1. Algo no iba bien.

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U N O

DANIEL RICHMOND.

15 de agosto de 2019.

El agua caliente hacía que mi mente se sintiera más tranquila, me relajaba tanto que a veces deseaba quedarme ahí por horas, pero no podía. Miré mis manos ahora limpias, tenía algunos nudillos magullados por los golpes que di.

Cerré la llave y me vestí con pereza, poniéndome un pantalón gris de algodón para intentar dormir. Ni siquiera hice el esfuerzo de cepillar mi cabello.

Estaba cansado. Ya no quería seguir en esta mierda, pero había una deuda que pagar.

Miré hacia ella, sentada en la cama apoyada en el espaldar, leyendo un libro..., esperándome.

Mi refugio.

—Ven —indicó, haciendo a un lado su lectura.

Le hice caso acurrucando mi cabeza en su regazo. Me tranquilizaba estar con ella, alejaba mis tormentos o solo los que realmente me afectaban.

—Se lo entregué —musité en un murmullo.

Acarició mi cabello aún mojado. Era un arrullo tener sus manos acariciándome.

—Es por tu familia, tú lo has dicho.

—Lo sé, pero era la pareja de Laura. Ella no merece que su novio muera así nada más, sin dejar alguna explicación —me lamenté—. Si tan solo pudiera decirle.

—Él no era bueno para ella, tú lo sabías —respondió tranquila—, debías hacerlo.

Me quedé en silencio y mi mente rememoró aquel momento donde lo busqué en su departamento, cuando lo golpeé tanto que casi juré que le rompí algún hueso y cuando se lo entregué.

Era lo que tenía que hacer por mi libertad, por ellas...

No había remordimiento, tal vez un poco de satisfacción al saber que mi mejor amiga ya no tendría a alguien como él, ella se merecía más.

Sostuve a mi refugio como si sintiera que podía esfumarse. Y ella repartió algunos besos cálidos por mi rostro y cuello, tentando a la lujuria. Lo logró, encendió una llama pequeña que, con caricias y toqueteos, aumentó hasta volverse algo imposible de apagar.

Nos unimos en una combustión, donde nuestros cuerpos volvieron a reencontrarse con necesidad. Volví a escuchar su voz pidiendo más, pronunciando mi nombre entre gemidos y yo pronunciando el suyo, dándole lo que pedía y jugando con su humedad.

Hasta que nos liberamos juntos.

Nos quedamos en silencio recuperando el aliento, algo sudorosos, pero sabía que ella esperaba esa pregunta que estaba dispuesto a realizar.

—¿Repetimos?

[***]

Al despertar, ella seguía durmiendo por lo que le dejé una nota donde le deseaba un lindo día y me puse en marcha. Al llegar a la Avenida Worth, llamé a Brice.

—Yo pensé que ibas a venir a dormir, eres un sinvergüenza, te odio —contestó.

—Buenos días a ti también, ¿me vas a pasar a buscar?

—Ya qué —resopló al otro lado de la línea.

Celebré internamente, sabía que él vendría para llevar a mi hermana al colegio. Eran menos de las 5:00 a.m., el sol apenas era perceptible así que había un frío de mierda.

La camioneta de Brice no tardó mucho en aparecer y nos fuimos rumbo a la casa de mi madre. No sabía que me iba a encontrar a mi mamá enojada y regañando a cualquier alma presente.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora