55. Carta

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C I N C U E N T A   Y   C I N C O

ELIANA BEAUMONT.

1 de febrero de 2020.

Saqué todos los papeles que había en mi cajón y miré como un sobre cayó. No me acuerdo haberlo leído o no recuerdo quién lo mandó. Cuando encontré a la dueña, lo entendí.

De: O.F.

Para: Daniel Richmond.

Había olvidado por completo el pedido especial de Odette. Lo malo era que no podía darle la carta a Daniel, todo el trabajo de testigos protegido se iría a la mierda. Aunque...

Si él se enteraba una parte de su ser se mantendría en paz, eso haría que tuviera cierta estabilidad. Si le decía podría crear un punto de anclaje para que su mente no colapsara.

Había estado en contacto con un psicólogo y le conté sobre él, así que tenía tres opciones: ir al psicólogo, darle un punto de anclaje o dejar que colapsara. Mientras más pasaba el tiempo más difícil sería para su mente mantener su trauma al margen.

Tenía que hacer algo rápido y eficaz, pero no podía arriesgar todo con la carta de Odette.

Le pedí a mi asistente que me trajera a Fauvel.

—¿Necesitas algo? —preguntó apenas tomó asiento frente a mí.

—¿Ya te comunicaste con Delberg? —él asintió. Ella no estaba aquí, pero le pagaba un laboratorio independiente para realizar las pruebas que le pedí, junto con Fauvel—. ¿Y cómo van?

—Pues es complicado. El té tienes varias propiedades que hacen difícil separar unas de otras y sus composiciones son similares —informó—. Solo hay un resultado que nos dejó algo extrañados.

—¿Cuál? ¿Qué resultado?

—Es que... No sé cómo decirle —dudó—. Uhm, Aysha dijo que parecía droga.

—¿Droga? ¿Daniel se está drogando? —pregunté confundida.

—Pero puede haber sido un error o puede ser otro resultado, no es el definitivo —agregó rápido.

También se veía preocupado por su mejor amigo. Tanto él como yo, teníamos dudas de la procedencia de ese té y no es hasta ahora que logramos sacarle unos sobres con engaños. Lo que más me inquietaba era que el mismo Daniel se hacía cargo de comprar sus tés, no había una tercera persona que pudiéramos decir que manipulaba la caja.

¿Él sería consciente de los efectos de ese té?

[***]

Melissa me recibió y lo primero que me dijo fue:

—Siempre personas atractivas nos visitan, eso me gusta.

Por alguna razón, su aura era diferente. Sí parecía una adolescente con estabilidad emocional.

Le sonreí en respuesta.

—Las anfitrionas también son muy atractivas.

Se sonrojó tanto que llegó a sus orejas. Era un verdadero tomate. Me dejó pasar sin responderme y desvió la mirada, apenas volvió a encontrarse con la mía, le regalé un guiño y el sonrojo casi la hace explotar.

—D-Daniel está, uhm..., e-en la cocina.

—¿Cómo sabes que lo vine a ver?

—Porque si él fue en la madrugada a verte solo porque se moría de ganas de verte, creo que es bastante lógico que tu vengas en un horario familiar a verlo y no precisamente porque te mueras de ganas también.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora