49. Kal s/a

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C U A R E N T A   Y   N U E V E

ELIANA BEAUMONT.

29 de diciembre de 2019.

Me desperté por la incesante tos que escuché.

—Kal, tranquilo, respira conmigo ¿Sí? —propuse intentando ayudarlo.

No sabía cómo hacerlo o qué hacer, solo se me ocurrió apretar el botón. Y, justo cuando volví a centrarme en él, su bata ya estaba llena de sangre que chorreaba de su nariz y por su boca en cada esfuerzo por toser.

Me manché las manos y pude ver su desesperación cuando no lograba calmarse.

—Respira conmigo —pedí inútilmente y le tomé la cara.

Tan pronto se la tomé él la apartó con su poca fuerza y comenzó a vomitar. La puerta se abrió dejando entrar a una multitud con un carrito enorme de no sé qué tantas cosas.

—Tiene que salir, por favor —pidió un enfermero.

No quería dejar varado a Kal con personas que probablemente le hacían cosas dolorosas para calmar su propio dolor, pero era lo que tenía qué hacer para que siguiera con vida. Así que salí manteniéndome pendiente de la puerta, donde incluso Thompson entró apresurado.

Era egoísta dejar que viviera en sufrimiento, sin embargo, eso lo mantenía a mi lado.

Tal vez, Odette y yo no éramos tan diferentes.

—Beaumont —su voz me hizo volver a la realidad—, está estable, pero tuvimos que dormirlo para que pasara la noche.

—Bien ¿Cómo va su tratamiento?

—Mal, él no quiere nada que tenga que ver con medicamentos, no deja que le hagan nada si no es de urgencia como ahora. Él sabe que se irá —expresó en voz baja. Negué con la cabeza—. No puedes obligarlo a que viva, está sufriendo. Debes dejarlo ir.

—Auméntale la dosis de medicamento y oblígalo a que se lo tome. No quiero nada más que eso.

—Te he dicho que no voy a hacer algo así y si él ya lo ha aceptado, no podemos hacer nada más —soltó con pesar—. Es mejor que te vayas despidiendo de Kal para que no se sienta con la obligación de esforzarse más para seguir viviendo.

Apreté los labios y lo hice a un lado para volver hacía el área de urgencia donde la familia Richmond debía de estar. En el camino me topé con Royal, quien apenas me vio casi me envió fuego por los ojos. Tomó mi brazo y me detuvo.

—No me toques —gruñí, zafando mi mano de su agarre.

—Si no te vas, haré que te vayas, niña —amenazó.

—Mala suerte la tuya, tu hijo me adora, me venera como su diosa —sonreí cuando eso lo hizo enfadarse más.

—Ni se te acurra meterte con él, deberías largarte de aquí antes que alguien sepa de ti, mejor dicho, que él sepa de ti.

—Pues no me voy, nada más para ver como tu hijo te rechaza —comenté con satisfacción—. ¿De verdad pensaste que te iba a creer? Puede que Meredith lo haya hecho, pero él no. Ni te imaginas las cosas que sufrió.

—No me haces dudar, eres una descarada que no está a la altura de lo que te toca.

—Estoy más que a la altura de un puesto mediocre, pero eso se va a acabar pronto. —Antes de irme agregué—: Y no me provoques porque le digo todo a Daniel y a Meredith. Todo sobre ti.

[***]

Melissa estaba absorta en la cena que le habían llevado y sus ojos no se despegaban de aquella sopa que no tenía sabor. Brice estaba junto a ella mirando lo mismo que yo hasta que tomó la cuchara y se la acercó a la boca con calma.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora