50. Familia Brown Delberg

4 1 0
                                    

C I N C U E N T A

ELIANA BEAUMONT.

31 de diciembre de 2019.

Escuché murmullos y me levanté presa de la curiosidad.

Cuando abrí las puertas corredizas de mi habitación y vi a Tania hablando con Dagmar, ella se veía afligida y él muy atento a lo que le decía, como una señora en pleno descubrimiento de un chisme.

Claro que, a Tania no le daba ningún temor. Ella igual sabía lo que yo sabía, así que le era normal tenerlo cerca. Aprendió a ignorar su imponencia y su aura de peligrosidad, era muy reconfortante verla. Me daban ganas de ir a abrazarla, a veces pensaba en pedirle perdón por ser tan tosca y fría, pero lo era por su seguridad, no quería que le sucediera nada.

—Qué bueno que despiertas, necesitaba hablar urgente contigo.

Mi cabeza dolía un poco, pero no lo suficiente como para ser insoportable.

—¿Tan temprano ya hay problemas? —cuestioné.

—¿Estás con resaca? ¿Bebiste?

—Y no fue lo único que hizo, si le contara... —comentó Dagmar.

Lo ignoré y preferí centrarme en Tania.

—¿Qué es lo que tienes que hablar?

Dudó un poco, buscando la forma de decirme.

—Camille, la hija de tu jefe, falleció anoche.

Olvidé que tenía resaca, olvidé a Dagmar, quien también miró interrogante a Tania, olvidé todo y me concentré en lo que acababa de decir.

—¿Qué? ¿Cómo que falleció? ¿Camille Brown Delberg? ¿Estás segura?

—Sí, toda la mañana te han intentado contactar para que acompañes en el funeral y en su sepultura, pero no han podido comunicarse contigo. Todos están ocupados en algo y no pudieron venir, así que me ofrecí a darte la noticia.

Me tapé la boca con una de mis manos y lo primero que pasó por mi mente fue ella.

Aysha debe de estar destrozada y Clinton igual, también su hijo, Thomas.

[***]

No me costó mucho encontrarlos en el cementerio, ya no quedaba nadie a su alrededor, solo ellos dos. Ambos estaban en el suelo, visualicé como ella tenía una mantita en su mano y la aferraba a su pecho, negaba con la cabeza. Él estaba ahí haciéndose el fuerte, dándole ese soporte a su esposa para que pudiera sostenerse, pero no estaba bien.

Jamás creí ver al honorable Clinton Brown así.

Siempre era amable, aunque se mirara serio siempre tendrías una sonrisa asegurada, su forma de ayudarte era lo que cautivaba, también el hecho de que me aceptó sin prejuicios y me hizo sentir como una hija; una hija que regañaba reprendía y le felicitaba por sus logros.

Verlo destruido justo al lado de la mujer que también me hizo parte de su familia, no estaba preparada para ello.

Aysha, era como una tercera mamá para mí, me recibía con un abrazo cada que indirectamente se lo pedía, también me reprendía, regañaba y felicitaba, era una mujer seductora y hogareña que amaba su trabajo y amaba estar en casa, sobre todo, por estar con su hijo y luego de Camille, siempre la atrapaba mirando el reloj, esperando llegar a casa.

Esa mujer hizo que Bennet le concediera el permiso de asistir solo tres días por semana a la central para no descuidar a su nena y los días que iba, siempre se encargaba de seguir atenta a sus hijos, igual que su esposo. Incluso Clinton, estaba buscando su reemplazo para renunciar a su trabajo y pasar más tiempo con ellos.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora