20. Inigualable (Parte 1)

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V E I N T E

DANIEL RICHMOND.

8 de noviembre de 2019.

Vi como dijeron sus memorables votos de amor —asqueroso—, de parte de Odette fue como si estuviera en una exposición. Memorizado y automático, eso era mucho más raro. Lo peor fue verlo besarla al final y todo el mundo aplaudiendo que ese imbécil la trate como un llavero que le gusta presumir.

Quería arrancarle la polla y después, la cabeza.

Miré a mi lado dándome cuenta de que Eliana nunca volvió del baño. No sabía si preocuparme por ella o desconfiar. Los nuevos "esposos" comenzaron a saludar a todo el mundo silla por silla; era mi momento para irme.

Me fui sigiloso, al igual que Brice. Como la ceremonia era al aire libre solo tuvimos que entrar a la enorme hacienda. Miré hasta donde mi vista era capaz y no vi a Eliana.

—Voy a buscar a Eliana —le avisé.

Asintió y se fue, sonriéndole a una camarera que le ofrecía bocadillos.

Y decía que tenía diarrea.

Llegué al baño y me debatí en entrar o esperar en la puerta. Solo me acerqué un poco, me veía muy chismoso acercando mi oreja a la puerta.

—Nina, ya déjalo, está bien —se quejó una voz femenina.

—No —gimoteó Nina—. Es que no puedo meterlo bien, te mueves y te voy a lastimar. —explicó— Abre más las piernas, no entra.

Bufaron en respuesta.

—Auch, me duele, no lo metas tan duro.

—No te muevas —exigió Nina de vuelta.

El baño se quedó en silencio y mi mente divagó entre las tantas posibilidades.

—No sé por qué te quieres ver muy pretenciosa cambiándote de vestuario cada cinco minutos y lo peor que se rompe.

—Para eso estás tú, para meter la aguja en el pantalón y cocerlo —bramó—, aparte no me gustaba ese vestido.

Ah, claro que pensé que le estaban reparando el vestuario.

—Bueno no te gusta que se vean tus cicatrices en la espalda, no te culpo.

—Son horribles.

—Podrías operarte para que desaparezcan, o sea, tienes dinero para hacer eso.

—No —zanjó en alto—. Son recuerdos.

Nina no dijo más, sentí como el ambiente de la conversación cambió a uno más tenso. Preferí alejarme y esperar en el pasillo. Ya había escuchado suficiente.

A lo lejos me fijé en que algunos invitados comenzaban a entrar al gran salón. Comenzó a escucharse música tranquila, como si hubiera músicos en vez de un dj.

La puerta del baño se abrió y no pude despegar mi vista de Eliana. La visualicé de arriba abajo detallando cada parte, tanto de su traje como de su cuerpo e inconscientemente, me mordí el labio inferior.

Llegué a sus ojos delineados y alzó una ceja. Sí, había visto cada expresión en mi rostro, mientras la veía.

—Te ves bien —fue lo único que pude decir.

Se aguantó una sonrisa.

—Lo sé.

—Okeeey —intervino Nina. Se me olvidó que estaba aquí. Ella se veía bastante sana—. Yo la ayudé, no te importa, pero quiero aligerar la tensión je, je —se rio nerviosa—. Ya me voy, los dejo... solos.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora