STEFAN
Un año había pasado y mi Ángel volvía y se iba del Cuartel cada vez que se le daba la gana, pero por lo menos podía verla por unos días y después se iba; regresaba, aquello se había convertido en una rutina para mí. Había veces en las que deseaba presentarme ante ella pero siempre me detenía porque no era el momento aún, no aún. Ella me conocía pero no en persona sino que a través de Eliana ella sabía de mí, por eso debía tener mucho cuidado a la hora de estar cerca de Eliane. Hubo varias ocasiones en las que estuve a punto de ser descubierto, pero siempre tenía una manera de escapar sin ser descubierto; Eliane no era tonta y ella siempre sospechaba con bastante facilidad, por ende debía ser aún más cuidadoso de lo que ya era.
Esta vez mi Ángel se había quedado conmigo en el Cuartel por más tiempo del que pensaba pero no importaba cada segundo con ella; era muy valioso para mí. Sin embargo llegué a notar que Eliane, tenía extraños episodios en los que caía al suelo y comenzaba a retorcerse y a llorar, sabía muy bien que la causa de ello era el veneno; pero no tenía otra forma de mantenerla a mi lado, el veneno era mi única opción.
Caminaba por los largos y estrechos pasillos del Cuartel cuando vi a Eliane saliendo por la puerta trasera y me extraño, así que la seguí. Se adentró al bosque y luego de haber entrado con ella, caminé unos cuantos metros y de pronto la había perdido de vista; ella había escapado otra vez. Fue lista y más de lo que había pensado, no quería admitirlo pero Klaus y Mary tenían razón esa niña se estaba convirtiendo en un gran problema; ya era hora de implementar medidas más drásticas para evitar que ella siga escapando.
(***)
Luego de una semana ninguna de mis medidas había funcionado, esa niña seguía escapando y era cosa de todos los días; había veces en las que ella volvía con la ropa cubierta de sangre y no decía nada, no obedecía a ningún Cazador de alto nivel cuando le hablaban o le daban una orden directa; simplemente los miraba de reojo y se iba sin darle importancia al asunto. Hasta que un día ella no volvió al Cuartel en todo un día, me volví loco buscándola; no había rastro alguno de ella, busqué en cada rincón del Cuartel y nada, después ordené que la buscaran por todo el país y sino estaba en el país, entonces habría que buscarla en todo el continente, si era preciso.
Pero luego de casi 24 horas buscándola finalmente regresó, tenía una macabra sonrisa en su rostro que mostraba todos sus dientes de enfrente; que daba miedo y aterraba a cualquiera que estuviera o pasara a lado suyo, incluso a mí me daba miedo. Sin embargo no podía evitar sentirme tentado a estar cerca pero a la vez lejos.
Entonces mantuve mi distancia durante dos días, hasta que un día me decidí a ir hacia ella y ya no seguir siendo su sombra, pero algo me detuvo y ese algo fue que ella se había ido, había escapado otra vez.
—¡Maldición!—Exclamé molesto.
(***)
NARRADOR OMNISCIENTE
Lo anhelaba más que a cualquier otra cosa, lo deseaba y no sólo porque fuera su alma gemela destinada, sino porque desde el primer momento que lo vio supo que era para ella, su exquisito olor a lavanda la enloquecía, sus ojos verdes y ese brillo en ellos la tenían hipnotizada. Pese a que era su alma gemela, él no la notaba, no sabía de su existencia, eso dolía; pero no podía hacer nada porque matar a esa niña que era muy importante para Stefan; era el equivalente a su muerte también, sin embargo debía ser paciente y esperar. Matar a Eliane, no era una opción y desaparecerla tampoco lo era, así que debía esperar y no dejarse llevar por sus impulsos y celos.
Lanzó un largo y pesado suspiro. Pensando en cuánto tiempo más debía tragarse su orgullo y sentimientos hacia aquel vampiro que no sabía que ella existía, el corazón le dolía a pesar de que no latía, las lágrimas en sus ojos se hicieron presentes, corrió a la oscuridad de su habitación y se refugió en ella llorando en silencio; no quería que nadie la viera y escuchara llorar. Se dejó caer en el suelo llorando aún, dolía peor que el infierno, podía sentir como la amargura de sus lágrimas y tristeza se apoderaban de ella, era doloroso saber cuánto podía doler amar alguien que no sabe que existes.
¿Acaso valía la pena llorar por alguien que ni siquiera no sabe que existes? Se preguntó ella. Por supuesto que no valía la pena, pero en el corazón no se manda y tampoco existe una dictadura sobre este que decida a quién amar y a quién no amar. Si existiera dicha dictadura sobre el corazón, entonces sería un completo caos sobre las emociones y sentimientos de los demás.
Para todo se pagaba un precio, sobretodo en el amor. Todos llegamos a enamorarnos de quienes no saben que existimos, que no saben quiénes somos, pero si sabemos todo de ellos. Y sin embargo no dejamos de creer en que algún día seremos notados y correspondidos. Jamás se pierde la esperanza ante ello.
Aunque hay que ser conscientes de que si somos notados o no, llegamos a un punto en el que es mejor dejar ir a esa persona que no nos corresponde y que mucho menos nos nota por más que intentemos que nos note y no lo consigamos; lo mejor es dejarlo ir y seguir adelante. ¿Pero... realmente es fácil? Puede sonar o parecer fácil en la mente de uno pero en realidad es más difícil de lo que uno piensa.
Sin embargo ella... no se sentía lo suficientemente fuerte como para hacerlo, pero... debía hacerlo; porque sólo se iba a lastimar a ella misma sufriendo por alguien que nunca la notará, aunque jamás ha ocultado su olor para que él la notase pero nunca lo consiguió así que tomó la decisión de ocultar su olor para no sufrir más y entonces se levantó del suelo y fue a la mesa de noche, tomó de uno de los cajones un pequeño frasco de vidrio con dulce amarillo dentro y con un corcho puesto. Respiró profundo y dijo:
—Perdóneme Diosa Luna, pero....—Miró el frasco con el dulce dentro,—ya no quiero sufrir más, no lo soporto más...—quitó el corcho y tragó el dulce. Había que esperar un poco a que el dulce surtiera el efecto esperado.
Dejó el frasco vacío de lado y se dejó caer en la cama, llorando hasta quedarse dormida.
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La Cazadora De La Noche: Los Secretos De Un Traidor...
WerewolfHabían pasado diecinueve años desde aquel día que fue maldecido a vagar por el mundo como un alma en pena en busca de su alma gemela que nunca llegó. Había vagado por tantos países que ya había perdido la cuenta de cuántos había pisado, sentía que s...