56. El sótano (Parte I)

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C I N C U E N T A   Y   S E I S

DANIEL RICHMOND.

4 de febrero de 2020.

Me iría a Ámsterdam.

Me iría por mi salud mental.

Había hablado con Jack ese mismo día para decirle que en Greehard no podría avanzar, los recuerdos me atascaban la mente y me hacían sentir miserable e hipócrita, al mismo tiempo. Miserable por Abigail e hipócrita por Odette.

Lo malo de todo eso era que mi hermana y mi mamá no vendrían conmigo, por primera vez en mi vida me alejaría por mi voluntad de ellas, no porque un juez con cara de pasa y totalmente corrupto me culpó de delitos que no cometí.

Recordé a Odette estar ahí, aun cuando su madre la mandó a Francia y la lastimó.

Odette, su nombre retumbaba todo el tiempo por mi mente, al igual que el de Abigail. Una estaba grabada en mi mente y otra en mi corazón, no me dejaban ir. Eran como de esas gemelas jodonas que te hacen la vida imposible. Bueno, aunque ya no estuvieran seguían haciéndome un lío.

De nuevo regresó el insomnio, de nuevo se fue mi apetito, de nuevo llegó esa sensación de quedarme en cama todo el día y lo único que me alegraba un poco era mi hermana que ponía música de One Direction a todo volumen y entraba a cantar con un marca-página, terminaba aventándose a mi cama como si algún público la fuera a recibir. Era todo un espectáculo.

Ese día tuve los pocos ánimos de levantarme, claro que, había dormido bastante bien debido a mi té, pero eso no quitaba mi pésimo humor.

Mi celular sonó avisando un mensaje.

Lalalaura:

¡HOLA!

Puedes venir a mi casa?

Ella nunca saludaba tan eufórica siempre iba al punto del asunto. Algo iba mal.

Dan:

¿Sucede algo? ¿Es importante?

Lalalaura:

Uhm sí, más o menos jeje

Es que no puedo decirlo por chat :/

Le confirmé que iría y me dejó en visto, eso tampoco era algo que hiciera ella, siempre terminaba enviando algún emoji o un gif bizarro. Le avisé a mi madre y a Melissa que me iría, a una para que no me castigara y a la otra para que tuviera cuidado de no abrirle a cualquiera.

No tardé mucho en llegar la casa de los papás de Odette, no estaba muy lejos.

Es Laura, no Odette.

¿Qué?

Es Laura, no Odette. ¿Y por qué corres?

Me paré en seco, miré a mi alrededor y solo había dos personas transitando quienes no se fijaron mucho en mí. Me froté la cara y traté de volver a caminar tranquilo; ni siquiera me di cuenta de que estaba apresurándome.

No había nada malo. Nadie moriría. Laura no estaba en peligro.

Toqué el timbre más de tres veces y nadie me abrió, toqué mejor con los nudillos casi con desespero. La puerta se abrió dejándome ver a Laura.

Estaba bien, sana y viva.

—Casi rompes mi puerta —se quejó.

—Perdón —eché un vistazo atrás de ella—. Es raro que no me hayan echado.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora