26. Empecemos de nuevo

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V E I N T I S E I S

ELIANA BEAUMONT.

11 de noviembre de 2019.

La puerta se abrió dando paso a Laura con un pijama holgada. Se veía muy pequeña en una ropa muy grande.

—Hola —saludó tímida—, ¿buscas a Daniel?

—De hecho, no, busco a su madre, Meredith Richmond —contesté.

Frunció el ceño, pero me dejó pasar. Vi como dos personas aparecieron del pasillo, Daniel y Odette, la segunda se paró en seco y el color se le fue de la cara. A ella le tenía una molestia en mi ser que no podía explicar, lástima no iba a suceder nada malo.

Por el momento.

—Necesito hablar con tu madre —exigí.

—¿Para qué?

—Voy a hacerle unas preguntas y tengo que llevarla a la central.

—¿Y por qué no aquí?

Rodé los ojos con fastidio. Tenía esa postura seria, era un muro de casi dos metros que impediría que yo llegara a su familia.

Caminé hasta él y señalé el espacio entre nosotros.

—Entre tú y yo la que tiene la razón y la que sabe lo que hace soy yo —me señalé a mí misma—, así que déjame hacer mi trabajo y deja de estorbar.

Miré a Odette, quién tenía intención de ponerse en medio de nosotros, pero preferí distraerla en otra cosa. Tomé su mano. Era suave y me sorprendí porque nunca en mi vida había sentido una mano tan tierna, tan suave, tan delicada. Y se puso nerviosa apenas la acaricié.

—¿Ya pensaste en la propuesta que te hice?

Negó repetidas veces con la cabeza.

—Entonces necesitas a la mamá de Daniel... ¿Para qué? —preguntó ella.

Me encogí de hombros sin dejar de mirarla. Fue como si pudiera decirle "tú saber para qué".

—Asuntos algo delicados.

—Si vas a hablar con mi madre, yo voy con ella —dijo Daniel con seriedad.

—Te vas a quedar en la sala de espera —le dije al instante.

Le estudié el cuerpo y me di cuenta de que estaba mal físicamente, otra vez. Tenía los brazos algo magullados y se veía que alguien lo había mordido. No era muy evidente.

Acerqué mi mano a su abdomen y la presioné con fuerza, él se quejó alejándose unos pasos.

—Eso pasa cuando no sigues las indicaciones del médico y te crees superhéroe —reproché.

Seguía acariciando la mano de Odette con delicadeza, en un roce de mis dedos con su antebrazo sentí que se erizó, su mano comenzó a transpirar y cuando me fijé en sus ojos, estos se encontraban algo dilatados.

[***]

Llegué a la recepción de la central y le pedí a la chica que llamara a Brown.

—Brown no está, se fue al hospital —dijo ella.

—¿Qué le pasó?

—Su esposa, Delberg, está en labor de parto.

Fruncí el ceño.

—No se supone tenía seis meses.

—Tiene nueve, bueno tenía.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora