2. Destruimos y sanamos.

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D O S

DANIEL RICHMOND.

15 de agosto de 2019.

Me senté en la silla frente a ella viendo cada uno de sus movimientos, me impresionaba su orden. Me fijé en la oficina, era espaciosa y tenía un cuadro de Donkey Kong, el enorme gorila parecía mirarme.

Ella seguía buscando algo en su computadora, así que esperé tratando de tranquilizar mis nervios. De un momento a otro la volteó y se vio una grabación de las cámaras de seguridad del departamento de Matthew Mcgregor. Ahí estaba yo.

Eché un vistazo hacia ella. Reclinó su cuerpo hacia la silla, cruzó sus brazos a la altura de su pecho y alzó una ceja.

En el video se veía mi entrada y salida. Se veía a mí, golpeándolo.

—Yo no lo maté —declaré.

—Ajá.

Otra figura entró al lugar y se vio claramente cómo platiqué con él, me dio algo y me fui. Lo demás era obra de él.

—¿Por qué? —preguntó.

—Tenía que hacerlo.

—Ajá, ¿y luego? —comentó aburrida—. Eres cómplice..., entrego esto, entras a prisión otra vez y, te quedas sin boda y sin futuro —puntualizó—. Qué alentador.

Tenía la impresión de que a algún lugar iba a llegar todo esto, realmente esperaba que no lo entregara.

—Podría fácilmente entregar esto y librarme de ti, Richmond —musitó—, pero hay algo que me interesa e intriga por eso te propongo un trato.

Esperé a que hablara, en vez de eso sacó de su cajón un sobre sellado y lo deslizó hacia mí.

—Si él me da esto, si tú consigues que él me lo dé, yo manipulo los videos de las cámaras de seguridad para que no haya rastro de ti y nadie te pueda culpar.

Me quedé intercambiando mi vista del sobre hacia su rostro.

Había un truco, debía haber uno.

—¿Solo eso?

—Ujum, y tú le dices a la novia de Matthew sobre su estado actual.

—No, yo solo soy un practicante, no puedo hacer eso —defendí.

Sonrió de boca cerrada con crueldad y alzó una ceja. Carajo...

Ella sabía.

—Ni te imaginas las cosas que puedo llegar a hacer con tal de lograr lo que quiero.

Lo pensé unos minutos, sopesando la propuesta. No era tan malo, lo difícil sería convencerlo de darme eso que ella quería, pero si había una posibilidad de que no saliera embarrado, la tomaría.

No era culpa mía, yo solo estaba pagando una deuda.

—De acuerdo, haré que Dagmar Rurik me consiga lo que quieres.

—Mañana le diremos a su novia, así que prepara tu mejor discurso porque le dirás a Laura Eagle que a su novio lo mataron.

Había satisfacción en su mirada, la maldita lo estaba disfrutando y lo detesté. Definitivamente, ella no sería de mis personas favoritas.

Alguien entró sin avisar, eché un vistazo encontrándome con un hombre parecía más grande que yo por unos años. Traía unos papeles en mano, varias carpetas.

—Te acaban de mandar esto de Toronto para que continúes con el caso de Jeff, cualquier cosa le dices a Bennet o a mí.

Me tensé al escucharlo y mi vista se quedó en Eliana recibiendo los papeles y echando al que ahora sabía que era un tal Coppola, por su gafete.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora