30. No podía odiarlo

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T R E I N T A

¡+18!

Contenido explícito: leer bajo su propio riesgo.

ELIANA BEAUMONT.

13 de noviembre de 2019.

Estaba sentado en su cama con la espalda apoyada y se veía aburrido, abatido y como si no hubiera dormido en setenta años, además que estaba golpeado.

—Te ves horrible.

—Gracias, podría estar peor —respondió con una sonrisa demasiado fingida.

Suspiró desviando la mirada hacia otro lado y me acerqué sentándome en el borde de la cama.

—Entonces no te echaron de tu casa. Yo pensé que eso haría tu madre, ella es muy benevolente —comenté.

Asintió sin prestarme mucha atención. Miraba sus dedos y los paseaba por encima de sus nudillos algo magullados, usualmente él comenzaría a hablar así que fingiría ignorarlo para que se enojara y me miraría de esa forma tan demandante o rodaría los ojos, me reprocharía por no escucharlo y, probablemente, tendríamos ese duelo de miradas que él perdería.

Sí, tal vez le ponía más atención de la que debería.

No hizo nada de lo que describí, por lo que me pregunté: ¿Qué haría feliz a Daniel Richmond?

Tuve varias respuestas, pero prefería ayudarlo a recordar buenos momentos y a mí me serviría para recopilar información que, tal vez, se le pasó decir.

—Nunca me has contado sobre tu relación con Abigail —dije tratando de sonar casual y me prestó atención, mientras fruncía el ceño.

—Dije todo en el interrogatorio que me hicieron, a Brown.

—A mí no —me encogí de hombros—. ¿Cómo se conocieron? ¿Fue vergonzoso?

Lo dudó por mucho tiempo, pero terminó por confiar y decirme.

—No, no fue vergonzoso. Fue cuando tenía dieciséis, compartimos el deporte de atletismo y ella era muy bonita y competitiva. Estuve en su equipo en la rama masculina y bueno, fue todo.

—Ah, eso suena muy normal.

Sonrió un poco y yo también, aunque lo disimulé.

Seria, Beaumont, seria.

—Ella se volvió mi amiga y todo el tiempo tenía una locura que contar, siempre decía que no sabía cruzar las calles y todos los días llegaba a mí para decirme que casi la atropellaba un auto. —Se rio solo de algún recuerdo—. En nuestra primera salida, fuimos con todos con los que compartíamos amistad: Brice, Laura, Natalie, Michael y otros más. Yo recordé eso de su torpeza y en cada calle le tomaba la mano para que no le pasara nada —se quedó atrapado en su mente y no quise sacarlo de ahí—. Era estúpido, lo sé.

—Eso fue un buen gesto de tu parte —volvió a quedarse callado y quise que siguiera— ¿Y quién se enamoró primero?

Se apuntó a si mismo sin decir una sola palabra, ni siquiera dudó.

—Primero me dijo que prefería que fuera solo su amigo.

—¿Y después?

—Después en una salida cuando la fui a dejar a su casa, ella solo tomó mi cara y me besó. Estaba un poco loca...

—Supongo, que te gustaba su locura.

—Sí, su locura la hacía atractiva, se sentía bien estar con ella —expresó casi en un suspiro—. Abigail siempre sacó lo mejor de mí.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora