O C H O
DANIEL RICHMOND
3 de octubre de 2019.
Faltaban casi tres semanas para el cumpleaños de Odette y no sabía nada de ella. Estaba harto de que a cualquiera que le preguntara dijera lo mismo como si fuera una respuesta predeterminada.
«Está en Francia, su madre no la deja contactarse contigo».
Una y otra vez la misma respuesta, con excepción de las equivocaciones de mi mejor amigo que decía Madrid en vez de Francia. Todo era una mentira que habían labrado y lo sabía, ya no soportaba mantenerme al margen.
—Se me olvidaba que eres un super humano vengador que se cura sus heridas en un dos por tres —se burló Brice, sentado en una silla del comedor.
—Ya me estresé de estar en la cama, me comienza a doler la espalda —le expliqué mientras revisaba la comida.
Se quedó en silencio y me volteé con dificultad para mirar hacia su dirección. Me estaba analizando.
—Me sorprende que estando herido puedas cocinar.
—Estoy herido, no al borde de la muerte. —Apagué la hornilla y volví a hablar—. Dile a Melissa que venga.
Asintió con la cabeza y tomó una bocanada de aire.
—¡Melissa, ven a comer! —gritó. Lo miré incrédulo—. ¿Qué? Me dijiste que le avisara, eso hice. Todavía te hago el favor.
Y se hacía el digno, por Dios.
—Ya, cállate y sirve los platos que no puedo.
Luego de varias muecas de disgusto en su rostro, lo hizo. Brice a veces tenía mentalidad de infante de ocho años, me estresaba, pero también podía comportarse como una persona demasiado madura cuando se lo proponía.
Al final comimos tranquilos. Claro que ellos dos terminaron primero porque podían mover sus dos manos y yo no. Esperaba con ansias que fuera mañana para que me quitaran el maldito yeso asqueroso y para que me revisaran mi cicatriz en el abdomen que al parecer no se infectó ni nada.
Todavía me dolían un poco las costillas, pero según el médico ya podía salir de la cama sin hacer esfuerzos como cargar cosas, caminar grandes distancias, correr, hacer ejercicio, todo eso.
Brice recibió una llamada que lo mantuvo rígido en su lugar. Se levantó y fue a contestar a otro lado, ni siquiera dijo nada —Raro—. Melissa se fue alegando que tenía tarea.
Pasaron los minutos y no tardó mucho en volver. Mi curiosidad pudo más que cualquier otra cosa.
—¿Quién era?
—Que te importa, no tienes por qué saberlo.
—Uy, disculpe su majestad. No sabía que tenía prohibido preguntar —ironicé.
Suspiró y dejó su teléfono en la mesa. Me removí en mi silla porque comenzó a incomodarme la venda que tenía en el abdomen aparte del yeso.
—Era Beaumont, ¿ok?
—¿Te dijo algo sobre dónde está Odette?
—Sí —Ni siquiera pensó en contestar y se dio cuenta de su error—. Bueno no. Más o menos, no lo sé, Daniel. Odette está en Madrid —finalizó su revoltijo de palabras.
—¿No estaba en Francia?
Se talló con ambas manos, frustrado. Bufó mirándome.
—Francia, Madrid, ¿qué importa el lugar que acordamos? Es lo mismo ambos están en Europa, punto.
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El misterio de un amor | Nueva versión
RandomNuestro alrededor a veces nos da señales de cosas que no vemos a simple vista, pero eso no quiere decir que no nos sucederán en un futuro. Ellos vivían en su burbuja. Un amor único, demasiado melosos. Su matrimonio era lo que los unía, junto... al...