Capítulo 33 "El Último Adiós"

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LUCÍA

Después de haber leído la carta de mi hija, me eché a llorar, ella siempre había querido volver pero el miedo a mí hermano no se lo permitía y más aún porque ese cerdo tuvo el descaro de buscarla para pedirle perdón, pero eso ya no iba a ser posible. Mi hija estaba muerta por culpa del asqueroso deseo enfermizo de mi hermano, gracias a él mi hija huyó de mí y de su Padre.

Mi niña había huido por culpa de mi propio hermano, que en lugar de quererla y protegerla como si fuera su sangre en realidad tenía otras intenciones con ella que nunca vi y fui muy ciega, muy confiada al dejarlo quedarse en mi casa por una noche. Fui muy estúpida al confiar en él, no debí.

—Mi niña... perdóname por haber sido tan ingenua y no darme cuenta. Perdóname...—Dije llorando mientras abrazaba la carta y la cajita de madera. Entonces mientras me lamentaba sentí una sensación de calidez en mi hombro que me hizo voltear y no vi a nadie. Pensé que estaba loca pero esa sensación había sido tan real que sólo pude pensar que había sido la Diosa Luna quien me estaba brindando consuelo.

Me quedé sentada en el sillón lamentándome hasta que finalmente el sueño me venció, me dormí y no supe más de mí.

(***)

Abrí los ojos y lo único que había era oscuridad, no había nadie ni siquiera un alma, sólo podía oír el sonido de mis pisadas que hacían eco por todo el lugar. Seguí caminando tratando de saber en dónde estaba y cómo había llegado a dicho lugar.

Más adelante vi la figura de una niña de pelo rubio cenizo y rizado a la altura de los hombros, aquella niña llevaba puesto un vestido blanco y sencillo que le llegaba a los tobillos, además no llevaba zapatos y tenía los pies desnudos.

Me acerqué a ella y se dio la vuelta para verme.

—Claire..., mi niña.—Dije con un nudo en la garganta.

—Hola Mamá, me encontraste.

Me contestó con una sonrisa.

Fui hacia ella y la abracé, me solté a llorar otra vez, ella me abrazó y acarició mi pelo a modo de consuelo. Estuvimos abrazadas unos minutos y luego de eso Claire dijo:

—Mamá, me tengo que ir. Sólo vine a despedirme.—Me dijo al oído, la abracé con más fuerza y negué con la cabeza.

—¡No! ¡No puedes dejarme sola! ¡Por favor, no me dejes sola!—Le supliqué.

Ella se rió.

—Mamá, ¿Qué dices? Tú no estás sola, jamás lo has estado.

Rompimos el abrazo y limpié mis lágrimas con mis dedos.

—Estás equivocada, tu Padre murió hace un año y ahora tú... estoy completamente sola.—Sollocé. Ella negó con la cabeza y estaba sonriendo mientras lo hacía.

—No, Mamá. Tú no estás sola, la Diosa Luna no te dejará sola jamás, ella misma se encargará de que no pases el resto de tus días sola. Recuerda que ella jamás dejaría que uno de sus hijos esté solo toda la vida.—Limpió mis lágrimas con sus pequeños pulgares y acarició mi rostro, todavía seguía sonriendo.

—Me tengo que ir...—Alejó su mano y se dio la vuelta para irse. Tomé su mano y la apreté con fuerza. Ella me miró.

—Algún día nos volveremos a ver.—Me habló con seguridad.—¿Cómo lo sabes?—Le pregunté. Ella se rió otra vez.—Porque la Diosa Luna me lo prometió en un sueño que tuve antes de morir, dijo que volvería a ser tu hija, pero para ello debe pasar un tiempo. ¿Cuánto tiempo? No lo sé, pero si sé que volveré a verte y cuando pase tú misma lo sabrás.

La Cazadora De La Noche: Los Secretos De Un Traidor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora