.
Pronto cerró los ojos y se quedó dormido sobre su cama.
(***)
ELIANA
Desperté mirando a todos lados, estaba agitada, ansiosa, tenía una extraña sensación de angustia en mi pecho, me incorporé y salí de la cama en dirección a la habitación de mi hija, salí de la habitación y fui directamente a ver a mi hija. Al llegar no oía sonido alguno, entonces abrí la puerta con cuidado y vi a mi hija durmiendo con tranquilidad, era raro ver eso pero lo más seguro era que el veneno por lo menos la había dejado dormir un poco. Me acerqué a su cama y la miré un momento, me sonreí a verla dormir con la boca entreabierta y babeando la almohada, se había desarropado y su colcha de color blanco estaba en el suelo, tomé la colcha y la volví arropar, le di un beso un la cabeza y le acaricié el cabello.
Minutos después salí de su habitación y volví a la mía, un poco más tranquila al ver que me hija estaban bien, entonces aproveché en ir a ver a David. Al entrar a su habitación que siempre era un desastre, misteriosamente estaba ordenada y sin ningún juguete o ropa en el suelo. Como era costumbre de este niño. Me acerqué a su cama; mi niño estaba durmiendo tan tranquilamente que me enterneció y me hizo sentirme agradecida con la Diosa Luna de tener a mis dos hijos conmigo, después de tantas cosas que ocurrieron en estos últimos cuatro años.
Miré a David y este se removió en la cama haciendo que su colcha cayera al suelo dejando ver su pijama de invierno de Inuyasha que era roja con blanco. Lancé un corto suspiro y tomé su colcha que era verde militar y lo arropé esperando a que no se desarropara otra vez; le di un beso en la cabeza y acaricié su cabello que era igual al de su Padre.
Salí de su habitación y volví a la mía.
Al entrar vi a Damon profundamente dormido, afortunadamente no se había dado cuenta de mi ausencia; así que me metí en la cama y mi esposo me abrazó por detrás poniendo su brazo alrededor de mi cintura. Sentía su cálido aliento respirándome detrás de mi oreja, y me dio un beso en la cabeza, cerré los ojos y pronto el sueño me ganó.
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La Cazadora De La Noche: Los Secretos De Un Traidor...
WerewolfHabían pasado diecinueve años desde aquel día que fue maldecido a vagar por el mundo como un alma en pena en busca de su alma gemela que nunca llegó. Había vagado por tantos países que ya había perdido la cuenta de cuántos había pisado, sentía que s...