S E S E N T A Y U N O
OMNICISCIENTE.
8 de febrero de 2020.
Todos en la casa Richmond se mostraron petrificados con la información que Brice había soltado mientras esperaba a su mejor amigo y hermano del alma.
Meredith Richmond, se mantuvo con las manos tapando su boca. Se refugió en la cocina intentando acallar sus sollozos para que nadie supiera lo mucho que le había afectado.
«Sucedió de nuevo ¡Y no hice nada! ¡No lo vi!», pensó culpándose.
Melissa Richmond, se mantuvo perdida en sus pensamientos, las lágrimas acumuladas, aquellas que dio rienda suelta cuando Brice la abrazó, destrozada por lo que le habían hecho a su hermano.
Y Jack Royal, que llegó en el momento justo para saberlo. No dejaba de reprocharse en la inmensidad de su mente por haber elegido la avaricia y no a la familia, no a su hijo. Quiso golpearse a sí mismo por haber esperado mucho tiempo para enfrentar lo que hace unos años resultó un problema en su camino.
¿De qué sirve el arrepentimiento, si no podemos remediar nada?
Ni siquiera con el perdón.
Un sentimiento punzante llegó al corazón de Meredith, aquel dolorcito se intensificó como un silencioso mensaje.
—Mamá... —Meredith volteó a su hija y en sus ojos vio lo mismo que ella sentía—. Creo que está mal.
Las mujeres de su vida.
Solo ellas podían sentir esa conexión extraña, avisando un futuro para nada alentador.
—Ve a buscar a Daniel, voy a decirle a Jack y a Brice.
La menor asintió y fue rumbo al pasillo, escuchó un sonido hueco. Tal vez, algo golpeándose contra el suelo.
Y se apresuró a la habitación de su hermano. Tocó con urgencia y nadie abrió ni respondió a los golpes.
—¿Daniel? —Hubo silencio—. Daniel, abre la puerta.
No hubo nada, solo el sonido de una incesante música que se reproducía adentro. La melodía de Bohemian Rhapsody retumbaba en las paredes de la habitación.
«A lo mejor no escuchó», pensó Melissa, secándose de forma rebelde las últimas lágrimas.
—¡Daniel! —pronunció más fuerte—. ¡Daniel!
Golpeó sus puños haciéndose escuchar. La puerta tenía seguro, así que era inútil girar la perilla. Melissa sintió la mirada de su madre en el inicio del pasillo, las dos estaban aterradas. Su madre caminó con velocidad, casi trotando y los dos hombres en la sala le siguieron.
Un puñado de llaves sostenía Meredith en sus manos temblorosas, no dejó que el pánico la dominara hacía mucho que había aprendido de él. La pequeña pelirroja se desesperó y fue ella quien abrió y se encontró con algo que la paralizó.
Su hermano en el suelo boca arriba, una línea de sangre salía de sus fosas nasales, sus ojos cerrados y... había un líquido saliendo de su boca.
—Está muerto —susurró, ahí petrificada en medio de la habitación.
Meredith corrió al lado de su hijo y los lamentos no se hicieron esperar, sus manos urgían por tocarlo, por encontrar calidez en su cuerpo y no frialdad, la frialdad de un cadáver.
—No lo muevas —murmuró Brice, mirando a su hermano.
Y Jack, fue más sensato. Se puso en marcha a llamar al 911 pidiendo una ambulancia, pero no terminó ahí, fuera lo que fuese, pagaría millones para traer de vuelta a su hijo.
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El misterio de un amor | Nueva versión
RandomNuestro alrededor a veces nos da señales de cosas que no vemos a simple vista, pero eso no quiere decir que no nos sucederán en un futuro. Ellos vivían en su burbuja. Un amor único, demasiado melosos. Su matrimonio era lo que los unía, junto... al...