39. Sangre por sangre

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T R E I N T A   Y   N U E V E

ELIANA BEAUMONT.

16 de diciembre de 2019.

Bebía una taza de café mientras analizaba a Fauvel, quien estaba sentado en el mueble individual.

—Deja de mirarme así, me pones nervioso. —Alcé una ceja—. Ahora es peor.

—¿Qué hacía Dan con Odette?

—No sé, follar, supongo —se encogió de hombros.

Me quedé callada y seguí presionándolo con la mirada. Estuve así por un tiempo no definido, hasta que suspiró y terminó por chasquear la lengua.

—Le reclamó, es obvio que ya sabe todo. Le dije que sabía algunas cosas, pero que me lo habían informado hace poco por eso me dejó traerlo hasta su casa.

—Le mentiste —aseguré.

—¿Qué querías que hiciera? No podía decirle algo como "Daniel, todo mundo lo sabía menos tú". Sé que fue malo ocultárselo, pero es parte de mi trabajo y no me puedo exponer a que me corran.

—Lo sé, hiciste lo correcto.

Bajó la mirada hacía su regazo y la plantó en su vaso de agua que no había tocado.

—No me gusta mentirle, menos con algo así —confesó—. Si a mí me enojó enterarme, me imaginé que para él sería mucho peor. Abigail de verdad lo marcó.

—Estaba muy enamorado —dije algo incómoda.

—No solo eso, la amaba y creo que lo sigue haciendo por muy enterrado que esté su recuerdo.

—Entonces no hay nadie más que ella, Odette debe entenderlo —concluí.

Comencé a delinear el borde de mi taza con mi dedo anular.

—No dije eso, solo que no creo que olvidé su amor por ella algún día. De hecho, creo que sí está enamorando de alguien justo ahora —agregó muy seguro.

Eso me sorprendió. Se supone que los secretos de un mejor amigo se llevan a la tumba.

Miró su reloj digital y en sus ojos llegó la molestia.

—Me tengo que ir a una cena familiar —habló apenado—. Le diré a Meredith que me disculpe —llegó al pasillo y se volteó hacía mí—, si puedes hablar con él de forma sutil, sé que eso no se te da, pero podrías intentarlo, por favor. Lo necesita.

No podía.

—Lo intentaré.

[***]

Melissa se veía muy chistosa con su cabello esponjado y sin peinar. Estaba sentada en su cama pasando las hojas de un cuaderno, según vi, era cálculo o algebra.

—No le entiendo —murmuró y levantó su vista.

—Yo tampoco —contesté—. ¿Cómo lo haces entonces?

—Mi hermano me ayuda, aunque no creo que ahora pueda.

—Todavía tienes tiempo de hacerlo, entras hasta en marzo, creo. Bueno depende de qué diga tu colegio.

Asintió y llegó su madre con su cena. Una sopa caliente que se veía muy apetitosa.

—No tengo hambre —comentó la menor.

—No importa, come un poquito, aunque sea cuatro cucharadas ¿Sí, linda? —le acarició el cabello con suavidad.

Ella se lo pensó un momento y asintió; preferí alejarme por el pasillo para volver a la sala. La puerta de su habitación estaba entreabierta, pude ver cómo estaba en el suelo muy concentrado en limpiar algo que identifiqué como pequeñas medallas.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora