34. Futuro esposo (Parte I)

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T R E I N T A   Y   C U A T R O

DANIEL RICHMOND.

14 de diciembre de 2019.

No dejaba de pensar en Odette.

¿Qué era lo que debía de hacer?

Para mí, sería mantener a ese bebé en las mejores condiciones y de una vez por todas tener una buena relación con Odette, tal vez casarnos en un futuro próximo, ser una familia. Lo que se supone que toda persona debe de hacer.

Ya tenía la respuesta, pero me daba miedo que fuera la incorrecta.

Casarme.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por la estúpida alarma de Brice y como todo ser humano con resaca rompió su reloj para seguir durmiendo, porque ayer él tuvo la gran idea de ir a un club arrastrándome en el proceso.

Yo no tomé ni disfruté ni me divertí. Simplemente, no tenía ganas de nada.

Así que fui el conductor designado, quien trajo a Brice, a Laura y a Chloe, la mejor amiga de Odette. No tenía idea de que iba estar ahí y me dio pena dejarla sola, solo pensar que podrían hacerle algo estando ebria fue suficiente para traerla al apartamento de Brice que gustoso recibió a todos.

Al menos, me gustaría saber que, si algún día mi hermana está en una situación así, pudieran ayudarla y mantenerla a salvo de cualquier depravado o depravada.

Sentí el apretón fuerte de los brazos de Brice y sus ronquidos taladraban mi oído de una forma impresionantemente estruendosa. Nunca me había gustado dormir con él porque se movía demasiado, pateaba a todos y roncaba como si tuviera un maldito megáfono.

Me quité decidiendo que prefería no haber dormido bien, le acomodé una almohada grande para que no se quedara sin abrazar algo.

Vi a Chloe luchando con la sudadera que le habíamos puesto a duras penas, porque no iba a ser tan imprudente como para quitarle su ropa, por más incómodo que podría ser su vestido, decidí que mejor le pondríamos algo para que no tuviera tanto frío.

—Hola Dani, voy por una aspirina ¿Quieres una?

Me aguanté las ganas de hacer muecas en mi cara por el 'Dani'.

—No, gracias, no tomé anoche.

Seguí mi rumbo hacía la otra habitación de huéspedes para poder dormir, aunque sea dos horas.

—Oye —me llamó—, me preguntaba si habría algo para desayunar o si tú o alguien prepararían el desayuno.

Aparte quería que le cocinaran, já.

—En la alacena hay cereal y en el refrigerador leche, sírvete. También hay pedazos de pizza congelada, mételo al horno y asunto arreglado. Adiós.

Cerré la puerta antes de que siguiera con sus sutiles indirectas. Por muy buena amiga que sea de Odette y por muy bien que me caiga, a veces no la soportaba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Laura, casi después de dar un bostezo.

Se talló uno de sus ojos aun mirándome con un poco de lagañas; la había despertado por el ruido y me sentí mal por no haberle dejado disfrutar su sueño.

—Perdón, no quería despertarte, bueno sí. Agh, da igual —dije dándome cuenta de que me contradije— ¿Puedo dormir aquí?

Miró su lado de la cama y asintió para después acomodarse volviéndose a cobijar.

Ay, no fue tan difícil.

Cuando me acomodé también, ella se dio la vuelta quedando frente a frente, así que le sonríe de boca cerrada. Sus lagañas y ojeras me hacían saber que le costó dormirse anoche.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora