12. Ser policía.

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D O C E

DANIEL RICHMOND

12 de octubre de 2019.

Nuestros pasos eran lentos dentro de la fábrica. Sabíamos que el operativo todavía no había entrado porque no lo sé, seguramente planeaban todo minuciosamente. Era claro que Brice y yo no teníamos nada preparado como mínimo nos haríamos los muertos.

Escuchamos pasos de botas que golpeaban charcos de agua, así que retrocedimos y nos metimos debajo de una de las oxidadas máquinas gigantes. A esos pasos se le unieron más.

—Jefe, ¿qué hacemos con los policías?

—No lo sé, invítalos a tomar té. ¡Es obvio que hay que mantenerlos ocupados! —gritó el que suponía era su jefe—. Esa mujer no puede más que nosotros, les dije que tuvieran cuidado y, ¿qué hicieron? ¡¿Qué hicieron?! ¡La dejaron ir! —Se alteró.

Intercambié miradas con Brice y ambos escuchamos bien.

La dejaron ir..., pero ¿Cómo? ¿En qué términos la dejaron ir?

—La quiero viva a esa maldita puta asquerosa.

Escuchamos la afirmación de varios hombres y sus pasos se alejaron.

—Creo que vamos a morir, es una leve suposición —dijo Brice con algo de sarcasmo— ¿Sabes? Es hora de que muestres lo que aprendiste en prisión así tendríamos un 35% de posibilidades de vivir o podemos encontrar primero a Beaumont y así aseguramos nuestra vida al 100%.

Cuanta fe.

—Este lugar tiene 5 pisos sin contar el piso subterráneo para almacenamiento.

—Si nos quedamos aquí no la vamos a encontrar jamás.

[***]

No sé cuánto tiempo había pasado, pero había sido mala idea separarnos para abarcar mejor el lugar. Me tensaba cada que escuchaba pasos y me escondía en lugares extraños para que nadie me viera.

No tenía nada más que un fierro oxidado que encontré cerca de la que antes era una cafetería dentro de la fábrica, era mi única gran arma.

Lo peor es que veía como el operativo policial no avanzaba. Creo que esperaban la muerte definitiva de Eliana para entrar y me daba rabia de solo pensar que la estaban dejando aquí sola, aunque probablemente sepan de su capacidad.

Doblé en otro pasillo donde vi una puerta que llevaba a las escaleras. Bien, iba a subir a checar un poco que había por allá, nada malo iba a pasar. Subí lentamente con cuidado de no hacer ruido y abrí una de las puertas doble con cuidado, solo sentí como alguien empujó la puerta hacia mí y estaba listo para golpearlo con mi fierro oxidado.

—¡Eh, soy yo! —me informó Brice algo alterado.

Estaba respirando por la boca y se veía como si hubiera corrido.

—¿Cómo subiste? —pregunté.

—Por las escaleras del otro lado.

—¿Revisaste el lugar?

Ante mi pregunta se rascó la nuca.

—Más o menos.

—¿Cómo que más o menos? ¿Qué significa tu más o menos?

—Es que eso iba a hacer, pero unos hombres me vieron y vienen hacia acá.

Hijo de...

No fue mentira, después de que dijo aquello visualicé a unas personas corriendo y preparando sus armas, dejé que entrara y tranqué la puerta con mi fierro oxidado.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora