4. Decisiones de mierda.

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C U A T R O

Contenido explícito: leer bajo su propio riesgo.

DANIEL RICHMOND.

26 de agosto de 2019.

Miré una fotografía de ella con una bebé en su tocador, pero no quise ser entrometido y preguntarle.

—Es mi hermana, no mi hija —murmuró, dándome un vistazo— por si te lo preguntabas.

—Cada quién lucha por lo que tiene y con lo que tiene.

Llevaba veinte minutos sentado en una silla como de estilista esperando a Venus, quien resulta que no estaba en el cuarto. Megara no quiso ser grosera y dejarme afuera, así que me dejó pasar.

Y podía afirmar que era demasiado confianzuda, hablaba conmigo como si fuéramos amigos de toda la vida.

—¿Tú trabajas para él? —preguntó en voz baja.

Supe a lo que se refería. Asentí resignado.

—Por desgracia.

Nos quedamos en silencio, tal vez ella esperaba que fuera más abierto, pero prefería dar solo lo necesario. Desde hace tiempo atrás que no sabía que era desahogarse con alguien.

Prefería quedármelo para mí.

—Todos trabajamos aquí porque necesitamos más dinero del que un trabajo común puede darnos, es triste.

—Es la cruel realidad, Megara.

Siguió peinándose mientras yo seguía ahí. Leía desde donde estaba las etiquetas de las cosas que tenía en su tocador. Había labiales, mascarillas, bases, sombras, corrector de ojeras, plancha de cabello, incluso tintes.

¿Qué la habría orillado a tomar este trabajo?

—Sharon —susurró después de un rato.

—¿Qué?

—Me llamo Sharon, no Megara. Es un seudónimo.

A eso me refería con que era muy confianzuda.

—¿Por qué me lo dices? Tú sabes que trabajo para Dagmar.

Se encogió de hombros sin importancia. Continuaba retocando su cabello, ni siquiera se había maquillado, aunque realmente no parecía necesitarlo.

Ella era muy guapa. De hecho, se veía muy bien con su "uniforme" el cual era un vestido demasiado provocador de látex, hacía relucir sus pechos y apenas le llegaba a los muslos.

—Yo confío en que no se lo dirás porque, probablemente estés en una situación como la mía.

—No capto tu interés en saber por qué trabajo para él.

—Cuando viste mi foto me di cuenta en tu mirada, seguro pensaste algo como, uhm, está aquí por su hija o su hermana, trabaja de esto no por ella si no por esa bebé y yo creo que tú haces lo mismo. Estás aquí por alguien más, no solo por ti.

Por ellas...

Tenía razón y no sabía qué decirle, cómo rebatirle. Fue peor cuando se volteó completamente hacia mí.

—Mi mamá se fue con el papá de mi hermana. Nos abandonaron y ella apenas tiene meses de nacida. Tiene que comer, dormir cómoda, mantenerse limpia —enumeró más acciones—. Dejé de estudiar hace meses para buscar un trabajo y esto fue lo único que encontré para poder salir a flote. —explicó—. Es muy jodido decirle todo esto a un desconocido porque tu vida es demasiado miserable como para que alguna persona quiera estar en ella.

El misterio de un amor  |  Nueva versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora